Una selección muy personal
Christone “Kingfish” Ingram
Watermelon Slim - Church of the blues
Jimmie Vaughan - Baby, please come home
Leo "Bud" Welch - The angels in Heaven done sign my name
Jimmy "Duck" Holmes - Cypress grove
Reese Wynams & Friends - Sweet release
Rick Estrin & The Nightcats - Contemporary
Benny Turner & Cash McCall - Going back home
Raphael Wressnig - Chicken burrito
Big Creek Slim & Rodrigo Mantovani - First born
MEJOR DISCO NACIONAL
Nico Raffetta & Guiso Yap! - Bipolar
MEJOR REEDICIÓN
Magic Slim & The Teardrops - I'm gonna play the blues
domingo, 29 de diciembre de 2019
domingo, 22 de diciembre de 2019
Siempre vigentes
Jimmy Johnson – Every day of your life. A cuarenta años de su primera grabación para Delmark, el legendario guitarrista de Chicago decidió cerrar el círculo y volvió al sello de sus inicios para lanzar un nuevo álbum. Si bien Every day of your life no tiene la frescura de aquél Johnson’s Whacks o el espectacular Bar room preacher (Alligator/1983), es un disco consistente en el que demuestra que todavía está vigente. A los 91 años, Johnson es una de las figuras principales de la escena de Chicago, con presentaciones regulares en el Buddy Guy’s Legend, especialmente. Pero hacía más de 15 años que no grababa un disco y cuando ya nada hacía pensar que volvería a los estudios para dejar un nuevo testimonio lo hizo. El repertorio incluye algunos temas propios y otras grandes versiones como Somebody loan me a dime, de Fenton Robinson, y Lead me on, de Bobby “Blue” Bland. Salvo por el reggae My ring, una canción en la que no se lo percibe cómodo con el ritmo, en el resto de los temas despliega su toque tan particular con la guitarra, ese sonido que sólo él supo cultivar, el sello distintivo que lo erigió en una de las figuras del blues moderno de Chicago.
Bobby Rush – Sitting on top of the blues. “Soy un bluesman, eso es todo lo que soy”, canta Bobby Rush en el track inicial de su nuevo disco de estudio, el número 26 de su carrera. A los 86 años, este maestro del entretenimiento vuelve a lanzar un álbum porque si no lo hiciera dejaría de ser él mismo. Tal vez se podría haberse retirado a lo grande con el Grammy que consiguió con Porcupine Meat en 2016, pero la necesidad de seguir con el ritmo de toda su vida fue más fuerte. Producido por Scott Billington y Vasti Jackson, y con las participaciones de los guitarristas Lil’ Buck Sinegal y Guitarboy Hayes, Rush volvió a poner su leyenda en el centro de la escena con un disco consistente, cargado de funk pantanoso, soul y blues, con un groove descomunal, en el que destila su humor característico. Rsuh además sopla su armónica en más de la mitad de las canciones demostrando también su profundo conocimiento de ese instrumento. El título del álbum no miente: ese es el lugar en el que Rush se encuentra.
Jimmy “Duck” Holmes – Cypress grove. El gran sobreviviente del blues de Bentonia, heredero de Skip James y Jack Owens, lanzó este nuevo álbum, el octavo de su carrera, esta vez con una vuelta de tuerca. Como lo hizo Leo “Bud” Welch antes de morir, Holmes aceptó la propuesta de Dan Auerbach, guitarrista, cantante y alma máter de Black Keys, de tratar de aggiornar su sonido para llegar a una audiencia más amplia. Y el resultado es sorprendente: Holmes suena más contemporáneo, pero sin perder su esencia. Así, logra romper ese prejuicio estúpido de un grupo minúsculo que se cree dueño absoluto del blues. Si bien comienza con el clásico Hard times solo con su guitarra, como es su característica, luego su música adquiere un groove hipnótico y atrapante. En algunos temas, como por ejemplo Catfish blues, Marcus King se suma con su slide penetrante e indiscutible. Holmes, que con 72 años administra el Blue Front Cafe, el juke joint más antiguo del Mississippi, entendió mejor que nadie que para preservar el legado musical de su tierra hay que abrirse a nuevas propuestas y no encerrarse en un dogmatismo absurdo que sólo conduce al olvido.
Bobby Rush – Sitting on top of the blues. “Soy un bluesman, eso es todo lo que soy”, canta Bobby Rush en el track inicial de su nuevo disco de estudio, el número 26 de su carrera. A los 86 años, este maestro del entretenimiento vuelve a lanzar un álbum porque si no lo hiciera dejaría de ser él mismo. Tal vez se podría haberse retirado a lo grande con el Grammy que consiguió con Porcupine Meat en 2016, pero la necesidad de seguir con el ritmo de toda su vida fue más fuerte. Producido por Scott Billington y Vasti Jackson, y con las participaciones de los guitarristas Lil’ Buck Sinegal y Guitarboy Hayes, Rush volvió a poner su leyenda en el centro de la escena con un disco consistente, cargado de funk pantanoso, soul y blues, con un groove descomunal, en el que destila su humor característico. Rsuh además sopla su armónica en más de la mitad de las canciones demostrando también su profundo conocimiento de ese instrumento. El título del álbum no miente: ese es el lugar en el que Rush se encuentra.
Jimmy “Duck” Holmes – Cypress grove. El gran sobreviviente del blues de Bentonia, heredero de Skip James y Jack Owens, lanzó este nuevo álbum, el octavo de su carrera, esta vez con una vuelta de tuerca. Como lo hizo Leo “Bud” Welch antes de morir, Holmes aceptó la propuesta de Dan Auerbach, guitarrista, cantante y alma máter de Black Keys, de tratar de aggiornar su sonido para llegar a una audiencia más amplia. Y el resultado es sorprendente: Holmes suena más contemporáneo, pero sin perder su esencia. Así, logra romper ese prejuicio estúpido de un grupo minúsculo que se cree dueño absoluto del blues. Si bien comienza con el clásico Hard times solo con su guitarra, como es su característica, luego su música adquiere un groove hipnótico y atrapante. En algunos temas, como por ejemplo Catfish blues, Marcus King se suma con su slide penetrante e indiscutible. Holmes, que con 72 años administra el Blue Front Cafe, el juke joint más antiguo del Mississippi, entendió mejor que nadie que para preservar el legado musical de su tierra hay que abrirse a nuevas propuestas y no encerrarse en un dogmatismo absurdo que sólo conduce al olvido.
sábado, 7 de diciembre de 2019
Soul brothers
Igor Prado y Raphael Wressnig se conocieron hace unos años en un festival de soul en Italia gracias a Sax Gordon. Desde entonces desarrollaron una hermandad musical que los llevó por distintas partes del mundo y también a grabar un disco juntos.
Si bien Raphael, oriundo de la ciudad austríaca de Graz, había estado media docena de veces en Brasil, no había tenido la oportunidad de venir a la Argentina, algo que se concretó esta semana gracias al esfuerzo de Julio Fabiani y Federico Álvarez.
El viernes por la noche, el tecladista y el guitarrista brasileño dieron un show apasionante en La Usina del Arte acompañados por Homero Tolosa en batería y Álvarez en saxo. Durante una hora y media desplegaron un repertorio de funk, soul y blues oscilando entre el sonido de Memphis y el de Nueva Orleans.
Los Soul Brothers, como les gusta llamarse, son un claro ejemplo de la universalización del blues y sus estilos derivados. Pregonan la música negra por el mundo con mucho respeto y un talento descomunal. Lo de La Usina fue más que interesante porque nos encontramos con seleccionado internacional en un nivel superlativo. Igor no es solo un guitarrista fantástico, sino que también es un soberbio cantante y un muy buen showman. Raphael genera un groove irresistible mientras marca los bajos desde los teclados. Y los músicos argentinos estuvieron a la altura de las circunstancias.
Comenzaron con un shuffle, para entrar en calor, y luego se despacharon con Your gonna have a murder on your hands en la que Igor dejó el escenario y bajó a tocar entre el público y dejar que algunas personas rasgaran las cuerdas de su strato. Después se volcaron a un repertorio con mayoría de canciones del guitarrista zurdo, aunque también interpretaron Mustard Green, de Raphael, y algunos covers como Hey Pocky A-Way, un himno de Nueva Orleans que los Meters grabaron en 1974; o Simpli beautiful, de Al Green, en el que se sumaron Florencia Andrada para cantar a dúo con Igor y a Julio Fabiani para aportar su toque en guitarra, algo que volvieron a repetir con Signed, sealed, delivered, I'm yours, de Stevie Wonder.
El vínculo que une a estos dos músicos, de orígenes tan distintos, no es sólo musical: se nota que la hermandad entre ambos va mucho más allá del ritmo, con el que que logran contagiar a músicos y espectadores de distintas partes del mundo.
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