martes, 29 de enero de 2019

El predicador


Watermelon Slim es el pastor de la Iglesia del blues. Su mensaje está acompañado por el filoso sonido del slide deslizándose por las cuerdas de su guitarra y un abrasador ritmo de doce compases. Su prédica se centra en los Santos Evangelios de Muddy Waters, Howlin’ Wolf y Mississippi Fred McDowell. Clarksdale, es la tierra prometida.

En su nuevo disco, el número 13 de su carrera, Slim se da el gusto de rodearse de grandes músicos que jerarquizan aún más las canciones. Él canta con una voz muy personal, de esas que se distinguen en el acto. Además, toca la guitarra y en algunos temas sopla la armónica con mucha energía y convicción. La banda la completan John Allouise en bajo y Brian Wells en batería.

El álbum comienza con St Peter’s Ledger, donde Slim ruega que no lo manden todavía al purgatorio, mientras que Bob Margolin, histórico guitarrista de Muddy Waters, despliega su sonido característico. Sigue con Tax man blues, donde se queja de lo difícil que es vivir de la música (¡Sí, parece que en Estados Unidos también!). En Gipsy woman, Margolin vuelve a escena con un slide asesino y Slim agita la armónica como si se le fuera la vida en ello. En Post-Modern blues, con la guitarra Nick Schnebelen, de Trampled Under Foot, y una poderosa sección de caños, Slim se queja de lo difícil que es para él vivir en el siglo XXI.

Uno de los puntos más altos del disco es Get out of my life woman, de Allen Toussaint, una explosión de southern soul, donde Slim comparte voces, nada más y nada menos, que con John Nemeth y Sherman Holmes, de los Holmes Brothers, mientras Margolin hace su arremetida final con el slide. MNI Wiconi – The water song, tiene un mensaje ecológico: se queja del desperdicio de agua en el mundo, mientras los vientos generan un remolino funky y Joe Louis Walker intercede con un solo visceral. En Me and my woman, recurre a los servicios del guitarrista Albert Castiglia, mientras él ventila sus blues con la armónica.

Con su guitarra resonadora encara el clásico de Howlin’ Wolf Smokestack lightining y luego saca a relucir su pasado como camionero con That Ole 1-4-5. Se despoja casi completamente de instrumentos para Holler #4, un tema autobiográfico que interpreta a capela mientras se acompaña haciendo percusión con el pie e intercala un profundo solo de armónica. El blues, la ruta y el Mississippi se conjugan en 61 Highway blues de Fred McDowell y luego versiona a J.B. Hutto con Too much alcohol, en la que mantiene un duelo de slide con Castiglia. El disco cierra con una reflexión política de los últimos años en los Estados Unidos, Charlottesville (Blues for my nation), en la que Nemeth vuelve para engalanar la parte vocal; y Halloween mama, en tono sarcástico sobre una novia muy fea que no necesita disfraz, mientras el órgano de Chris Wiser marca el ritmo como en la Marcha del Elefantito, de Henry Mancini.

Mujeres, alcohol, rutas, política, medio ambiente y modernidad son algunos de los temas que el pastor Watermelon Slim predica al ritmo del blues. Entren a su Iglesia. Saldrán encantados. Amén.




1 comentario:

Oscar Castro dijo...

Buenísimo. Lo voy a buscar.