domingo, 30 de agosto de 2020

Un blues en Nueva York

Bill Perry en Chicago B.L.U.E.S marzo de 2001


Ocurrió una helada noche de enero de 1996 en Nueva York, en un club llamado Tramps, sobre la calle 21. Bill Perry y Debbie Davies eran teloneros de Johnny Winter. Como yo nunca había visto en vivo al albino, estaba tan ansioso que casi no presté atención cuando anunciaron que comenzaba el show de Perry, a quien nunca había escuchado nombrar. Pero con los primeros acordes ya se ganó mi atención y la de todos los que estábamos allí. Su presentación fue arrolladora. Nos quedamos absortos por sus solos profundos y su poderosa voz. Fue una gran noche de blues: lo de Davies también fue muy bueno y lo de Winter, memorable. Al día siguiente seguía tan enganchado con el recital y sorprendido con Bill Perry que fui a Tower Records y me compré el disco que había presentado: Love scars. 


Chicago B.L.U.E.S marzo de 2001
Lo volví a ver otra vez, cinco años después, también en Nueva York. Era marzo de 2001, también hacía frío, mucho. Fue en el Chicago B.L.U.E.S, un extinto bar que estaba en la octava y la 14. Era una noche especial para juntar fondos para una operación que se tenía que hacer la cantante Sweet Georgia Brown. Además de Perry tocaron Hiram Bullock, Jon Paris, los Holmes Brothers, la Blues Machine y la pianista Doña Oxford. Fue otra verdadera fiesta de blues regada de Jack Daniels y zapadas de jerarquía. Tuve la oportunidad de cruzar unas palabras con Perry. Le conté que era argentino y que lo había visto años antes en Tramps. Se mostró atento y cordial. 

Perry tuvo una carrera interesante y a fuerza de talento se convirtió en uno de los referentes de la escena blusera neoyorquina de mediados de los noventa. Editó tres discos para el sello Virgin: Love Scars (1996), Greycourt Lighnting (1998) y Live in N.Y.C. (1999). Cuatro para Blind Pig: Fire it up (2001), Crazy kind of life (2002), Raw deal (2004) y Don’t know nothing about love (2006). Entre una y otra discográfica, en 1999 el sello independiente del club Manny’s Car Wash lanzó un disco en vivo difícil de conseguir que se llama High Octane. 

A fines de los ochenta, antes de que su carrera solista despegara, Perry salió de gira con el veterano de Woodstock Richie Havens y también con The Band. Más allá de sus colaboraciones, siempre trató de imponer un sonido propio y a juzgar por sus discos lo logró. “Me encanta el blues tradicional y lo escucho mucho en casa. Pero no sería natural para mí tocar los viejos clásicos del blues. Me gustan Johnny Winter y Eric Clapton porque lograron tocar blues de otra manera y hacerlo popular, y eso es lo que yo busco”, escribió en la contratapa de uno de sus álbumes. 

Los discos que grabó para el viejo sello Point Blank de la Virgin son más recomendables que los de Blind Pig. Suenan más auténticos, con Perry tocando algunos temas acústicos con slide muy convincentes como Darkness of your love, Smokey Joe (Love Scars) o Trust in you (Greycourt Lightning), y otros buenos temas eléctricos como Fade to blue, I’m leavin’ you, Sneaking around, Evil y Gettin’ down. Cuando Blind Pig lo contrató invirtió en otros productores. Fire it up y Crazy kind of Life fueron producidos por Jimmy Vivino; mientras que en Raw Deal y Don’t know nothing about love estuvieron a cargo de Popa Chubby. Los cuatro discos son muy buenos también, los últimos dos más rockeados, pero la magia de Perry brillaba más cuando él mismo se producía y dejaba que toda su luz emanara de sus entrañas. 

En sus discos también hay algunos covers excelentes. Son clásicos del rock que Perry reversionó con mucha personalidad, con su guitarra y su voz desgarrada y potente: Gotta serve somebody, de Bob Dylan (Raw Deal); No expectations, de los Stones (Crazy Kind of Life); Ball of confusion, de los Temptations (Don’t know nothing about love); Johnny B. Goode, de Chuck Berry y Little wing, de Hendrix (Live in N.Y.C); y Blue suede shoes, de Carl Perkins (Greycourt Lightning). Bill Perry fue un guitarrista asombroso, un showman que carbonizaba a su público. 

Recuerdo los dos shows que vi, lo apasionado que era cuando se metía de lleno en un solo o cuando su pecho se contraía antes de que aullara la estrofa de alguna canción. Se fue muy pronto. El 17 de julio de 2007 sufrió un ataque cardíaco, de alguna manera relacionado con su diabetes. Tenía 49 años. Cuando se conoció su muerte Richie Havens declaró: “El era el mejor músico de blues del mundo (…) era una persona tímida, pero arriba del escenario era un verdadero monstruo”.

sábado, 22 de agosto de 2020

La vida de Bryan

 

Bryan Lee
Bryan Lee en The Saloon, abril de 2012.

Bryan Lee es una institución de Nueva Orleans, aunque haya vivido allí la mitad de su vida. Se radicó en 1982 cuando tenía 39 años y para entonces ya había acumulado un digno curriculum blusero: venía de tocar bastante en su Wisconsin natal, donde se ganó la amistad y el respeto de Luther Allison, y había sido telonero de Muddy Waters. Este último fue quien le dijo una frase que lo marcaría por el resto de su vida: “Bryan, amigo, nunca dejes de tocar. Algún día serás una leyenda”. 

Bryan Lee murió este viernes a los 77 años. Así lo despidieron en su página de Facebook: “Bryan dedicó su vida a compartir su don de la música. En las notas de su reciente álbum de blues-gospel, Sanctuary, escribió: ‘Un regalo no es un regalo a menos que lo compartas. Dios me dio el regalo del blues y quiero compartirlo contigo’. Dedicó cada uno de sus 18 álbumes primero a Jesucristo, su Señor y Salvador, y su pasión brillaba con cada nota”. De esta despedida y de las letras de sus canciones se desprende que era un hombre muy religioso, además de un guitarrista extraordinario y un gran cantante.

Quedó ciego cuando tenía ocho años y, como muchos músicos de su generación, creció escuchando la radio. Así llegó el blues a sus oídos, género que luego combinaría con su fe para darle identidad a su música. Primero quedó atrapado por el sonido de T-Bone Walker y el de Elmore James y más tarde se metió profundamente a estudiar el blues de Chicago. Pero fue el estilo de Freddie King el que más lo movilizaría. 

Al llegar a Nueva Orleans se reinventó como el Braille Blues Daddy y durante décadas tocó hasta cinco días a la semana en casi todos los bares del Barrio Francés, especialmente en el Old Absinthe House. Fue precisamente en ese lugar donde le dio un espaldarazo a Kenny Wayne Shepherd, a quien presentó arriba del escenario cuando apenas tenía 13 años. 

Shepherd lo despidió por redes sociales: “La comunidad de blues perdió a una leyenda y yo perdí a un querido amigo y mentor. Bryan Lee me dio mi primera oportunidad en un escenario frente a una audiencia en Bourbon Street, en Nueva Orleans, cuando tenía 13 años. Se suponía que debía tocar solo dos canciones con su banda, pero Bryan no me dejó bajar del escenario hasta las 4 am. Así comenzó una amistad de toda la vida. Esa noche en el escenario, Bryan me dio confianza para seguir adelante como intérprete. Su guía y aliento fueron monumentales para un niño que intentaba abrirse camino en el negocio de la música. He mantenido el espíritu de Bryan conmigo y en mi música a lo largo de los años e hice todo lo posible para mantenerlo involucrado en las cosas divertidas que estábamos haciendo. En mi documental 10 Days Out Blues From The Backroads se puede observar el interior del alma de un hombre que nació para tocar blues. Descansa en paz Bryan. Te queremos mucho”. 

Bryan Lee se hizo un nombre en Nueva Orleans. Si no fue más popular a nivel mundial se debió a los problemas de salud que lo aquejaron durante toda su vida. No pudo tener una regularidad con las extensas giras, aunque sí tocó en Europa y, en Sudamérica, participó de un festival de blues en Brasil, donde conectó muy bien con la banda de Igor Prado. 

Su fervor religioso lo llevó a superar uno de los momentos más críticos de su vida cuando, en 2004, el huracán Katrina destruyó su estudio de grabación y todos sus equipos. “Al principio quedé devastado, pero luego pensé en que mis seres queridos estaban bien y le agradecí a Dios”, comentó luego.

Ese fue Bryan Lee. 

                                                                               ***

Dos momentos me unen a él. El primero ocurrió a mediados de 1994. Llegué por primera vez a Nueva Orleans en tren desde Houston y me alojé en un hostel que estaba a metros del Barrio Francés. Me hice amigos de un grupo de escoceses y australianos con los que compartía habitación y la primera noche salimos a recorrer los bares de Bourbon Street. Así fue como caímos en el Old Absinthe House. Era viernes y estaba atestado de gente, Lee le sacaba llamas a su guitarra y la gente estaba enloquecida mientras nosotros trasegábamos una lata de Abita tras otra. Hasta ese día nunca había escuchado hablar de él. Al día siguiente me metí en una disquería y me compré su disco Braille Blues Daddy. 

El segundo encuentro fue en abril de 2012. Nueva Orleans fue el primer destino de un viaje al interior del Mississipi. La primera noche vi que Bryan Lee se presentaba en The Saloon, también sobre Bourbon Street, y fui después de comer un exquisito Jambalaya. Ocupé una mesa frente al escenario con un vaso de Jack Daniels. El show duró dos horas y el guitarrista ametralló un blues detrás de otro. Down home blues, I'll play the blues for you, Heat seeking missile y My lady don't love my lady fueron algunos de los temas que tocó. Pero lo mejor vino cuando sus solos furibundos desangraron una notable versión de Blues with a feeling. "I'm in a Freddie King mood today", dijo antes de estrujar las cuerdas de su guitarra preferida, la Gibson Flying V negra.

lunes, 10 de agosto de 2020

Un siglo


El 10 de agosto de 1920, la cantante de vaudeville Mamie Smith entró a los estudios de Okeh Records en Nueva York y grabó junto a los Jazz Hounds, bajo la supervisión del ingeniero de sonido Ralph Peer, el tema de Perry Bradford, Crazy blues, un hecho trascendental para la historia del blues y la música popular. 

El disco de 78 rpm, que en su lado B llevaba el tema It’s right here for you, fue editado en noviembre de ese año y en los primeros seis meses vendió alrededor de un millón de copias, según los registros de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

La letra es el testimonio de una víctima de la violencia machista, una mujer maltratada y abandonada que pierde la cabeza a tal punto de querer matarse.  

Tras el éxito de Crazy blues, Mamie Smith se convirtió en una verdadera estrella y siguió activa durante toda la década aunque paulatinamente fue perdiendo terreno ante otras cantantes como Ma Rainey y Bessie Smith, hasta que murió sumida en la pobreza el 16 de agosto de 1946.


Si quieren saber más sobre la grabación de Crazy blues les recomiendo este podcast de Blues Urbano, por Juan Urbano López.