Bill Perry en Chicago B.L.U.E.S marzo de 2001 |
Chicago B.L.U.E.S marzo de 2001 |
Perry tuvo una carrera interesante y a fuerza de talento se convirtió en uno de los referentes de la escena blusera neoyorquina de mediados de los noventa. Editó tres discos para el sello Virgin: Love Scars (1996), Greycourt Lighnting (1998) y Live in N.Y.C. (1999). Cuatro para Blind Pig: Fire it up (2001), Crazy kind of life (2002), Raw deal (2004) y Don’t know nothing about love (2006). Entre una y otra discográfica, en 1999 el sello independiente del club Manny’s Car Wash lanzó un disco en vivo difícil de conseguir que se llama High Octane.
A fines de los ochenta, antes de que su carrera solista despegara, Perry salió de gira con el veterano de Woodstock Richie Havens y también con The Band. Más allá de sus colaboraciones, siempre trató de imponer un sonido propio y a juzgar por sus discos lo logró. “Me encanta el blues tradicional y lo escucho mucho en casa. Pero no sería natural para mí tocar los viejos clásicos del blues. Me gustan Johnny Winter y Eric Clapton porque lograron tocar blues de otra manera y hacerlo popular, y eso es lo que yo busco”, escribió en la contratapa de uno de sus álbumes.
Los discos que grabó para el viejo sello Point Blank de la Virgin son más recomendables que los de Blind Pig. Suenan más auténticos, con Perry tocando algunos temas acústicos con slide muy convincentes como Darkness of your love, Smokey Joe (Love Scars) o Trust in you (Greycourt Lightning), y otros buenos temas eléctricos como Fade to blue, I’m leavin’ you, Sneaking around, Evil y Gettin’ down. Cuando Blind Pig lo contrató invirtió en otros productores. Fire it up y Crazy kind of Life fueron producidos por Jimmy Vivino; mientras que en Raw Deal y Don’t know nothing about love estuvieron a cargo de Popa Chubby. Los cuatro discos son muy buenos también, los últimos dos más rockeados, pero la magia de Perry brillaba más cuando él mismo se producía y dejaba que toda su luz emanara de sus entrañas.
En sus discos también hay algunos covers excelentes. Son clásicos del rock que Perry reversionó con mucha personalidad, con su guitarra y su voz desgarrada y potente: Gotta serve somebody, de Bob Dylan (Raw Deal); No expectations, de los Stones (Crazy Kind of Life); Ball of confusion, de los Temptations (Don’t know nothing about love); Johnny B. Goode, de Chuck Berry y Little wing, de Hendrix (Live in N.Y.C); y Blue suede shoes, de Carl Perkins (Greycourt Lightning).
Bill Perry fue un guitarrista asombroso, un showman que carbonizaba a su público.
Recuerdo los dos shows que vi, lo apasionado que era cuando se metía de lleno en un solo o cuando su pecho se contraía antes de que aullara la estrofa de alguna canción. Se fue muy pronto. El 17 de julio de 2007 sufrió un ataque cardíaco, de alguna manera relacionado con su diabetes. Tenía 49 años. Cuando se conoció su muerte Richie Havens declaró: “El era el mejor músico de blues del mundo (…) era una persona tímida, pero arriba del escenario era un verdadero monstruo”.
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