miércoles, 29 de agosto de 2018

BluesSoul&Funk.ar

Blue Skull Band - Blues me or lose me. La Blue Skull Band se presenta como representante del género “Blues y Ritmo”, una definición muy acertada. A lo largo de las once canciones que tiene el disco Blues me or lose me (Blueseame o piérdeme) el grupo encabezado por el armoniquista y cantante Germán Canda despliega pasión sin filtro y mucho swing. Canda y María Eugenia Franco se encargan de las voces: él con un timbre de voz nasal y muy enérgico, y ella con mucha dulzura y un registro más souleado. La banda la completan Pablo M. González en guitarra, Ignacio Chichel Mariani en bajo, Carlos Sandoval en teclados y Mauricio Méndez en batería. El repertorio es una combinación del sonido del West Coast, blues de Chicago y Memphis soul. Todo suena muy consistente y ensamblado, y lo mejor aparece cuando se fusionan las voces de Franco y Canda, como por ejemplo en The pleasure is all mine o Wrap it up. Pero también sobresalen las composiciones propias como I know, en la que Canda arrasa con su interpretación vocal, o Bad cat blues, un blues lento en el que Franco nos traslada con su canto hasta el borde del abismo. El disco cuenta con Nico Smoljan como invitado en Hi-Heel Sneakers, uno de los referentes de Canda en armónica, y una sección de vientos encabezada por Emmanuel Gerez, que se suma en algunos temas. Blue Skull Band se propuso “revivir las raíces de la música afroamericana” y, gracias a su talento y la exquisita producción de Daniel De Vita, lo logró con creces.

Los Negronis - Los Negronis. Este sexteto de soul, funk y afrobeat instrumental es un desprendimiento de Támesis. Julio Fabiani (guitarra), Sacha Snitcofsky (bajo), Yair Lerner (trompeta) y Homero Tolosa (batería) dejaron -momentáneamente- el rock trascendental de estirpe sureña para sumarse a Gonzalo Ros (piano) y Federico Álvarez (saxo) con el propósito de recrear el soul y funk urbano de los setentas. Los Negronis son algo así como el enclave local del sonido Daptone, el sello ubicado en Brooklyn, Nueva York, que lanzó a la fama a Sharon Jones y Charles Bradley, entre otros grandes talentos. El álbum tiene la impronta de una banda de sonido de película negra de aquellos años convulsos, un ritmo fenomenal y mucho groove. Hasta la portada nos remonta de manera visual a aquella década. Según me contaron Homero Tolosa y Yair Lerner durante una entrevista en la radio, cada vez que se presentan en vivo la gente se lanza a bailar. Y la verdad es que la música de Los Negronis invita a eso. Es difícil quedarse quieto mientras suena Funky Yaolin o Sugar style, o la bluseada El Mensajero. La de Los Negronis es una propuesta innovadora que está hermanada con la de la cantante Florencia Andrada, de hecho, algunos de sus músicos también integran su banda. Denle play al álbum, suban el volumen y si se quedan quietos es porque algo les está pasando. Están avisados.

lunes, 20 de agosto de 2018

Blues Mafia, la exacerbación del dogmatismo


Las reglas son tan estrictas que parece más un regimiento virtual que un grupo de Facebook para compartir música. Los que son aceptados deben someterse a las imposiciones de sus administradores, liderados por el iracundo Adrián Flores, de lo contrario serán reprobados, humillados y expulsados. No hay lugar para músicos blancos en los posteos, pese a que la mayoría de los que forman parte de Blues Mafia son ¡músicos blancos! Tampoco hay espacio para el debate o el intercambio de ideas. Se hace lo que ordenan Flores y sus acólitos o goodbye baby.

Se hacen llamar “mafiosos” y los que no entienden sus reglas son “monigotes”. Claro que hay que diferenciar a sus miembros. Están los que siguen a Flores y su dogmatismo, sicarios al servicio de una rigidez absurda. Están ahí, agazapados, esperando a que alguien se equivoque y suba un video de Paul Butterfield o Johnny Winter para desterrarlo. Ni hablar si alguno se atreve a postear algo relacionado con Joe Bonamassa: en ese caso podría llegar a ser incinerado en una hoguera 2.0. Son como la Inquisición. Blues tradicional o muerte. Pero también están los otros, que de buena voluntad se suman para compartir su pasión por el blues y no participan de las agresiones o ataques hacia los desprevenidos o los que tienen gustos más amplios.

Para ingresar a Blues Mafia primero hay que responder estas tres preguntas: “¿Considera usted que los que mejor hacen el blues son los afroamericanos?”; “Mencione un artista de Texas, uno de Chicago y otro de Mississippi que usted crea que son fundamentales”; y “Por qué tenemos que aceptarlo a usted en este grupo? De sus razones”. Tras responder ese breve cuestionario, el solicitante tiene que aguardar a que Flores lo apruebe.

Una vez adentro, el nuevo miembro se topa con este cartel en letras mayúsculas: “AQUI SOLO BLUES DE VERDAD ESTA PERMITIDO. SI TE GUSTA EL BLUES DEL CULO, TENE CUIDADO CON LA BLUES MAFIA”. Tras la advertencia, el nuevo miembro empieza a disfrutar de videos de Jimmy Rogers, Robert Pete Williams, Babecue Bob, Charley Patton, James Cotton y otras leyendas del género. También puede toparse con temas de artistas más desconocidos como Hogman Maxey o Crying Sam Collins, gracias al aporte de los maestros Carlos Bada o Max Hoeffner, o descubrir a los nuevos exponentes del blues tradicional como Jontavious Willis. Otra de las ventajas de Blues Mafia para los más nuevos es que a veces algunos usuarios suben discos para descargar que son difíciles de conseguir.

Pero está la contracara, esa que motivó este texto, el dogmatismo exacerbado que queda de manifiesto en otro de los posteos, así en mayúsculas, de Adrián Flores: “ESTE ES UN GRUPO PARA LA DIFUSION E INTERCAMBIO DE BLUES, MUSICA AFROAMERICANA, POR LO TANTO LOS POST DEBEN ESTAR RELACIONADOS SOBRE LOS ARTISTAS QUE REUNAN ESTA CONDICION Y SEAN REPRESENTATIVOS EN SU FORMA MAS PURA EN EL ESTILO , CUALQUIER POST QUE NO CUMPLA ESTAS CONDICIONES, COMO SER ARTISTAS BLANCOS ROCKEROS O PROPAGANDA DE SUS PROPIOS SHOWS SERAN ELIMINADOS AUTOMATICAMENTE Y EL MIEMBRO EXPULSADO DEL GRUPO. TAMBIEN RECIBIRA EL ACCIDENTE QUIEN PONGA UN ME GUSTA EN UNA PUBLICACION ELIMINADA. ¿CAPICHE?”

Un “me gusta” a un posteo de otro sobre Sharon Jones o Jimmie Vaughan, por ejemplo, puede costar muy caro. En ese caso serán eyectados tanto el que lo publicó como aquel que mostró su agrado por el video. No hay grises. Claro que su administrador, y Dueño Absoluto del Blues, sí puede postear sobre su programa de radio o promocionar los shows de los músicos que trae desde Estados Unidos. Y bueno… es el dueño de la pelota. En definitiva, el contenido del grupo es muy bueno y vale la pena estar para conocer más sobre el blues más puro y tradicional, pero hay que someterse a la disciplina castrense o de lo contrario uno queda sujeto a un juicio sumario.

Las redes sociales facilitan el contacto entre sus fieles y también son una gran fuente de acceso a la información. Pero muchas veces hay que lidiar con posiciones recalcitrantes y sectarias que derivan en agresiones, o las fake news -la semana pasada fue el propio Flores el que difundió que Lazy Lester había muerto cuando no era así- que tanta confusión aportan. El blues es una música hermosa, tanto en su vertiente más tradicional como en los distintos estilos que fueron surgiendo por regiones y con el tiempo. Y por ser una música popular no debería regirse por dogmas, estructuras cerradas o posiciones elitistas como las que propone Blues Mafia.

martes, 14 de agosto de 2018

Triste, solitario y final


¿Qué pasó en la celda del Centro de Detención de Fairfax County, en Virginia, la noche del 14 de agosto de 1988? La versión oficial es que Roy Buchanan ató su camisa a los barrotes de la ventana y se ahorcó. En los registros policiales quedó consignado que fue ingresado a las 22:55, que a las 23:05 un guardia pasó por la celda y vio que estaba todo en orden y once minutos después, a las 23:16, cuando volvieron a verlo, ya estaba muerto. La investigación se cerró como suicidio, pero sus allegados declararon entonces que tenía unos moretones en la cabeza que pusieron en duda la causa de la muerte.

Esa noche fatal, hace hoy 30 años, comenzó con una borrachera en un bar llamado Ruby Tuesday’s, y al volver a su casa, Buchanan comenzó a discutir en un tono elevado con su esposa, Judy. Ella se puso nerviosa y llamó a la policía. Buchanan arrancó el teléfono y se fue en medio de un escándalo. Poco después, dos agentes lo detuvieron mientras vagaba por la calle. Si bien faltan algunas piezas del rompecabezas y las dudas contra la policía siempre estarán -¿le habrán dado una paliza para calmarlo, lo mataron y armaron la escena del suicidio?- lo cierto es que el mejor guitarrista desconocido del mundo, tal como lo apodaron en la década del setenta, murió en una oscuro y húmedo calabozo policial.

El legado de Roy Buchanan es inconmensurable. Su estilo fue único e inigualable, era muy poco ortodoxo para las escalas y utilizaba una depurada técnica en la digitación, combinando el uso de sus dedos con la púa. Lograba sacar unos agudos muy intensos, casi hipnóticos, concertando la melancolía del blues con cierto toque country. Roy Buchanan marcó un antes y un después en la historia de la guitarra eléctrica con la Telecaster como emblema.

Su música se puede rastrear hasta la década del cincuenta, cuando integró la banda de Dale Hawkins, con quien grabó en 1958, para Chess Records, una versión de My babe, de Willie Dixon, que fue un éxito, y dos años después se sumó al grupo de Ronnie Hawkins, lo que sería la génesis de The Band. De hecho, Robbie Robertson reconoce a Roy Buchanan como una de sus máximas influencias.

Pese a su virtuosismo y su fuerza emotiva, su personalidad retraída chocó siempre con las pretensiones de la industria discográfica. Tal vez por eso atravesó la década del sesenta entrando y saliendo de distintas bandas -entre ellas la de Charlie Daniels- o trabajando como músico de sesión. Fue recién a comienzos de los setenta que firmó con Polydor y editó cuatro discos que son la columna vertebral de su carrera. Su firma de esos años quedó asentada en temas como The Messiah will come again, Roy’s bluz y Tribute to Elmore James. Luego tuvo un paso por Atlantic Records, con la que grabó otros cuatro álbumes, en los que se destacan los efervescentes covers de Down by the river (Neil Young), If six were nine (Jimi Hendrix) y Green onions (Booker T & The MG’s).

Pero su desencanto con el negocio de la música y los malos manejos de Judy, que además de su esposa también era su manager, lo llevaron a alejarse durante cuatro años de la escena a comienzos de los ochenta. Fue Bruce Iglauer, de Alligator Records, quien lo vio en vivo en Toronto y lo fichó de inmediato. Así fue como el guitarrista que había dejado boquiabierto a Eric Clapton, que le había enseñado la técnica de la Telecaster a Jeff Beck, que le hizo un desplante a John Lennon y que estuvo en la órbita de los Rolling Stones para reemplazar a Brian Jones, editó tres discos más para el poderoso sello de Chicago: When a guitar plays the blues (1985), Dancing on the edge (1986) y Hot wires (1987).

Pero los ochenta también lo acercaron a la cocaína y con el consumo excesivo de alcohol, que durante las últimas décadas había entrado y salido de su vida, se convirtieron en un cóctel explosivo. Así volvieron a aparecer todos sus demonios y su interior se volvió más tormentoso hasta llevarlo a ese triste, solitario y final.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Patriada blusera

La Mississippi
En Salta hay un loco, de esos locos lindos, soñadores, que quiso organizar el festival de blues más grande la provincia, de todo el NOA. Y lo hizo. Tal vez el resultado desde lo económico haya sido malo para él, pero desde el punto de vista artístico logró reunir en el Teatro Provincial de la capital provincial, a bandas de la talla de La Mississippi, Memphis, Nasta Súper, Vudú y solistas como Deborah Dixon y el guitarrista estadounidense Josh Smith. El responsable de esta patriada blusera se llama Fran Molins, de apenas 29 años y saxofonista de una banda local. Aunque cueste creerlo organizó todo solo, con alguna ayuda de sus amigos y unos pocos sponsors que contribuyeron con algo de dinero.

“Fran es un soñador. Y se lanzó a concretar su sueño. Él hizo sus números y le cerraba. Pero yo le advertí: ´Hijo con tantos productores de shows que hay en la provincia ¿por qué ninguno organiza algo así? No debe ser tan fácil’”, me dijo su padre, también llamado Francisco, pero al que todos llaman Pancho, un reconocido comerciante salteño.

El festival Aires de Blues fue un monstruo de cuatro cabezas: unos 60 pasajes aéreos, alojamiento, traslados y comidas para todos los músicos. Tres fechas en el inmenso teatro con capacidad para 1500 personas, ubicado sobre la calle Zuviría, frente a la plaza 9 de Julio, la principal de la ciudad. El viernes 3 de abril se realizó la primera fecha, que contó con Memphis la Blusera como show principal y antes tocaron los jujeños de La Vilca Band, y los créditos locales Bigotones y Perro Ciego.

La Catedral Basílica de Salta
Con Gabriel Grätzer llegamos el sábado a la mañana para presentar el libro Bien al Sur-Historia del Blues en la Argentina. Viajamos en el avión junto a Josh Smith, el productor Mariano Cardozo, todos los músicos de Nasta Súper y de la banda de Deborah Dixon. Al llegar al hotel, sobre la calle Córdoba, nos cruzamos con El Ruso Beiserman y Gustavo Villegas, que estaban preparándose para regresar a Buenos Aires. Salta respiraba blues. Pero nosotros, antes de sumergirnos en el océano musical del festival, hicimos lo que toda persona que está en sus cabales tiene que hacer cuando llega a esa provincia: comer unas empanadas. Con Grätzer fuimos al Patio de la Empanada, frente a la peña de Valderrama, y pedimos un surtido de carne, queso y pollo. Cada una a 9 pesos. Ricas y baratas. Mejor imposible. Por la tarde fuimos al moderno edificio de Swiss Medical, y en el auditorio del tercer piso, presentamos el libro. No vino mucha gente, pero los que fueron se mostraron muy interesados en el libro y se dio una linda charla. Llevamos Bien al Sur bien al norte (de la Argentina).

Deborah Dixon
Tras un descanso obligado fuimos al teatro para la segunda fecha del festival. Primero se presentaron los chicos de Perro Suizo, que vinieron desde Rosario, y luego Fran Molins y Dale Mecha Brass Orquesta, en una explosión rock y funk que combinó músicos salteños con cordobeses bajo la batuta musical de Richard Nant, de la Bomba del Tiempo. Más tarde subió la reina Deborah Dixon, acompañada por Juan de la Cruz Ramos en guitarra, Patán Vidal en teclados, Mauro Ceriello en bajo y Alejandro Dixon en batería. Presentaron su proyecto Walking blues, que incluyó un repertorio con clásicos del blues, el soul y el rock como The thrill is gone, Knock on Wood y Route 66.

Rafael Nasta y Josh Smith
El cierre de esa noche estuvo a cargo de Nasta Súper, que mostró la solidez de siempre apuntalado por la precisión de la rítmica voraz que conforman Mauro Ceriello y Gabriel Cabiaglia, la frescura del hammond de Walter Galeazzi y los punteos siempre eficaces y penetrantes de Rafa Nasta. El final de su show tuvo a Josh Smith como invitado. El guitarrista californiano mostró una técnica exquisita a la hora de interpretar clásicos como Paying the cost to be the boss y Crosscat saw, y también se lució en un duelo fenomenal con Rafa Nasta en un slow blues. Smith tocó una guitarra diseñada especialmente para él, similar a una Telecaster, y utilizó una pedalera muy compleja. Si bien es un gran guitarrista, arriba del escenario no es muy expresivo, reflejo de su personalidad retraída.

Cerro San Bernardo
El domingo, con los músicos Nasta Súper y Mariano Cardozo fuimos a conocer el Museo de Alta Montaña (MAM), donde están las momias de los niños incas que fueron sacrificados, y luego hicimos un paseo en teleférico hasta el cerro San Bernardo, que tiene una imponente vista de la ciudad, y luego fuimos a un asado con el resto de las bandas en el playón de la familia Molins. Por la noche llegó la tercera y última fecha del festival que incluyó cinco shows: los locales Farlaine Rockets y Los Kuervos, con una impronta más rockera; El Viejo Truco, puro power blues de La Rioja; y el vértigo de Vudú, la tremenda banda rosarina que levantó al público y lo dejó listo para el gran cierre.

A las 23:30 se corrió el telón por última vez y La Mississippi apareció en escena con todo su arsenal blusero. Comenzaron con El dieciséis y durante una hora interpretaron muchos de sus grandes clásicos -Blues del equipaje, San Cayetano, Café Madrid, Mala transa y Un trago para ver mejor- y dos covers: Post Crucifixión (Pescado Rabioso) y No obstante lo cual (Riff). Como siempre, Ricardo Tapia volvió a demostrar que es el número uno arriba del escenario y los demás músicos, que con el paso del tiempo cada vez tocan mejor.

Fran Molins (saxo)
Aires de Blues cumplió desde lo artístico y eso es lo que siempre recordarán en Salta. Fue uno de los eventos musicales más importantes que se hicieron en la provincia, pese a que el público no acompañó masivamente. En su Facebook, Fran Molins escribió: “Intenté dar lo mejor. Hasta donde pude, con lo que pude. Larga vida al blues. Aires de Blues Salta fue un sueño que difícilmente se vuelva a repetir. Pero el agradecimiento para todos los que formaron parte será eterno. Y sin dudas, éste fin de semana quedará para siempre”. Tan mal le fue económicamente que hasta puso en venta su saxo para empezar a saldar la deuda.

Carlos “Pirimpimpin” Geniso, que había sido baterista de Avalancha, perdió una fortuna cuando trajo por primera vez a la Argentina a B.B. King en abril de 1980. Pero logró recuperarse, volvió a traerlo en la década del noventa varias veces y hoy es uno de los productores de shows más importante de Sudamérica. Cuando Fran Molins pueda recomponerse y evaluar todo lo que pasó seguramente volverá a planear el próximo festival Aires de Blues. Porque está en su esencia, porque es un soñador y porque ama la música.

jueves, 2 de agosto de 2018

Extractos de 1968

La Guerra de Vietnam, el Mayo francés, los asesinatos de Martin Luther King y Bobby Kennedy, la matanza de Tlatelolco y la Primavera de Praga fueron algunos de los acontecimientos más destacados del convulsionado 1968. En el plano musical, los Beatles lanzaron el álbum blanco; Hendrix, Electric Ladyland; y los Stones, Beggars banquet. También fue el año del extraordinario At Folsom prisión de Johnny Cash y The dock of the bay, el álbum póstumo de Otis Redding. En el terreno del blues, Chess editó el disco maldito de Muddy Waters, Electric Mud, mientras que Buddy Guy, Magic Sam y Otis Rush le daban una vuelta de tuerca al género en Chicago, y Johnny Winter comenzaba a asomar con fuerza en Texas. Fue también el año de varios debuts discográficos. A 50 años de aquellos acontecimientos recordamos algunos de esos lanzamientos de enorme trascendencia:

Jeff Beck Group - Truth. Este disco puede ser recordado por tres acontecimientos diferentes. El primero, y más obvio, es que se trató del álbum debut del guitarrista que había dejado a los Yardbirds para encarar su proyecto personal. El segundo, es que fue la antesala del éxito de Rod Stewart, quien aquí descolló con su tremendo registro vocal, que se volvería su marca registrada. Y, por último, muchos especialistas coinciden en que, a diferencia de muchos otros discos de blues-rock de la época, por la potencia de la sección rítmica y la distorsión de la guitarra, se trata del embrión del heavy metal. Además de la innovadora y psicodélica guitarra de Beck, y la voz fervorosa de Stewart la banda se completó con un futuro Stone al bajo, Ron Wood, y un ex John Mayall’s Bluesbreaker en batería, Micky Waller. En cuanto a las canciones: el álbum contó con dos viejos blues de Willie Dixon -You shook me y I ain’t superstitous- reinterpretados con mucha energía; un tema de los Yardbirds, Shapes of things, que la banda volvió a grabar; y algunas composiciones que llevan el crédito de “Jeffrey Rod”, la firma de la dupla Jeff Beck-Rod Stewart. El álbum incluye también el Beck’s bolero, grabado un año antes en lo que pretendió ser un súper grupo que no fue: Jimmy Page toca la guitarra de doce cuerdas, Nicky Hopkins se encarga del piano y Keith Moon, en los créditos mencionado como “You know who”, aporrea la batería. Fue el comienzo de una errática carrera discográfica para Jeff Beck y una repleta de éxitos para Rod Stewart.

The Band - Music from the Big Pink. The Hawks, la banda canadiense que acompañó a Ronnie Hawkins, entre 1958 y 1963, y a Bob Dylan en sus giras de 1965 y 1966, llegó a un punto de su carrera en que necesitaba dar rienda suelta a su propia voz. Y así fue como en 1967 Levon Helm, Robbie Robertson, Rick Danko, Richard Manuel y Garth Hudson se instalaron en una casa rosada de West Saugerties, en el estado de Nueva York, para interpretar algunas canciones de Dylan en el sótano y componer otras. Albert Grossman, que también era el representante de Dylan, llegó a un acuerdo con Capitol Records y la banda se lanzó a los estudios A&R en Manhattan, de la mano del productor John Simon, donde grabaron el núcleo del álbum: Tears of rage, Chest fever, We can talk, This wheel's on fire y The Weight, que se convirtió en un himno de la contracultura y una de las canciones más versionadas de la historia de la música contemporánea. Hubo una segunda sesión en Los Ángeles, en la que la banda completó el repertorio, entre los que sobresale un hermoso cover de I shall be released, de Dylan, y Long black veil en la que completaron un repertorio que se nutrió del country, el rock, el folk y hasta algo de blues. La historia cuenta que Dylan quiso cantar en alguno de los temas pero que finalmente la banda decidió que no lo hiciera para que toda la atención se concentrara en ellos. Sin embargo, Dylan aportó lo suyo: el dibujo que se usó para la portada. Music from the Big Pink es un álbum hermoso que superó el paso del tiempo.

Creedence Clearwater Revival - Creedence Clearwater Revival. La banda de los hermanos Fogerty, con John como líder indiscutido, logró absorber y reinterpretar la música de raíces con absoluta fidelidad y mucha personalidad como muy pocos otros grupos pudieron hacerlo. En apenas cinco años y con un puñado de discos editados lograron definir su sonido y componer -y recrear- docenas de temas que se convirtieron primero en hits y luego en himnos de toda una generación. El fenómeno de Creedence superó las fronteras y el tiempo, la voz y la guitarra de John Fogerty son fácilmente reconocibles hasta para los más desatentos. El primer álbum de la banda sentó las bases de lo que vendría después. Es cierto que aquí los mejores temas son los covers de I put a spell on you, Susie Q y Ninety-nine and a half (won't do), las tres interpretaciones extraordinarias, y que a la prosa compositiva de John Fogerty todavía le faltaba un poco más de desarrollo. Con todo, The working man y Porterville son excelentes composiciones, aunque con los éxitos que lanzaría en sus siguientes discos quedarían relegadas en la consideración del público. El track list se completa con Get down woman, un blues bien crudo de Fogerty; la psicodélica Gloomy; y la pantanosa Walking in the water, la única en la que comparte el crédito con su hermano Tom. Creedence se nutrió del soul, el country, el blues y el gospel para escribir su propia historia a puro ritmo y rock and roll.

Neil Young - Neil Young. El álbum debut de Neil Young, lanzado en noviembre de 1968, fue un disco de transición. Lo encontró al cantante y guitarrista canadiense librándose de Buffalo Srpingfield, aunque todavía un poco verde para llegar a la altura artística de sus siguientes creaciones: Everybody knows this is nowhere (1969) y After the gold rush (1970). Para que el cambio no fuera tan brusco, Young recurrió a Jack Nitzsche para la producción, el mismo con el que había trabajado en el disco Buffalo Springfield Again (1967). La Rolling Stone definió al álbum como “una deliciosa reanudación solista del sonido de Buffalo Sprongfield” y más tarde el sitio Allmusic.com lo calificó como “una introducción en clave baja a la carrera solista de Young”. La banda se conformó con Nitzsche al piano, Ry Cooder en guitarra, Jim Messina en bajo y George Grantham a la batería. También colaboraron el baterista Earl Palmer y, en los coros, la cantante Marry Clayton, la misma de Gimme shelter de los Stones. Las canciones fueron casi todas compuestas por Young, a excepción de String quartet from whiskey boot hill escrita por Nitzsche. El álbum tiene un tono bucólico, con mucha influencia del country weatern y el folk, siendo The loner el tema más memorable. También asoman otras buenas canciones, como The old laughing lady y The last trip to Tulsa, un anticipo creativo de lo que vendría después. En definitiva, un disco que vaticinó en cuentagotas el lado creativo de Young.

Steppenwolf - Steppenwolf. La banda canadiense liderada por el guitarrista y cantante John Kay tuvo un éxito descollante con el tema Born to be wild, que se convirtió en un emblema musical de la década del sesenta. Fue el tema principal del road-movie Easy Ryder, que protagonizaron Peter Fonda y Dennis Hooper. La canción representa la búsqueda de la libertad en medio del profundo cambio cultural que atravesaba Estados Unidos y el mundo. Born to be wild es una crónica de época, entre el amanecer del verano del amor (1967) y el ocaso del Festival de Woodstock (1969). No fue la única canción del álbum que se utilizó para el soundtrack de la película: The pusher, con su sonido psicodélico y su letra cruda que distinguía entre un delaer de marihuana que vendía “dulces suelos” y el de drogas duras, un “monstruo al que no le importa si vivís o morís” también es otro punzante relato de aquellos días. Pero, además, el disco manifiesta su raíz blusera, con una hechizante versión de Hoochie coochie man y una composición de Kay, Your wall is to high. La banda también rinde tributo a Chuck Berry con la fenomenal Berry rides again e interpreta Sookie Sookie, un tema compuesto por el genio del soul Don Covay. Steppenwolf no volvió a tener un éxito como Born to be wild, pero con esa canción dejó su huella marcada para siempre.