martes, 12 de abril de 2022

El mensajero

                   Mire mire que locura, mire mire que emoción, esta noche toca Bernard el año que viene tocan los Stones

Para cuando Juan Ignacio Muñoz, el dueño de 40x5 Tributo Bar y reconocido fan Stone, terminó de pronunciar unas palabras introductorias que apenas se pudieron escuchar, densas nubes de humo cubrían el ambiente y la excitación del público estaba en su punto de ebullición. Se corrió el telón y la silueta de Bernard Fowler apareció en el centro de la escena. De espaldas al público comenzó a moverse al ritmo de la banda y anunció: “Fiesta toda la noche”.

La sala del teatro Vorterix estaba colmada por una tribu que no solo fue a rendirle pleitesía a tremendo vocalista, sino que también fue a hacerle un pedido, casi una súplica, un llamado desesperado para que le transmita a los Rolling Stones que aquí, en el vértice inferior izquierdo del mapa mundial, hay un deseo ferviente de verlos en vivo una vez más. Fowler vino a hacer la suya, un documental, un disco de tango cantado en inglés, pero no puede desentenderse del vínculo que tiene con el público argentino gracias a la banda británica. Hacerlo sería tan absurdo como sacarse un pesado abrigo de piel en medio de una tormenta de nieve.

Por eso no fue indiferente al clásico cántico de ooohh vamos los Stones y regaló una buena cantidad de versiones de temas de la banda como la enérgica You Got Me Rocking, Tumbling Dice, Miss You y Jumping Jack Flash, estas últimas dos con Jimmy Rip como invitado. También bluseó con Honest I Do, de Jimmy Reed, que los Stones versionaron en sus inicios. Hubo funk. También reggae, con una notable versión de The Letter, un clásico de los sesenta de The Box Top, que,  sobre la marcha, como en su disco The Bura, mutó a Get Up Stand Up. Rindió homenaje a David Bowie con The Jean Genie, con Carca como invitado en guitarra, Rebel, Rebel y una superlativa versión de Heroes.

Durante las casi dos horas que duró el show, Fowler mostró un tremendo registro vocal y mucha personalidad arriba del escenario. Y también se notó que estuvo muy a gusto con la banda, conformada por músicos a los que conoce muy bien: Pilo Gómez en guitarra, Fabián Von Quintiero en bajo, Gonzalo “Gaita” Lattes en segunda guitarra, Nico Raffetta en teclados, Carlos "Melena" Sánchez en batería, más los coros de nuestras chicas del blues Florencia Andrada y Emma Laura Pardo.   

El cierre de la noche tuvo más fervor Stone, con Sympathy For The Devil, con un grupo de percusión sobre el escenario, y Satisfaction que hicieron delirar y bailar a las 1.500 personas que coparon Vorterix.

Fowler se volverá a encontrar con los Stones el mes que viene para preparar la gira europea que comenzará el 1º de junio en Madrid y podrá llevarles el mensaje para que vengan el año que viene, que acá los esperan con ganas. La gente está, el emisario también. Ahora faltan los capitalistas. Vamos muchachos… que 2023 vuelva a ser un año Stone en la Argentina.  

jueves, 7 de abril de 2022

Hasta los huesos


Cuando tenía nueve años, CeDell Davis comenzó a sentirse muy enfermo. El diagnóstico fue contundente: poliomielitis. Corría 1937 y por aquél entonces sobrevivir a esa enfermedad era una hazaña… o un milagro. El pequeño CeDell cumplió diez años con gran parte de su cuerpo paralizado, pero esquivó a la muerte. La enfermedad lo cambió para siempre: atrofió severamente su mano izquierda y dejó algunas secuelas en la derecha.

Eran tiempos duros en los Estados Unidos. El país todavía sentía los estragos de la Gran Depresión y los negros del sur vivían sometidos por la segregación racial. CeDell era de una familia pobre de Helena, Arkansas, y una salida era la música. Su mano izquierda no le permitía tocar la guitarra como es debido y por eso desarrolló un estilo rústico y muy personal. Dio vuelta la guitarra, como si fuese zurdo, y se valió de un cuchillo, de esos que se usan para untar manteca, a modo de slide. Así logró un sonido único: presionando las cuerdas con el mango de metal consiguió una plasticidad tonal que por momentos parece estar desafinando, aunque en realidad lo que hace es obtener un tono alternativo. Empezó con esa técnica en la guitarra acústica y después la llevó a la eléctrica.

CeDell Davis había empezado a tocar la guitarra y el diddley-bow (instrumento rudimentario de una cuerda) desde muy chico, durante su estancia en Tunica, Mississippi. Más allá de su forma de tocar, que fue perfeccionando con el tiempo, cantaba con una pasión desmedida. Las venas del cuello se le hinchaban tanto que parecían estar a punto de estallar. Sus ojos sanguinolentos dejaban al descubierto todo su sufrimiento, que emanaba de manera cruda desde sus entrañas, o tal vez más adentro, desde la médula misma.



Durante la década del cuarenta hizo presentaciones regulares en juke joints de su ciudad natal y alrededores, donde las figuras destacadas eran leyendas como Sonny Boy Williamson y Roosevelt Sykes. A comienzos de los cincuenta trabó amistad con Robert Nighthawk, a quien acompañó durante buena parte de esa década por clubs del Delta del Mississippi, especialmente en Clarksdale. En 1957, cuando apenas tenía 30 años, se mudó a St. Louis y volvió a sufrir un nuevo embate. Estaba tocando en una taberna junto a Nighthawk y Sam Carr cuando se desató una violenta pelea entre el público. La policía irrumpió en el lugar y se produjo una estampida. CeDell Davis cayó al piso y fue pisoteado por la masa. Sobrevivió una vez más, pero sufrió múltiples fracturas en sus piernas y quedó postrado en una silla de ruedas de por vida.

Desde entonces, las letras de sus canciones relatan historias y el drama que le tocó vivir. Son el universo absoluto del blues.




En 1961, volvió a Arkansas y se instaló en Pine Bluff. Pese a sus limitaciones físicas, siguió tocando todo lo que pudo. Recién a finales de los setenta, algunas de sus canciones fueron incluidas en un álbum recopilación titulado "Keep it to yourself: Arkansas blues", que fue editado por Rooster Blues Records en 1983. Davis se hizo amigo por aquél entonces del escritor Robert Palmer, autor del libro Deep Blues. En 1993, Palmer fue el productor del tremendo disco de Cedell, "Feel Like Doin’ Something Wrong", el primero de tres álbumes que grabó para el sello Fat Possum.

A partir de su trabajo con el sello radicado en Oxford, Mississippi, CeDell Davis se volvió en un ícono del sur profundo. Participó de varios festivales, especialmente el de Helena, y siguió grabando. Uno de sus discos, "Lightning Struck The Pine", editado por el sello Fast Horse, contó con la participación de músicos de bandas de rock como REM y Screaming Trees. En 2001, Buddy Guy grabó un tema suyo, "She Got The Devil in Her", para su álbum "Sweet Tea".

Cedell tocó la guitarra hasta 2012, cuando sufrió un derrame que le inmovilizó el lado derecho del cuerpo. Pese a ello, siguió con las presentaciones en vivo, ya sin tocar la guitarra, sólo para cantar sus blues, y grabó dos discos para el sello Sunyata Productions. 

Pese a todos los problemas de salud con los que tuvo que lidiar a lo largo de su vida, la muerte lo alcanzó con 91 años el 27 de septiembre de 2017.

Su legado no está tan difundido como el de otros bluesmen, pero si lo que se busca es la esencia misma de la música negra, en su versión más primaria cruda y descarnada, CeDell Davis es la respuesta.