jueves, 26 de septiembre de 2013

Finísimo

Una de las voces más representativas de la Costa Oeste y uno de los guitarristas más exquisitos de la nueva generación se unieron para este álbum sublime. Una combinación de talentos que nos retrotrae a comienzos de la década del 70, cuando artistas como B.B. King o Bobby Bland lucían sus fusiones de blues y soul amparados por grandes secciones de vientos.

Tasby nació en Dallas, Texas, en 1940. Allí se crío y formó su primera banda, los Thunderbirds. Durante algunos años el grupo supo abrir shows de talentosos bluesmen como ZZ Hill, Lowell Fulson, Freddie King y otros. En 1973, Tasby se mudó a Los Angeles y allí encontró su hogar. Formó otra banda y empezó a codearse con Percy Mayfield, Big Mama Thorton y hasta con B.B., cada vez que éste iba a la ciudad. Fue una década prolífica para él: grabó para el sello Big Town, de los Bihari Brothers, y eso le abrió paso, con el tiempo, a otras compañías como Ace y Evidence.

Con los años, su presencia se consolidó en festivales de blues de los Estados Unidos y Europa. En 2004, formó los Manish Boys, junto a Kirk Fletcher y otros músicos de la Costa Oeste, con los que grabó media docena de discos para el sello Delta Groove. En 2011, fue invitado por Elvin Bishop a formar parte de su Raisin' Hell Revue junto a John Nemeth y Kid Andersen. El disco los llevó de gira y fue así como Tasby forjó una buena relación con el guitarrista noruego, basada en una mutua admiración y una gran sinergia musical. Producto de esa amistad nació este álbum, tal vez el último que registre su suave y melódica voz, ya que en diciembre del año pasado Tasby sufrió un ACV que le paralizó la mitad del cuerpo.

Cuando eso sucedió, el disco estaba en su fase final. Kid Andersen, que además de ser el guitarrista principal fue el productor, se encargó de terminarlo. El resultado son once hermosas y finísimas canciones en las que además de la fenomenal voz de Tasby se destaca la extraordinaria destreza con las seis cuerdas de Andersen. El repertorio es una mezcla de clásicos –Rainy night in Georgia, Worried life blues- con algunos temas propios del cantante.

Las ventas de Snap your fingers servirán también para recaudar fondos para la asistencia médica de Tasby, algo que viene sucediendo desde hace meses con conciertos a beneficio de los que, además de Andersen, participaron Kim Wilson, Rusty Zinn, Mark Hummel, Rick Estrin, James Harman, Steve Freund y Elvin Bishop.

Esta es una buena oportunidad para escuchar la suma de un cantante auténtico con un guitarrista impresionante, quien aquí mostró toda su energía y talento en La Trastienda cuando vino con los Nightcats de Rick Estrin. Snap your fingers fue editado por el sello Bluebeat Music y es uno de esos discos que no tienen desperdicio y que los amantes del buen blues no pueden dejar pasar.


lunes, 23 de septiembre de 2013

La comunidad del blues local

“Esto lo hacemos para apoyar a las bandas locales”, dijo Gustavo “Pollo” Zungri en el intervalo entre dos de las presentaciones. No hay muchos más secretos acerca de esta cumbre del blues argentino. El Festival con Alma de Blues comenzó con cuatro buenas -y diversas- propuestas. Pero lo más importante es que empezó y que va a seguir. Y si ayer en República de Acá había una buena cantidad de gente, se espera que los próximos tres shows, el público crezca.

El evento fue organizado por el Pollo con el asesoramiento del gran Víctor Hamudis y se transmitió en vivo por la comunidad blusera de Taringa. La noche comenzó con el Delta blues de Goyo, quien con su voz poderosa y su slide interpretó clásicos del género como Dust my broom, Pony blues, Boogie chillum, Crossroads y Stop breakin’ down. Un hombre y su guitarra. Blues en estado embrionario. Eso es lo que ofrece siempre Goyo con mucho respeto y pasión.

La impronta acústica dio paso al retro blues de Matías Cipilliano y la Dynamo. Cada vez que escucho el sonido encapsulado y sutil que logra con el reverb al mango me recuerda al Rick Holmstrom de Lookout o a los discos que grabó con Johnny Dyer. Acompañado por Nico Smoljan en armónica, Tavo Doreste en teclados, Mauro Ceriello en bajo y Damián “Hueso” Casanova en batería, comenzó con un instrumental con mucho swing. Luego se sumó el Ciego Goffman para cantar You don’t love me, de T-Bone Walker, Why should i feel so bad, de Sugar Ray Norcia, y Lonesome train. Cipilliano invitó a Dafne Andersen a cantar The thrill is gone y a Rodigo Pardo para un duelo instrumental. Fueron 40 minutos a puro West Coast.

“Y ahora prepárense para los vientos del blues”, anticipó El Pollo. Gady Pampillón tiene un estilo más parecido al de Chris Duarte, Pat Travers y esos violeros que le imprimen mucho rock al blues. Su show es aguerrido e intenso, Gady usa mucho los pedales y toca muy fuerte. La banda -integrada por Claudio Hernández (guitarra), Silvio Hunko (bajo) y Ricardo Alonso (batería)- lo acompaña con paso firme. La mitad de los temas que tocaron son del disco Conventillo y la otra mitad pertenece al próximo álbum que, según anunció, saldrá pronto. Fue muy interesante escuchar el contraste sonoro de los solos de Gady con su Telecaster y los de Hernández con la Les Paul. En Estuve pensando, subió como invitado Federico López, el armonicista de La Borgoña.

El cierre de la primera fecha tuvo como protagonista a Daniel Raffo & King Size. Empezó y terminó con instrumentales y en el medio metió un repertorio de finísimos clásicos del blues. Raffo mostró su gran técnica con Double trouble, de Otis Rush; Have you ever loved a woman, de Freddie King; Personal manager, de Albert King; I’m gonna find my baby, de T-Bone Walker. Fue impresionante la interpretación de All your love y magnífica la de Get off my lfe woman, que comenzó con Guido Venegoni casi rapeando como lo hacía Solomon Burke. También fueron brutales sus solos inspirados en Magic Sam, en Roll your Money maker. Raffo además de ser un virtuoso tiene la fortuna de tener un respaldo rítmico imbatible: su hijo Pato en batería, Mariano D’Andrea en bajo y Tavo Doreste en piano.

Si bien en el mundo del blues todo cuesta mucho (los músicos lo saben mejor que nadie), eventos como este son indicativos de que hay un buen presente y que el futuro puede ser mucho mejor.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Cinco estrellas

El Volumen ll de Blues en Movimiento es una joya absoluta. La idea, las canciones, los músicos, la producción y el diseño conforman un álbum imprescindible, que seguramente será referente de esta generación del blues local. Tres guitarristas sub 30, Nacho Ladisa y el experimentado Roberto Porzio son los protagonistas estelares de esta celebración de los doce compases.

Mauro Diana y Gabriel Cabiaglia son los mentores y productores de este disco, que fue grabado entre enero de 2012 y marzo de este año en el estudio de la Escuela de Blues y contó con la masterización de Fernando Martínez. La particularidad del Volumen l eran canciones propias de los protagonistas cantadas en español, mientras que aquí son todos covers de clásicos del género. Desde lo visual, el diseño de la portada y su interior es ampliamente superior. Mientras que el disco lanzado en 2011 tiene un arte sencillo y minimalista, el trabajo que aquí hizo Ornella Capone pone lo estético al servicio de la información: a cada protagonista se lo identifica con una guitarra y un color.

El disco arranca con Roberto Porzio, integrante de los Easy Babies, cantando con exquisito registro I feel so bad, de Chuck Willis, y el sonido de su Les Paul rindiendo homenaje al gran Freddie King con profundo sentimiento. Lo acompaña la fabulosa sección de vientos Fisu Horns y el apoyo rítmico de Gabriel Cabiaglia en batería, Mauro Ceriello en bajo y Guillermo Raíces en teclados, más los coros de Gina Valente. Para su segundo tema, Porzio cambia radicalmente. Sin caños, ni coros, ni teclados se zambulle en el sonido de Elmore James y con su slide afilado ejecuta Bobby’s rock.

El segundo de los mosqueteros de la guitarra es Nicolás Yudchak, de Vieja Estación, que eligió Look at little sister y Pack it up para presentarse en sociedad. En la primera, uno de los clásicos de Stevie Ray Vaughan que fue compuesto por Hank Ballard, Yudchak expone su notable técnica con una Strato como plataforma, con el sostén de Mauro Diana y Homero Tolosa, más la voz ácida y fulminante de Guido Venegoni. Luego brilla con una interpretación excelente del tema que popularizó Freddie King, rodeado por Cabiaglia, Mauro Bonamico, el hammond de Walter Galeazzi y la voz de Valente.


Federico Verteramo, “Lefty” para los amigos, pela su Gibson Epiphone 335 firmada por B.B. King para un agitado cover de Mary Ann, de Ray Charles, con la voz souleada y expeditiva de Darío Soto. La formación la completan Diana y Tolosa en la rítmica y Machi Romanelli en hammond. Después baja las revoluciones con el instrumental Blues after hours, de Pee Wee Caryton, en el que dibuja unos solos muy creativos con Diana y Cabiaglia marcándole los tiempos y Tavo Doreste al piano.

El polifacético Julio Fabiani (guitarrista de Támesis, Florencia Andrada y La Kingston) se anima a Yours truly, también de Pee Wee Crayton, rodeado por las Fisu Horns, su hermana Anahí en piano, Cristian Ferreira en contrabajo y Cabiaglia aporreando la batería. Con una formación similar, aunque sin tantos vientos, solo con Diego Galiñanez en saxo, se remonta a la época de oro del West side de Chicago para interpretar All your love, el clásico de Magic Sam. Más allá de su destreza con la guitarra, la Gibson Les Paul negra en su caso, Fabiani muestra dotes muy interesantes como cantante.

El quinto elemento es Nacho Ladisa, otro cultor del blues tradicional, que ya demostró su amor y respeto por las fuentes en su álbum Blues Club, editado el año pasado. De todos, es el único que repite formación en ambos temas: Raíces, Diana y Cabiaglia. Ladisa canta y estira las cuerdas de su Gibson Casino en Motor head baby, de Johnny “Guitar” Watson, e It’s my life.

Cinco guitarristas es un álbum cinco estrellas. Reúne temple, swing, pasión, destreza, compromiso, esfuerzo y buena onda. Está hecho por amigos, pero también por profesionales. Lo único que queda ahora es disfrutarlo una y otra vez, esperar la presentación en vivo (el 9 de noviembre en Makena) y aguardar el Volumen 3, que seguramente ya están craneando en la Escuela del Blues.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

John Mayer demolió todos los prejuicios

Foto Télam
Martes, 22 horas. El Luna Park está que explota. La gente espera ansiosa la aparición estelar de John Mayer. Es su segunda presentación en Buenos Aires y hay tanta expectativa como el día anterior. Una chica, de unos veintipocos, le dice a su amiga: “Pensé que íbamos a ser todas mujeres, pero hay muchos hombres”. Ese, tal vez es el primer prejuicio con el que debe lidiar John Mayer, aunque en algún punto es inevitable. Es un tipo fachero que en los últimos años se encargó de alimentar al público femenino y a los paparazzi con sus idas y vueltas escandalosas con las celebridades de Hollywood.

Hace 15 o 20 minutos terminó el show de Philip Philips, ganador del American Idol del año pasado y admirador de Jonny Lang, John Butler y Dave Matthews. Mostró sus canciones, pero no le presté mucha atención hasta que hizo un cover muy personal de Thriller, de Michael Jackson, y luego cantó un tema bluseadito que hablaba de lo caliente que se estaba poniendo el ambiente.

Las luces se apagan y el griterío histérico e insoportablemente agudo es ensordecedor. John Mayer aparece con una guitarra acústica, luce camisa celeste y un pañuelo en la cabeza, al estilo Keith Richards (?). La primera canción es una de las más conocidas de su disco del año pasado, Born and raised. Las chicas quieren cantar con él Queen of California pero no pueden. Mayer la toca en otro tempo y no la hace tan melódica. Le da un nuevo sentido a la canción.

La banda empalma el tema que sigue, Paper doll, y Mayer cambia por la acústica por Strato gastada –como le gustaba tener sus violas a SRV- y se manda un solo sobrenatural. Las influencias de Clapton y Albert King quedan expuestas. Un dato que me aporta Juan Urbano: René Martínez, el guitar tech de Vaughan, es quien la alcanza las guitarras. I don't trust myself (with loving you) precede a otra de las más esperadas por las chicas: Slow dancing in a burning room. Y aquí Mayer hace lo mismo que con Queen of California. Primero arranca con un intro con un sútil ritmo reggae y deja a las eufóricas cantantes un poco en offside.

Foto Mariam Samur Suárez
Con Waiting on the world to change, Mayer muestra un registro vocal soulero fantástico y les concede a ellas que lo acompañen con los coros, tal vez porque lo impresionó el Olé, olé, olé masivo y sincopado. Hace Dear Marie, de su flamante álbum Paradise Valley, la hermosa Something like Olivia y Wheel. Le da un breve descanso a la banda y solo con su guitarra acústica lanza los primeros acordes de Daugthers. Douglas Pettibone vuelve al escenario y empieza a deslizar el slide sobre la pedal steel guitar para el primer cover de la noche: Free fallin’ de Tom Petty, al que en el medio le cuela algunas estrofas de Fast car, de Tracy Chapman .

La banda vuelve con todo y se suceden Wildfire, No such thing, The age of worry y Friend of the Devil, de los Grateful Dead, una de las mejores bandas de la historia del rock. En Vultures, alterna unos solos magníficos con el guitarrista Zane Carney. La platea femenina parece aceptar el show como es. Ellas están contentas igual porque por las pantallas, al costado del escenario, muestran muchos primeros planos del cantante. Mayer no habla mucho, pero lo poco que dice se va en palabras de agradecimiento.

Ya pasó más de una hora y media desde el comienzo y el final parece inevitable. Pero Mayer lo estira: primero con Hall of my heart y luego con Who says, de su álbum Battle Studies. “Vamos a tocar una más. Bueno ustedes saben… una más, nos vamos y volvemos para hacer otras dos”. Dice mezclando el inglés con el español. A toda máquina y mostrando toda su técnica y feeling cierra con If I ever get around to living, de Born and raised. Antes irse, le firma el violín a alguien que se lo entrega desde la platea. La ovación es apabullante.

Foto Facebook JOHN MAYER EN AREGTINA
Cuatro o cinco minutos después vuelve a escena solo y, con la guitarra acústica, le regala a las chicas eso que fueron a escuchar: Your body is wonderland. Y queda algo más. Apenas una canción. Desde el costado se suman Pettibone, Carney y el resto de la banda (teclados, bajo, batería y dos coristas) para hacer una aniquiladora versión de Gravity. Ovación final. Mayer se toma unos minutos más para firmar, esta vez media docena de guitarras que le alcanzan sus fans.

Son las 12.30 y la gente empieza a salir del Luna Park. Una chica de ventitantos le comenta con cierta resignación a una amiga en la escalera: “Los temas duraron ocho minutos, tres la canción y como cinco los solos”. Y yo me digo a mi mismo que menos mal, porque si no nos quedábamos en casa escuchando sus discos. Me imaginaba que la magia de John Mayer en vivo era superior a lo que muestra en los estudios. No me equivoqué, demolió todos los prejuicios.

domingo, 15 de septiembre de 2013

El Jefe, compromiso y rock and roll

Fotos Télam
Sonaba Hungry heart y El Jefe empezó a correr por entre los pasillos que separaban a los dos vips entre sí y del resto del campo. Estábamos cerca de la valla aunque no la veíamos. Entonces, a tan solo tres metros, la humanidad de Bruce Springsteen se erigió de repente por encima de todas las cabezas. La luz que lo enfocó le dio un contraste mágico, como inmaculado. Él seguía cantando como si nada, con una fuerza superior. Mi primer héroe del rock, al que no me dejaron ir a ver cuando vino en 1988 y tuve que conformarme con escucharlo por la radio, nos hizo cantar y bailar durante más de tres horas. Fue un show memorable, descomunal, que me devolvió a los años de mi adolescencia.

Me impactó cuando cantó Spirit in the night. “Hice miles de kilómetros para hacerles una pregunta –comenzó-, ¿pueden sentir el espíritu? ¿Pueden sentir el espíritu? ¿Can you feel the spirit?” El sonido del Hammond iba ganando en intensidad y las coristas comenzaron a seguirlo. Bruce parecía un predicador en estado de trance y todos nosotros los fieles de su iglesia rocanrolera.

Su relación con el público es única y muy personal. Pese a que por lo general en sus recitales hay más 30 mil personas, él se las arregla para, de alguna manera, acercarse a todos. Más allá de sus excursiones campo adentro, no duda en darle la mano a cuantos se la estrechen, deja que rasguen las cuerdas de su Telecaster y hasta se abraza con todos los que entren bajo el ala de sus brazos extendidos, como el Néstor del rock. Los tres que subieron al escenario no lo olvidarán jamás. Primero invitó a un chico, de 12 o 13 años, que cantó con él el estribillo de Waiting on a sunny day. Y después a dos chicas en Dancing in the dark: con la primera bailó y a la otra le dio una guitarra para que imitara sus movimientos. También recibió carteles de sus fans con pedidos de canciones. La version de Cover me respondió a una de esas solicitudes.

La energía que tiene a los 63 años es sorprendente. Corre, canta, baila, canta, corre, baila, canta, corre, baila. ¡No para! Va de acá para allá. No se agita y sigue cantando. Su voz es muy potente y nítida a la vez.

La E-Street Band es una de las dos o tres mejores formaciones de rock del planeta. No exagero. Más de una docena de músicos que suenan a la perfección, acompasados y con mucho swing. Desde la potencia de los vientos hasta la hegemonía de brutal de la percusión. Las pinceladas rítmicas del piano y del hammond, o la fuerza de las guitarras, comandadas por los legendarios Steven Van Zandt y Nils Logfren. Las intervenciones de los coristas le dan una impronta góspel a las canciones. Tampoco faltó el recuerdo al inseparable ladero de Springsteen, el saxofonista Clarence Clemons, fallecido en junio de 2011.

Springsteen es un hombre con compromiso social. En Chile cantó un tema de Víctor Jara y recordó a las víctimas de la dictadura de Pinochet. Anoche en GEBA hizo lo mismo. “Cuando vine en 1988 era un momento difícil. El país estaba peleando por su futuro”, dijo y luego prometió que no dejará pasar tanto tiempo en volver. Sobre el final, en el segundo bis de la noche, antes de tocar solo con su guitarra This hard land, recordó el porqué de su visita con Amnesty International. En definitiva, memoria y justicia.

En las más de tres horas que tocó no dejó prácticamente ningún tema afuera. Nos regaló Thunder road, Born to run, Born in the USA, Glory days, The river, Darlington County y hasta un pedacito de People get ready, en el final de Land of hopes and dreams. Hubo dos covers: Because the night, de Patti Smith, y Shout, de los Isley Brothers.

El frío merece un párrafo aparte. Estuvo helado durante toda la noche con amenaza de lluvia inminente. Mientras abajo estábamos abrigados y cubiertos hasta las narices, Bruce llevaba apenas un chaleco negro y una camisa gris, que transpiró hasta los hombros. Aquellos que piensan que el rock and roll es sólo cosa de jóvenes están muy equivocados. El Jefe demostró que rockear a lo grande no es una cuestión de edad.

sábado, 14 de septiembre de 2013

El bluesman de sangre fría

Hay un disco que siempre me impresionó por su nombre tanto como por sus canciones. Cold blooded bluesman, de John Primer, es Chicago en estado puro, con algunas versiones acústicas destacadas. El título, blusero de sangre fría, me dio vueltas la cabeza durante mucho tiempo. Habla de un estilo de vida y de una forma de encarar el blues. Ayer volví a ver a Primer después de mucho tiempo –desde el 95 o 96, no recuerdo bien, pese a que luego vino varias veces a la Argentina- y realmente comprendí porque se hacía llamar así. “Toco blues para los jóvenes y toco blues para los viejos / Toco blues para los ricos y toco blues para los pobres / Soy un bluesman de sangre fría pero tengo un corazón caliente”.

The Black Cat Bone
El lugar fue La Trastienda. The Black Cat Bone, la banda de Blind Willy y Gustavo Lazo, abrió el show con algunos clásicos como Caldonia y Further on up the road. Luego dieron paso a los músicos que acompañarían al gran John Primer: Peyo Bottaro (teclados), Bernardo Errecat (armónica), Sebastián Martinotti (bajo) y Walter Loscocco (batería) empezaron con un shuffle instrumental y enseguida invitaron al hombre de la noche. La presencia de Primer no se hizo esperar. Conectó el cable de su Epiphone Casino modelo 1968 y empezó con los primeros solos.

Primer tomó los hilos del show de entrada y en cada punteo volcó todo el peso de la historia, esa que forjó tocando junto a Muddy Waters y Magic Slim. Así como se nutrió de los más grandes, ayer dio espacio a sus jóvenes acompañantes, Bottaro y Errecat, para que mostraran lo suyo y hasta los arengó para que fueran más osados en sus solos. El repertorio no fue para nada trillado. Algunos de los temas que tocó fueron You don’t have to go, Call me John Primer, She won’t give me no lovin’ y la genial Champagne and reefer. En un momento cambió la Epiphone por una Telecaster roja y, deslizando el slide con maestría, sacudió con I called my baby.

Nadie discute sus condiciones como músico y showman. El tipo sabe mucho arriba del escenario. Ha venido a Buenos Aires tantas veces que en un momento fue él quien comenzó con el clásico “Ohhh ohhh ohh”. También dedicó unos minutos para recordar a Magic Slim. “Él me enseñó mucho sobre el blues”, contó y siguió con Walking down on Broadway dedicada al bluesman recientemente fallecido. Primer también reflexionó sobre la violencia que asecha en todos lados. “Si el mundo escuchara más blues, no habría tantas peleas”.

El show fue una gran zapada, pero no sonó para nada desordenada. A Primer le gusta así, elegir el tema en el momento y que sus músicos lo acompañen. Y la banda lo hizo muy bien, más que nada en la rítmica, donde Martinotti y Loscocco sonaron parejos y en tiempo. Look over yonders wall le hirvió la sangre fría. “I’m a bluesman”, gritó en un momento de euforia. Y entonces antes de irse, como dijo Juan Urbano, “le metió una patada en los huevos a los puristas” con Can’t you see, un cover del grupo de rock sureño The Marshall Tucker Band. El espíritu con el que la cantó me hizo acordar a Jimmy Burns haciendo Cold as ice, de Foreigner.

Pero no iba a terminar sin un blues, claro. Volvió al escenario con Close together y todo el público empezó a cantar con él, como en una ceremonia tribal. El bluesman de sangre fría hizo lo mejor que sabe hacer y lo que hará hasta el día en que se muera. Lo hizo con ganas y sudando pasión. Y así lo hará siempre, como tiene que ser.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Con la idea fija

Marcos Lenn tiene una idea fija. “Música, música, siempre así”, repite una y otra vez. Anoche desnudó toda su pasión sobre el escenario de República de Acá, rodeado de una decena de músicos y algunos invitados especiales. Fueron dos horas de eso que él llama country blues argentino, con canciones propias que hablan del tiempo, de amores no correspondidos, de anhelos y frustraciones.

El evento anunciaba “Marcos Lenn Orquesta”, pero a las 22.30 el único que se subió al escenario fue él. Empezó con una balada de tinte spinetteano y luego un blues acústico dedicado a su guitarra. Entonces sí empezaron a subir los músicos. Primero lo hicieron su hijo Nahuel Lenn, en guitarra y coros, el armonicista Leonardo Vargas, el contrabajista Rodrigo Loos y el baterista Ariel Scalera. Los primeros temas fueron de su álbum Está todo pago, como Voz de guitarra, No es lo que esperaba hoy y Alguna vez, que son más country folk que blues, en los que prevalecen hermosas melodías. Luego subió el pianista Luis Musa y un cuarteto de vientos integrado por dos saxos, tormpeta y trombón, que reforzaron la esencia sonora de la presentación.

Los blues vinieron de la mano de La duda y la optimista Vamos a rockear. En cada una de esas canciones, Lenn cantó bien desde adentro, con buen registro y muchas ganas. Poco antes de las 12 subió el primero de sus invitados: Marcelo Marín, el guitarrista de Blues del Sur empuñó su Strato para unos solos filosos en Los 35, con esencia de southern soul, y un slow blues palpitante. Después la banda dejó el escenario y subió el bandoneonista Antonio Ibars para un breve impasse tanguero en el que Marcos Lenn cantó Nostalgias, de Cobián y Cadícamo.

Marcos Lenn y Rafael Nasta
El cierre trajo a otro gran guitarrista a escena y, casi por inercia, una estampida de blues: Rafael Nasta sumó su virtuosismo en dos temas de autor. El bis tuvo al frente a Marín y al slide criminal de Roberto Porzio para el clásico de Riff, No obstante lo cual. Y así se terminó la noche musical de Marcos Lenn, su orchesta y amigos, aunque la idea fija, sin dudas, persistirá.

martes, 10 de septiembre de 2013

Boogie asesino


Pocas bandas actuales combinan fuerza y talento como los North Mississippi Allstars. Los hermanos Dickinson, hijos del legendario Jim Dickinson, han consolidado un estilo que custodia y expande al mismo tiempo la tradición del Hill Country blues.

En su flamante álbum, World boogie is coming, se nota patente la influencia de R.L Burnside, desde el comienzo en temas como Goat meat y Rollin’ & tumblin’, aunque también repercute el boogie hipnótico de John Lee Hooker. Además hay una notable mixtura que incluye guitarras dobro y eléctricas, loops, bases electrónicas, efectos de scratch y arreglos audaces. Todo eso genera un sonido único, absorbente y cíclico.

Chris Chew, Luther y Cody Dickinson
Luther Dickinson es un guitarrista supremo que no para nunca. Si bien los Allstars es su banda de cabecera, el tipo es miembro de los emblemáticos Black Crowes y en los últimos años colaboró en decenas de proyectos como The Word -junto a John Medeski-, Jon Spencer Blues Explosion, Willy DeVille, The South Memphis String Band, Ian Siegal, y John Hiatt. Su hermano Cody lo acompañó en la mayoría de sus aventuras musicales, aunque con menos prensa. El tercer miembro de la banda es el bajista Chris Chew.

World boogie is coming es su noveno álbum y supera todas las expectativas. En cada uno de sus discos, los hermanos fueron un poquito más allá en la experimentación pero, vaya paradoja, sin alejarse de sus raíces. Aquí llevan el dance al juke joint de una manera brutal. Es imposible resistirse a semejante andanada rítmica. En ese sentido, Snake drive, de R.L. Burnside, es uno de los temas mejor logrados. Ese no es el único cover. Hay una hermosa interpretación de That dog after that rabbit, inspirada en Otha Turner; y versiones muy personales de My babe, de Willie Dixon, y Goin' to Brownsville, de Sleepy John Estes y Furry Lewis. Pero el más furioso, el más áspera de todos, es World boogie, de Bukka White.

Robert Plant
El álbum se nutre y jerarquiza además con una media docena de invitados: el gran Robert Plant toca la armónica en JR y Goat meat. Duwayne Burnside (ex miembro de la banda e hijo de R.L.), Lightnin' Malcolm y Kenny Brown -todos amigos de siempre- suman sus guitarras en un puñado de canciones, así como también lo hace Alvin “Youngblood” Hart. Shardé Thomas, la nieta Otha Turner, sopla la flauta de caña de bamboo como solía hacerlo su abuelo.

Con este trabajo, los North Mississippi Allstars se superan a sí mismos. World boogie es el punto más alto de todo lo que hicieron hasta ahora y los posiciona como los dueños absolutos del sonido del norte del Mississippi. Allí, al sur de Memphis y cerca de la ciudad de Oxford, el boogie asesino resguarda la tradición y augura un futuro más que promisorio.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Matrimonio R&R


El matrimonio más bluesrocker del momento volvió al ruedo con un álbum tremendo. Made up mind es su tercer disco, el segundo de estudio, y a su vez es la confirmación de que el proyecto que iniciaron en 2010 está más vivo e intenso que nunca. Derek Trucks y Susan Tedeschi son dos músicos híper talentosos que trasladaron su amor de entre casa y la esencia misma de la familia, a los estudios con gran éxito.

Made up mind es más fácil de interpretar y se disfruta más que el álbum debut, Revelator. Aquí, la pareja decidió profundizar en la composición inspirándose en ciertas influencias: el sonido soul de Stax y Motown, con algo de blues, jazz, góspel y southern rock, eso que muchos en general suelen llamar Americana. Así, como una especie de Delaney & Bonnie modernos, desplegaron todo su arsenal rítmico apoyados en un ensamble de una decena de músicos (entre los que se encuentra el bajista de los Allman Brothers, Oteil Burbridge) y contaron con la colaboración de amigos como los guitarristas Doyle Bramhall II y Gary Louris (The Jayhawks), y la cantante Sonya Kitchell.

La notable combinación de la voz de Tedeschi con el slide místico de Trucks es una de las sentencias musicales más concretas y rutilantes de estos últimos años. Hay grandes composiciones como la melodiosa Do I look worried o la balada épica Idle wind. Las guitarras estallan con furia funky en Misunderstood. En el resto de los temas se nota una evolución compositiva notable, arreglos mucho mejor trabajados y una disposición instrumental fenomenal. Entiéndase: Revelator (2011) es un álbum excelente, más que nada por lo novedoso de la propuesta. Ahora, con Made up mind alcanzan el ideal que venían buscando.

El álbum fue grabado en los estudios Swamp Raga, que la pareja montó hace unos años detrás de su casa en Jacksonville, Florida. Eso le permitió a Tedeschi equilibrar su responsabilidad como madre con su compromiso con la banda. Es decir, los ensayos y las grabaciones se desarrollaron en medio de un clima doméstico, de familia y amigos, muy relajado.

Desde la portada agresiva del búfalo enfrentando a la locomotora, al sonido auténtico e innovador de la banda, Made up mind se perfila como uno de los mejores discos del año.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Producción nacional

Estos son algunos discos recientes de bandas locales que fueron grabados y producidos de manera independiente y que valen la pena escuchar.

Los Zorros de Florindo – Los Zorros de Florindo. Esta banda de Trelew, provincia de Chubut, propone blues urbano cantado en español. Con la fuerza de los vientos del sur y la producción de Ricardo Tapia, cantante de La Mississippi, Los Zorros plasmaron once temas propios en su álbum debut. Roberto “Peto” Ruiz es un cantante que se impone. El juego de guitarras de Ruiz y Leonardo “Padrillo” Morales es muy interesante, más que nada cuando alternan acústicas. La base la llevan Matías Chan y Wilfredo Webster. El quinto elemento es el armonicista Adrián “Chueco” Morales. Hay algunos temas que tienen arreglos muy interesantes, como por ejemplo Funky del regreso, donde se destacan los teclados de uno de los invitados, Héctor Ariel McDonald. Tapia toca la flauta traversa en Comevieja y es notable como ese instrumento nos lleva en un viaje sin escalas al sonido de Jethro Tull. La presencia del bombo legüero en la balada Rubor perdido le da un toque autóctono. La otra invitada del álbum es Deborah Dixon, que se luce en El Buscador y aporta los coros en Navegante del Destino. Un debut promisorio.

Doble Línea – En camino. La propuesta de este quinteto es rock and roll en estado puro. Una combinación stone con rock sureño. Lo último se percibe con claridad en las líneas de guitarra de Pablo Vilanova y Mariano Zeballos. Las letras de las canciones son sencillas pero encajan muy bien en el formato musical de la banda. Damián “Colo” Montero es la voz de Doble Línea y toca la armónica. y lo hace con mucho fervor. En A todo o nada canta: “A todo o nada quiero ganar / A todo o nada, juego por mi libertad / A todo o nada, sin perder el honor / A todo o nada, voy a ser el mejor”. Ese tema es su alegato de lo que quieren conseguir: vivir del rock and roll y triunfar. Para empezar tienen con qué: mucho espíritu y demasiado garaje. En camino apunta a dónde van y no tiene doble lectura. El mejor lugar para escuchar este disco es arriba del auto. La ruta es su lugar.

Buena Estrella – Primera toma. Más allá de que el nombre se confunde con una canción de Fito Paez, nada tiene que ver esta banda porteña con la música del rosarino. El disco fue presentado el año pasado en República de Acá y es una fusión de blues, rock, funk y algo de soul, aunque también hay canción, como le gusta llamar a algunos a esos temas que tienen una melodía más trabajada. Nuestra historia es un buen ejemplo, tiene una letra agradable, buenos arreglos y hermosos coros. Dulce California y Se que no olvidaras son otros lindos temas compuestos por ellos mismos. La banda se formó a mediados de 2008 y cuenta con ocho músicos. Las guitarras de Hernán Piteo y Juancho Hernández son los alfiles musicales mientras que las torres las conforman una doble percusión en manos de Daniel Tomaselli y Oscar Viana. En el disco grabaron como músicos invitados el guitarrista Daniel Yaria, el pianista Pehuen Innocenti y “Colo” Montero, de Doble Línea, aportó su armónica.

Las Diferencias – No termina más. Este power trío conformado por lo que ellos mismos denominan “estudiantes con un futuro negro” tiene una propuesta minimalista y poderosa. Hay un blues remoto en sus influencias, pero lo que se percibe con más claridad son altas dosis en sangre de Pescado Rabioso, Manal y Jimi Hendrix, con una pizca de White Stripes y los Black Keys de los primeros años. El álbum fue editado por Oui Oui Records y tiene un sonido crudo y visceral. Andrés Robledo canta y se encarga de las seis cuerdas, Alejandro Novoa apoya en bajo y contrabajo, y Nicolás Heis es el encargado de la percusión. La formación se completa con la producción y colaboración de Sergio Ch (Natas), que aporta armónica y guitarra con slide en algunos temas. No termina más es su álbum debut y tuvo muy buena prensa: les hicieron notas en Página 12, Tiempo Argentino, InRockuptibles, Rolling Stone y el Sí de Clarín.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Blues emergente

Noches así se viven con intensidad. Noches de blues y buena vibra. Noches que algunos no olvidarán jamás. Noches en las que el blues primero se presenta en formato de competencia pero termina celebrando una hermandad musical. El segundo Concurso de Bandas de Blues fue un éxito y mucho más. Los cinco grupos participantes ofrecieron lo suyo y el jurado, que integré por segundo año consecutivo, eligió a la banda ganadora. Como escribí en la reseña del año pasado, otra vez el verdadero ganador fue el blues. A más de un siglo de su surgimiento, aquí, bien al sur del Río Bravo, sigue en franco ascenso. Ayer tuvimos la oportunidad de ver a bandas emergentes de distintos lugares del país, que sorprendieron con propuestas audaces y mucho talento.

La elección fue reñida, pero como en todo concurso tiene que haber un ganador y se impuso 50 Negras, casualmente la única de las cinco que había llegado a la final el año pasado. Tal vez hicieron pesar su experiencia y eso los llevó a tocar mejor y con mucha más soltura. El show que dieron fue vibrante y así se ganaron el premio grande: grabar un EP en La Escuela de Blues y abrir el Buenos Aires Blues Festival que se realizará en noviembre en La Trastienda y que contará con la presencia de dos músicos internacionales de primer nivel: Eddie “The Chief” Clearwater y Kenny “Blues Boss” Wayne.

Lo que vimos anoche fue apenas la final de un concurso largo del que participaron más de 70 bandas. El primer filtro fue el de los organizadores: Gabriel Cabiaglia, Gabriel Grätzer, Mauro Diana y Florencia Rodríguez. Así fue como anoche, en República de Acá, se presentaron los finalistas. Compartí el jurado junto a Guillermo Blanco Alvarado (conduce No tan distintos, por FM Flores), el productor y músico Mariano Cardozo (Baires Blues), el guitarrista Rafael Nasta y Cabiaglia.

Alligator's Sons
La primera banda que apareció en escena fue Alligator’s Sons, un trío cordobés que mostró una propuesta diferente para este tipo de eventos. No hay dudas de que tienen el blues, pero no en el formato tradicional sino más bien inclinado al Hill country blues. Ellos eligieron para transmitir su música la combinación de Moreland & Arbuckle, Reverend Peyton (me apuntó Guille Alvarado) y los chilenos de Perrosky. Los chicos tocaron temas propios cantados en inglés, con samplers incluidos, que ellos definieron como “blues místico experimental”. Como dato de color, el violero mostró una guitarra cuadrada de cuatro cuerdas. La presentación estuvo buena, pero les faltó un poco de arrebato individual. Tal vez pagaron un poco el precio de haber sido los primeros.

Riel Blues
Luego apareció en escena Riel Blues, una banda muy activa de Escobar que promueve el blues en zona norte con mucha onda y que ya abrió shows para artistas internacionales como Chris Cain y Lurrie Bell. Ellos tienen una propuesta más tradicional y rockeada, con temas propios también, pero cantados en español. Brian Chávez y Pablo Díaz combinan muy bien sus guitarras y la base rítmica acompaña con ganas. Pero noté un problema en las letras de Me excitas y Con la luna a mis espaldas: las rimas me parecieron un poco forzadas. Más allá de eso, sonaron bien y mostraron mucha garra arriba del escenario. Los solos de Chávez fueron muy enérgicos y dejaron una hermosa estela de la influencia de Albert King.

El Club del Jump
En tercer lugar subió al escenario El Club del Jump, un cuarteto de Boulogne que recrea la música de Louis Jordan y Roy Brown, pero sin alejarse de T-Bone Walker y Freddie King. Comenzaron con un boogie woogie con el pianista como atracción principal y después en los otros dos temas apareció la magia de Martín Burguez con la viola y cantando Texas flood y Caldonia. Ellos salieron segundos a muy pocos puntos de los ganadores.

50 Negras
Después aparecieron los 50 Negras, esta vez mucho más sueltos y acoplados que el año pasado. Comenzaron muy arriba con Rock this house y explotaron con Going to Mississippi, de Magic Slim, en la que Brian Figueroa liquidó con el slide y Benjamín Aquino se animó a bajar a cantar sin micrófono entre el público. Así lograron recrear el ambiente de los juke joints por unos instantes. Finalizaron con una animada versión de Messin’ with the kid. La banda mejoró mucho en un año y eso habla de esfuerzo, sacrificio y mucha onda entre sus integrantes. Además sumaron a Tito Maza, un pianista que con su mano izquierda es realmente asombroso.

La Arcaica Blues Rural
El cierre fue para La Arcaica Blues Rural, otra banda cordobesa que también tiene un formato llamativo. Son siete músicos: tres guitarristas, bajista, armonicista, cantante y una chica de 17 años que toca la mandolina con mucha dedicación. Ellos mismos se dieron cuenta antes de empezar que tras las buenas presentaciones eléctricas les iba a ser difícil mostrarse con su propuesta acústica. Así y todo les salió muy bien, sonaron alegres y relajados. Es grato saber que hay chicos que todavía escuchan blues de preguerra. El repertorio fue Honky tonk blues, de Hank Williams; Crazy cryin’ blues, de Memphis Minnie; y Diggin’ my potatoes, de Big Bill Broonzy.

Entre el jurado discutimos varias cuestiones: si una banda que toque temas propios arriesga más que las que hacen covers; el estilo novedoso versus el tradicional; la puesta en escena; cantar en español o en inglés; la instrumentación y el sonido. En definitiva cada uno de nosotros puntuó lo que le pareció mejor y resultado fue muy ajustado.

El final tuvo al maestro de ceremonias, Gabriel Grätzer, anunciando los resultados y a Alejandro Álvarez y “El Tano” De Lío, ganadores del año pasado con Delta Catfish, entregando los diplomas. Pero lo mejor de todo fue ver los abrazos efusivos y sinceros de los músicos de las distintas bandas, que convirtieron un concurso en una fiesta. Ellos disfrutaron tanto como nosotros de una noche muy especial, que seguramente se repetirá el año próximo y más allá también.