sábado, 29 de marzo de 2014

Viejos guerreros


En 2010, durante una entrega de premios, estos dos viejos guerreros del rock inglés se pusieron a charlar sobre música y sus años de gloria. Inexorablemente surgió el nombre de Johnny Kidd & The Pirates, un grupo fundacional de la época en que los Beatles todavía eran alumnos de secundario. Wilko Johnson y Roger Daltrey decidieron esa misma noche grabar un disco en homenaje a su pasado y sus influencias, a la vieja escuela del rock británico. Pero en el medio hubo una serie complicaciones que postergaron el proyecto durante tres años. Primero las agendas de ambos estaban saturadas y, cuando todo parecía encaminarse, a Wilko le diagnosticaron un cáncer de páncreas.

Pese a la enfermedad y un pronóstico poco alentador, Wilko sintió que era el momento y Daltrey aprovechó el fin de la gira por el 50 aniversario de The Who, y pusieron fecha de grabación: noviembre. Llegado el día se juntaron en los estudios Yellow Fish en Uckfield, al sur de Londres, y en tan solo una semana grabaron las 11 canciones que conforman el flamante y extraordinario Going back home.

El repertorio está compuesto por reversiones de la época dorada de Dr. Feelgood, la legendaria banda nacida del riñón de Wilko y el cantante Lee Brilleaux, y algunos originales del guitarrista. El único tema que rompe el molde en esa selección es un cover de Bob Dylan, Can you please crawl out your window. La onda del disco combina R&B, rockabilly, rock and roll y retazos bluseros.

Los músicos que los acompañaron son los que salían de gira con Wilko: Norman Watt-Roy en bajo y Dylan Howe en batería, más Mick Talbot, ex Style Council, en teclados, y Steve Weston en armónica. En cada una de las canciones la guitarra de Wilko suena enérgica y punzante, y se combina a la perfección con la voz intensa de Daltrey.

Una particularidad del disco es que fue editado por el sello Chess, el de Muddy, Howlin´Wolf y Little Walter, que resucitó para este proyecto.

“Ha sido un año increíble. Iba a morir en octubre y ahora mismo acabo de grabar esto con Roger”, declaró Wilko a la Rolling Stone. Going back home es una celebración del rock de la vieja escuela, a manos de dos verdaderas glorias que, lejos de amedrentarse por la edad y la proximidad de la muerte de uno de ellos, se las apañaron para sacar un disco que seguramente será uno de los mejores del año.


jueves, 27 de marzo de 2014

La música vive en la pantalla chica


La última temporada de Treme –apenas cinco capítulos- transcurre en los últimos meses de 2008 y comienzos de 2009, con el trasfondo del triunfo de Obama en las elecciones presidenciales, y en una Nueva Orleans que sigue pujando por su reconstrucción tras el paso arrollador del huracán Katrina.

Las historias de los personajes se van cerrando: Antoine Batiste encontró su refugio en la escuela donde da clases de música, asume sus responsabilidades y finalmente cumple el sueño de tocar en vivo junto a Dr. John. Janette Desautel busca recuperar su nombre, que cedió en un contrato a un empresario gastronómico, para poder empezar con un emprendimiento propio. Annie Talarico lucha contra la presión de la discográfica que pretende moldear su carrera de una forma que ella no está dispuesta. Toni Bernette sigue en su incansable y casi solitaria cruzada en busca de la verdad y la justicia por tantos crímenes y abusos policiales. Delmond Lambreux y LaDonna Batiste-Williams acompañan a Albert Lambreaux en su agónica enfermedad. Y Davis McAlary no afloja en su napoleónica disputa contra los poderes fácticos que pretenden sepultar el legado musical de la ciudad.

Mientras la vida de los protagonistas transcurre entre lágrimas y sonrisas, la música brota sin descanso como en las tres temporadas anteriores. Trombone Shorty y su poderosa banda funk presentan el que será su próximo hit. Ellis Marsalis regala su talento al piano en una sesión en la que lo acompaña Delmond. Johnny Sansone sopla con energía brutal su armónica en el escenario de House of Blues. La trompeta sutil y refinada de Terence Blanchard se escucha en un estudio copado por músicos de jazz. Antoine participa de una jam al amanecer en un pequeño bar junto al saxofonista Donald Harrison y el bluesman Washbord Chaz. Kermit Ruffins y John Boutté brindan sus versiones de A change is gonna come mientras Estados Unidos elige a su primer presidente negro.

A lo largo de las cuatro temporadas, Treme mostró un eje distinto al del resto de las series. La construcción del guión estuvo centrada en la música y el legado cultural de la ciudad, en medio del drama que ocasionó Katrina. Una frase de DJ Davis es la definición perfecta para Treme y Nueva Orleans: “La música vive donde está viva”.

lunes, 24 de marzo de 2014

Trasnoche de blues


Estamos sentados alrededor de la mesa, con los micrófonos encendidos y absortos por la profunda voz de Tia Carroll. Son las 2.40 de la madrugada y el blues brota de su interior con una fuerza descomunal. Hace apenas seis horas que llegó de Santiago de Chile y hacía minutos nomás estaba cantando en los estudios de C5N. Pero no importa, le pedimos una canción y ella accede con una enorme sonrisa. Elige uno de los clásicos más indiscutibles del siglo XX, de esos que no se olvidarán jamás. Tia canta I’d rather go blind, de Etta James, mientras el brasileño Igor Prado la acompaña con su guitarra Dillon dorada, hecha a semejanza de una Gibson Les Paul. La voz profunda de Tia envuelve el estudio de Radio América y la Trasnoche de Blues llega a su pico de máxima intensidad.

La cantante, nacida hace 38 años a pocos kilómetros de San Francisco, nos cuenta cosas de su vida. Sus padres, cuando era chica, decían que ella en vez de llorar cantaba. Se crío escuchando a Ray Charles, Aretha Franklin, Koko Taylor y Stevie Wonder, pero también escuchaba rock. Durante un tiempo, nos dice, trabajó como DJ en una radio en la que pasaba AC/DC, Van Halen y otras bandas de rock pesado. Pero lo suyo, por definición, es el blues, el soul y el R&B.

Antes de lanzarse como solista hizo coros con tres cantantes de primer nivel. “Con E.C. Scott aprendí secretos y algunas técnicas que mejoraron mi forma de cantar; con Jimmy McCracklin tuve la oportunidad de realizar grandes giras y salir de los EE.UU. por primera vez; con Sugar Pie DeSanto aprendí a moverme arriba de un escenario. Esa mujer es una bola de fuego”, explica Tia. Es momento de otra canción. Con Matías Colombatti y Luis Mielniczuk estamos ansiosos por escucharla otra vez. Ella lo mira a Igor y le pregunta: “¿Y ahora qué hacemos?”. El brasileño le devuelve los primeros acordes de Big boss man, del gran Jimmy Reed. Otra vez su voz nos sacude en la madrugada.

Tia da unos sorbos al té que tiene entre sus manos y responde sobre la experiencia de tocar con músicos sudamericanos: “Estoy en muy buenas manos”, dice. Y también nos cuenta el recuerdo y la conmoción de su viaje por Tailandia, junto a Zakiya Hooker, luego del Tsunami de 2004: “Fue una experiencia muy movilizante”. Son casi las 3.30 y como para ir cerrando le pedimos una más. Igor empieza a tocar un blues y ella esta vez decide improvisar. La letra dice así: “I’m gonna sing the blues deep from my soul, tonight in Mr. Jones”.


La crónica del show de Tia Carroll e Igor Prado en Mr. Jones, por Guillermo Blanco Alvarado. 

viernes, 21 de marzo de 2014

El guardián de la tradición


John Hammond Jr. debe tener una de las carreras más consistentes y coherentes de la escena musical contemporánea. Muy pocas veces se alejó de su senda y cuando lo hizo no defraudó. Timeless, su flamante disco, es una verdadera celebración: medio siglo tocando blues, desde aquellos tempranos años sesenta en los que circulaba por el Greenwich Village neoyorquino y se codeaba con Bob Dylan y otros folkies de la época. El disco no es grandilocuente, sino más bien todo lo contrario: guitarra acústica, slide y armónica. El bluesman de cara a su público.

Timeless comienza con un tema de Tom Waits, No one can forgive me but my baby, a quien ya rindió un sentido homenaje con el extraordinario Wicked grin, de 2001. Antes de cada canción, como buen storyteller, el hijo del legendario productor y cazatalentos, John Hammond Sr., explica brevemente quién escribió el tema y algún que otro dato más. Luego sigue con una canción propia, Heartache blues, y pasa a un clásico de Jimmy Rogers, Going away baby. Su versión de Further on up the road tiene un comienzo extraído del estilo más personal de Robert Johnson.

El show fue grabado en Chan's, un reducto de Woonsocket, Rhode Island, el 4 de mayo del año pasado. El resto del repertorio es un repaso a sus máximas influencias. Hammond ejecuta con absoluta maestría Looking four trouble, de Eddie Taylor; Hard times, de Skip James; Drop down mama, de Sleepy John Estes; Tell me, de Howlin Wolf; y dos temas del gran Little Walter: Tell me mama y Last night.

Pero eso no es todo: a mitad del show Hammond, erigido por mérito propio en el guardián de la tradición, se toma una nueva licencia y vuelve sobre la figura de su amigo Tom Waits con Jockey full of bourbon y sobre el final apuesta a The sky is crying, de Elmore James, y No Money down, de Chuck Berry. Así, una vez más, Hammond –quien vino a la Argentina en dos oportunidades y ojalá vuelva una vez más- demuestra su compromiso absoluto y de por vida con las raíces más profundas del blues.

domingo, 16 de marzo de 2014

Blues desde las entrañas


Leaving here walking, un tema que Jimmy Burns compuso en los 60, pero que recién editó a mediados de los 90, lo define como artista. Un hombre surgido de la raíz más profunda del blues del Mississippi pero con una gran capacidad de absorción de otros ritmos y estilos que fue escuchando a lo largo de los años. Como me dijo Mauro Diana ayer al finalizar del show: “Esta canción es una genialidad, si la hubiera escrito Willie Dixon hoy sería uno de los clásicos indiscutibles del blues”.

Lo de Jimmy Burns anoche en La Trastienda fue extraordinario, y eso que muchos no nos dimos cuenta de que algo le pasaba hasta que él mismo lo blanqueó. Sacó de su bolsillo un tubito blanco y se metió una pastilla en la boca. “Son de glucosa –dijo-, es que soy diabético. Son lo más dulce después de una mujer”. “Al principio no se sentía bien, pero por suerte después se recuperó”, contó Gabriel Cabiaglia.


Más allá de ese episodio, imperceptible para la mayoría del público, Burns recorrió la hora y media de show de la mejor manera con su fusión de blues de Chicago y soul. Abrió con Shake for me, con el acompañamiento preciso de la rítmica que conforman Diana y Cabiaglia, más la guitarra inspirada de Roberto Porzio. El repertorio incluyó algunos temas propios como Spend sometime with me, No consideration y la mencionada Leaving here walking, la que comenzó diciendo: “Ahora me voy al Mississippi, donde nací, y me los llevo a todos ustedes conmigo”. Los covers que eligió fueron I smell trouble, Stuck in the middle, Rock me mama, Stand by me -la recordada y emotiva canción de Ben E. King- y A string to your heart, de Jimmy Reed, en la que sorprendió soplando una armónica Marine Band.

Jimmy Burns es un gran guitarrista, pero la magia de sus shows no está en sus solos, sino en su poderío vocal. Su forma de cantar y su voz son hipnotizantes. Su registro es notable, cuando sube y cuando baja. No fuerza nada, todo sale de manera natural desde sus entrañas. El tipo sabe, lo lleva muy adentro.

Otro momento increíble de la noche fue cuando interpretó Cold as ice, de la banda de rock Foreigner. A diferencia de la versión en solitario que hizo cuando vino en 2012, esta vez estuvo respaldado por la banda, que le marcó un ritmo de shuffle a medio tiempo. En otro tramo del show, Burns se animó al scat, emulando con su voz los sonidos que sacaba de su guitarra Schecter.

Sobre el final, minutos antes de las 2 de la madrugada, el viejo Jimmy dijo “esta la conocen todos” y lanzó los primeros acordes de Hoochie coochie man y la banda lo siguió con mucha energía. Una vez más, como en toda la noche, lo dejó a Roberto Porzio al frente con otro solo y él optó por sacar la armónica otra vez. El bis lo encontró solo frente al público. Como en su visita anterior había interpretado Cold as ice, esta vez cambió por una sublime versión de Rainy night in Georgia. Fue una gran noche de blues protagonizada por uno de los músicos más auténticos de la escena actual.

jueves, 13 de marzo de 2014

La potencia de JLW


Si alguien esperaba que Joe Louis Walker volviera a su costado más blusero tras el irregular Hellfire, de 2012, que siga esperando. Con su nuevo álbum, el número 25 de su carrera y el segundo para Alligator Records, el guitarrista californiano ratifica su necesidad de ir más allá de las fronteras del blues.

La diferencia entre Hornet’s Nest y Hellfire es que aquí logró plasmar con mayor confianza lo que buscaba en el anterior y por eso ahora suena más convincente. El álbum parte de un núcleo blusero que en la superficie se percibe lejano aunque allí está. Aquí prevalece la fuerza del houserockin’, algo del soul de Memphis y R&B en su máxima expresión. Claro que, más allá de las canciones en particular, la guitarra de JLW suena furiosa, expeditiva y demoníaca.

El álbum fue producido por Tom Hambrigde, quien trabajó con la crema de la crema del blues: Johnny Winter, B.B. King, Buddy Guy, James Cotton, George Thorogood, Susan Tedeschi y otros. Hambridge además toca la batería y fue el encargado de reunir a la banda: el ex Double Trouble Reese Wynans en teclados, Rob McNelley en guitarra rítmica y Tommy MacDonald en bajo. En algunos temas la banda se recuesta sobre un poderoso colchón de vientos integrado por Jim Horn (saxo), Charles Rose (trombón) y Vinnie Ciesielski (trompeta).

La mayoría de los temas fueron escritos por Hambridge y Walker más la colaboración de Richard Fleming. Love enough y Ramblin’ soul son los mejores ejemplos de ese tándem compositivo: melodías consistentes, ritmos aguerridos y letras sugestivas. El disco tiene dos covers: Don’t let go, de Jesse Stone, creador de éxitos históricos como Shake rattle and roll y Flip, flop and fly; y Ride on, baby, una vieja canción de Jagger y Richards que los Stones editaron en su disco Flowers, de 1967.

JLW se luce con la guitarra, con solos imponentes y el eventual uso del slide, pero también ratifica que es uno de los mejores cantantes de blues, con un registro vocal superlativo. Eso, más una banda sólida y un puñado de buenas canciones, logran un álbum más que interesante y muy potente. Pero como decía al principio: si alguno pretende escuchar algo parecido a The gift (1988) o Great guitars (1997) deberá seguir esperando.

lunes, 10 de marzo de 2014

Cinco años de Malbec & Blues

Hace cinco años, impulsado por la frustración de no poder seguir con El Descorche, el programa de radio que tanto me gustaba hacer, y en el que tanto esfuerzo habíamos invertido con Maxi García Solla y Mariano Valdivieso, me volqué al blog. En ese momento pensé que sería algo pasajero, de esas cosas que uno empieza casi porque sí, pero al final quedó y me abrió las puertas al mundo del blues local, del que me había alejado, más que nada por prejuicio. Juan Ignacio Sixto, un ex compañero de la crónica roja, fue quien me impulsó a hacer Malbec & Blues, y me ayudó a diseñarlo. Al principio, el propósito del blog era fusionar en los textos vino y música. Pero el paso del tiempo fue decantando la idea original y, finalmente, se transformó en un sitio de reseñas de discos y recitales, diario de viajes y, por qué no, en un espacio de reflexión, polémicas e intercambio de opiniones sobre este género musical tan profundo y apasionante.

Reseñé decenas y decenas de discos y cubrí más de 120 recitales. Pude ver a los Allman Brothers, Dr. John, Leon Russell, John Fogerty, Johhny Winter, Buddy Guy, Joe Bonamassa, Tony Joe White, Eric Burdon, Bob Dylan, Tom Petty, Walter Trout, Robert Cray, Lurrie Bell, Jimmy Johnson, Jimmy Burns, Anson Funderburgh, Kim Wilson, Rick Estrin & The Nightcats, Tab Benoit, Eric Clapton, ZZ Top, Eddy Clearwater y a Ringo Starr con Edgar Winter y Rick Derringer, entre tantos otros.

Claro que yo puse lo mío, pero eso fue lo más sencillo. Escribir sobre lo que me gusta, cuando quiero y como quiero no tiene precio. Pero aquí quiero mencionar a mucha gente me acompañó desinteresadamente y con buena onda a lo largo de todo este tiempo. A Guillermo Fernández le agradezco la oportunidad que me dio de escribir para La Casa del Blues, un sitio que para mí es la antesala de este blog y resultó ser mi primera experiencia web con la música. Lo mismo va para Pablo Piñeiro y Leandro Crisafulli que me sumaron a aquél proyecto tan interesante que fue Blues ETC; y para los compañeros chilenos, Claudio Ibarra y Fucho Cornejo, por invitarme a colaborar en el sitio 2120. También quiero reconocer a mis colegas y amigos del programa No tan distintos, de FM Flores, Guillermo Blanco Alvarado y El Tano Rosso, por la onda y la compañía en este mundillo en el que la mayoría son músicos y nosotros apenas relatores. Y, por supuesto, a Luis Mielniczuk y a Matías Colombatti por permitirme volver a la radio como columnista en La Trasnoche de Blues de América no Duerme, AM 1190.

Hay más. A Mariano Cardozo por confiarme los textos de los programas de varios de sus shows y las extensas charlas siempre con el blues como eje. A los chicos de Blues en Movimiento y la Escuela de Blues, Gabriel Cabiaglia, Gabriel Grätzer y Mauro Diana, por sumarme a la revista Blues en su Tinta y por invitarme dos años seguidos como miembro del jurado del concurso de bandas de blues.

A Juan Urbano López, uno de los tipos que más sabe del género, por sus aportes y correcciones, siempre de manera oportuna y respetuosa. A Mississippi Danny por su defensa irrestricta de la tradición y por coincidir en que el bluesman más puro de la historia fue James “Son” Thomas; a Roberto Porzio por ser una gran influencia para la nueva camada de guitarristas; a los Támesis por llevar el blues que aprendieron de chicos a una nueva dimensión. Y a Tito Maza por dejarme contar su increíble historia por primera vez en la página 3 de un diario.

No quiero olvidarme de Rogelio Rugilo (de Mr. Jones), Mariela Bonzi, las chicas de Gondwana, Ricky Muñoz, Gustavo Zungri y la productora MGB por las acreditaciones para los shows que organizaron, y de Edy Rodríguez por la cantidad de fotos de recitales que me cedió gentilmente para ilustrar las crónicas. Gracias también a músicos talentosísimos como Mariano D’Andrea, Federico Verteramo, Marcos Lenn, Pato Raffo, Nico Yudchak, Víctor Hamudis, Nacho Ladisa, Florencia Andrada, Rafa Nasta, Marcelo Marín, Damián Duflòs, Nico Smoljan, Mariano Bisbal, Goyo y tantos otros, con quienes hemos charlado e intercambiado música y sugerencias. Y para la bella Anita por aguantar mis horas frente a la computadora escuchando desde el blues más profundo de Mississippi hasta el nuevo soul de Sharon Jones.

Pero más que nada a quienes siguen el blog y me escriben desde distintos lugares para agradecerme alguna reseña o la recomendación de algún disco. En definitiva ese es el fin del blog, compartir y difundir el blues.

martes, 4 de marzo de 2014

Puristas

La discusión es la misma. Ayer y hoy. Cambian los protagonistas pero el debate sigue abierto. En este extracto del libro Vida, las memorias de Keith Richards, queda en claro cuál es su postura sobre los tradicionalistas del blues.

“Los verdaderos puristas del blues eran muy estirados y terriblemente conservadores, todo les parecía mal, eran los típicos repelentes con gafas que se erigían en jueces de lo que era y no era realmente blues (…) No tenían ni idea de lo que iban la mitad de las canciones que escuchaban y, si lo hubieran sabido, se hubieran cagado del susto. Se habían hecho su propia idea sobre lo que era el blues y estaban convencidos de que el de verdad sólo podían interpretarlo negros de zonas rurales y, para bien o para mal, aquella era su pasión.

Recuerdo que (con Mick Jagger) fuimos a un recital de blues en Manchester donde actuaban Sonny Terry, Brownie McGhee y John Lee Hooker. Y Muddy Waters: íbamos todos a verlo a él, pero también queríamos escucharlo a John Lee. También actuaban muchos más, Memphis Slim, por ejemplo. Muddy salió al escenario con su guitarra acústica y se puso a tocar los típicos temas al estilo del Delta del Mississippi: media hora en el Cielo; luego hubo un descanso y cuando volvió a salir venía con la eléctrica y el grupo entero enchufado… ¡prácticamente lo echaron del escenario con tanto abucheo! Pero él siguió, igual que un tanque, algo parecido había hecho Bob Dylan en el Albert Hall un año antes. El caso es que el ambiente era hostil, y ahí fue donde comprendí que en realidad la gente no escuchaba la música, que sólo les interesaba formar parte de una especie de club de selectos eruditos. Muddy y su grupo tocaron de maravilla, la banda era excepcional, me parece que llevaba a Junior Wells y a Hubert Sumlin también.

Ninguno de aquellos puristas del blues sabía tocar ningún instrumento, pero sus negros tenían que ser negros de verdad, de los que dicen a todo ‘sí, señó’ y van con jardinero cuando, en realidad, son tíos de ciudad y no pueden estar más en la onda. ¿Qué tenía que ver la eléctrica con todo aquello? Eran las mismas notas, sólo que tocadas un poco más fuerte y con un poco más de contundencia. Pero no, según los puristas ‘eso era rock and roll’. Lo que querían era una foto fija, no se enteraban de que, escucharan lo que escucharan, siempre iba a ser parte de un proceso, que siempre iba a venir de algún sitio e iba a evolucionar hacia otro.”