Pasaron apenas seis minutos de las 21 y el experimentado cantante aparece en el escenario y se sienta en una banqueta. Acompañado por Paddy Milner al piano, comienza a cantar Growing Old, de Bobby Cole. “Me estoy volviendo viejo…”, entona con la voz tranquila, casi irreconocible. Es una declamación, pero también es una trampa. Ese hombre canoso que está frente a nosotros es una leyenda que pronto cumplirá 84 años y cualquiera podría pensar que sus días de gloria han quedado atrás. Nada más errado. Termina la canción, ingresa el resto de la banda y empiezan a sonar los primeros acordes de una canción épica que pocos de sus seguidores conocen. Entonces su voz envuelve a todo el Movistar Arena y ya nada más importa. Es como un fenómeno climático del cual uno no puede refugiarse. Te arrastra y te eleva. Ese es el efecto que solo él puede lograr. En algún momento también lo consiguieron Elvis, Sinatra y Pavarotti, pero ya no están entre nosotros. Tom Jones, sí.
Su aspecto de
lord inglés no desentona con su robusta y profunda voz. Es la historia viva del
pop de los últimos 60 años y es la sexta vez que se presenta en Buenos Aires.
Lo hizo en 1974, luego en 1980 y más acá en el tiempo en 2007, 2010 y 2016. El
público, en su gran mayoría veteranos de mil noches, lo reciben con una gran
ovación. Más allá de que Not Dark Yet,
de Bob Dylan, les resulte ajena, saben que lo que está por venir será único e
inolvidable.
Antes de comenzar el tercer el tema, el galés hace una breve introducción. Cuenta que la siguiente canción la grabó por primera vez en noviembre de 1964, y que en marzo de 1965 ya era número 1 en Inglaterra. Es la conexión que faltaba con su público, una que sepamos todos. It's Not Unusual no pasa como si nada a pesar de que no es la versión crooner que todos escucharon cientos de veces, sino una más remozada aunque igual de pegadiza. Sigue con What's New Pussycat?, ahora con Milner en acordeón, que le dan al viejo clásico que tomó de la película de Woody Allen un tono circense. Pasaron poco más de 10 minutos desde el comienzo y la fiesta es total.
La recuerda a
Dusty Springfield con The Windmills Of
Your Mind -que como Not Dark Yet está
en su último disco Surrounded by Time- en la antesala del que será el momento más
caliente de la noche: su éxito dance de 1999, Sexbomb, lo transforma en un blues bien crudo, demoledor. Arranca
cantando casi como si estuviera en el Delta del Mississippi, con el respaldo
del notable guitarrista Scott McKeon, y luego la banda se electrifica estilo
Chicago. Energía pura. Como Jesús con Lázaro, levántate y anda, Tom Jones canta
y todos comienzan a bailar.
Interpreta otras versiones de su último álbum como Popstar, Lazarus Man, Talking Reality Television Blues y la sublime One More Cup of Coffe, también de Bob Dylan, y algunos covers de su repertorio tradicional como Green, Green Grass Of Home y Delilah. Otro momento extraordinario se da con Tower of Song, de Leonrad Cohen, donde subraya la frase “nací con el don de una voz de oro” y alcanza un registro vocal que eriza hasta las paredes.
Sobre el final,
lanza dos hits ochentosos -You Can Leave
Your Hat On y Kiss- para que ya
nadie más se siente en sus sillas. Tras un breve intervalo, casi dos horas
después del comienzo, vuelve para los bises. Primero con One Hell of a Life, en la que pide: “Cuando esté muerto (…) Sólo recuerden que tuve una vida increíble”
y luego se zambulle en dos rocanroles primarios - Strange Things Happening Everyday y Johnny B. Goode- para cerrar
una noche única, en la que una voz, otra vez, venció al paso del tiempo.
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