domingo, 26 de julio de 2020

El renegado del blues


El sonido de la guitarra de Peter Green me cautivó de entrada. El clima, su feeling, la profundidad de sus solos, sus blues. Llegué a él gracias al querido Ernesto Castrillón, mi profesor de Historia de quinto año y con una larga trayectoria como periodista en el diario La Nación. Nos unió el amor por Racing y el me transmitió la pasión por la música. Más de una vez conté en este blog que Ernesto era un melómano empedernido, que a veces se quejaba de haber perdido algún que otro disco al separarse de su ex mujer. Era fanático de los Kinks, los Beatles y, por supuesto, Peter Green.

La muerte del guitarrista me golpeó fuerte y me hizo recordar a Ernesto, que murió hace casi dos años. Porque me resulta imposible separar a uno del otro. Es una asociación muy personal, pero aquellos que conocieron a Ernesto entenderán de lo que estoy hablando. Atesoro esta nota que escribió para la sección Espectáculos de La Nación en 1992. Es una biografía de Peter Green que, en aquellos años, era menester recortar y guardar. No teníamos Google, Wikipedia o AllMusic a un click de distancia. Apenas nos informábamos por los booklets de los cd’s o algún que otro libro de música que se pudiera conseguir. Este es el comienzo de la nota. Así describió Ernesto a su ídolo: 

   Alguna vez fue considerado genio indiscutido de la guitarra eléctrica, en pleno resurgimiento del blues en la Gran Bretaña de fines de los años sesenta. Señalado como uno de los mejores guitarristas de su generación, uno de los pocos imposibles de imitar y tal vez el único músico blanco que lograba extraer de Gibson Les Paul sonoridades auténticamente negras inspiradas en el blues eléctrico de Chicago de los años cincuenta. 

   Como líder de su banda, Fleetwood Mac, la condujo del underground al estrellato del rock. Cuando parecía tocar la fama con la punta de los dedos, Green abandonó todo, el éxito, el dinero y, finalmente, la música, hundiéndose en un silencio que ya lleva más de 20 años. A pesar de esto, y gracias a su talento, sigue figurando en las encuestas como como uno de los mejores guitarristas de rock de todos los tiempos. Carlos Santana lo reconoce como fuente de inspiración, mientras que otro admirador, Gary Moore, exhibe con orgullo la Les Paul 59 que le compró al mismo Green. 

La nota era mucho más extensa y contaba todas las vicisitudes que vivió el guitarrista. Incluso esta anécdota que pintaba su perfil: (…) en 1977 vuelve a ser noticia, claro que policial, cuando, armado con un rifle de aire comprimido, ataca al contador que le quería entregar un cheque de regalías por la suma de 30.000 libras esterlinas. Conducta inexplicable que lo lleva a un hospital psiquiátrico donde permanece internado. De vez en cuando un viejo admirador, o algún periodista lo reconoce practicando otra vez los oficios más impensados, desde cavador de tumbas hasta portero de hospital.

Catrillón escribió este artículo antes de la reaparición de Green, gracias a su amigo Nigel Watson, al frente del Splinter Group, banda con la que grabó poco más de media docena de discos entre 1995 y 2003. Luego, como ya había pasado en los setenta y ochenta, siempre con rumbo errático, apareció esporádicamente en giras o conciertos homenaje, pero nunca logró tener la constancia que le permitiera retomar su carrera.

Y si hablamos de los setenta, probablemente su época más oscura, no podemos obviar la historia de su encuentro con Pappo, que Sergio Marchi contó en su libro Pappo, el hombre suburbano. En 1974, el Carpo volvió a Europa. En Ámsterdam, conoció a una joven que se llamaba Ángeles, que resultó ser prima de Peter Green, quien era uno de sus ídolos. Pappo le pidió matrimonio a la joven por una cuestión de papeles y se casaron, con la promesa de separarse en cuanto Pappo se instalara en Inglaterra.

De acuerdo al relato de Marchi, "Pappo viajó a Londres y al cabo de poco tiempo conoció a Peter Green. No era de ninguna manera lo que él esperaba, porque Peter Green no solo había perdido algo de cabellera y de su mágico toque de blues, sino también algunos dientes y bastante de aquello que los mortales llaman razón. No se sabe si por las drogas, la fama, o ambas cosas, Peter Green había entrado en un delirio místico, al que quiso arrastrar a los demás miembros de Fleetwood Mac, que para ese entonces ya habían emigrado a Estados Unidos (…) Pappo no lo podía creer, pero eso no lo desanimó de intentar tocar con su ídolo, cosa que hizo en calidad de bajista. Es más, le ofreció albergue en el Volkswagen en el que dormía, y hasta le cedió el asiento de atrás para que descansase con mayor comodidad. Esa formación de la Peter Green Band fue absolutamente breve e inestable, al punto que el propio Green les dijo a sus compañeros que él no estaba bien y que era mejor para todos que se internase”.

Así transcurrió su vida. Del éxito y la fama a la marginalidad, aquejado por sus demonios, pero siempre reconocido y nunca olvidado. Peter Green nos dejó Black magic woman, Albatross, If you be my baby, Man of the world y Merry go round, entre otras grandes canciones. Inmortales. Eternas. Como él.

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