miércoles, 6 de febrero de 2019

Tradicional y sin fronteras


Big Creek Slim llegó en el Delorean de Volver al Futuro y trajo consigo el sonido del blues pre eléctrico. El guitarrista, armonquista y cantante danés logró capturar la esencia de la vieja escuela amparado por el profundo goce rítmico del contrabajo -y la producción- del brasileño Rodrigo Mantovani. First born es un disco que reboza energía y buen gusto, y reivindica una época dorada del blues.

El dúo logro amalgamarse a la perfección. Cualquiera podría pensar que se trata de un viejo disco interpretado por bluesmen del Mississippi, pero es nuevo, muy nuevo. Lo más impresionante de todo es la voz de Big Creek. Su registro y su forma de pronunciar las palabras le dan un toque mayor de autenticidad a lo que tocan. La instrumentación, orgánica y fluida, cierra el círculo.

No vamos a descubrir ahora a Rodrigo Mantovani. En Argentina lo conocemos bien y sabemos de todo su talento. Además, su prestigio superó hace tiempo los límites de América del Sur. Big Creek Slim, tal vez, sea menos conocido por nosotros. Marc Rune es su verdadero nombre y es oriundo de Ikast, un pequeño pueblo ubicado en el corazón de Dinamarca. Hace una década emigró a los Estados Unidos, para entrar en contacto con la esencia del blues, y tiempo después se radicó en Florianópolis, al sur de Brasil. Allí comenzó a tender lazos con los músicos de ese país. Es por eso que otros grandes talentos como Igor Prado, su hermano Yuri y el pianista Luciano Leães colaboran en algunos de los temas de este flamante álbum.

El repertorio está compuesto por algunos temas originales y clásicos del Delta o del blues pre-urbano que llevan la rúbrica de Charlie Patton, Roosevelt Sykes, Sonny Boy Williamson, Big Joe Williams, Sleepy John Estes y Muddy Waters, entre otros. Pero lo más sorprendente de todo es que las canciones propias no desentonan en absoluto, sino que logró insertarlas como si fueran parte del cancionero tradicional del blues.

El disco, editado por Big Chico Records, es un logro excepcional para dos músicos que nacieron muy lejos de los algodonales del Mississippi y es una demostración cabal de que el blues es una música que logró superar fronteras. Aquí no hay “confusión” ni “turistas” ni todas esas pavadas que inventan aquellos que tienen más obstinación que talento. Aquí nos encontramos frente a dos grandes músicos que lograron recrear un sonido primario del blues con la mayor fidelidad posible, pero sin caer en una mera copia carente de sentimiento. Es, a todas luces, uno de los mejores discos del año, no del 39, aunque podría serlo, sino de este 2019 que recién comienza.


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