domingo, 17 de febrero de 2019

Las venas abiertas de Chris Cain


Buenos Aires es el segundo hogar de Chris Cain. Así le gusta responder cada vez que le preguntan por qué vino tantas veces. Para ser precisos, ocho visitas en los últimos ocho años. En cada uno de los shows que dio en este tiempo, ya sea en Buenos Aires, Salto, La Plata o Rosario, el guitarrista californiano derramó lágrimas sobre el escenario y dejó todo en cada canción. Esta vez, en el Be Bop Club, no fue la excepción.

Chris Cain es un músico talentosísimo y una persona muy sensible. Y esas cualidades hacen que cada nota que toca o cada verso que canta sea perfecto y con mucho sentimiento. Sus shows son muy emocionales. Tiene las venas abiertas y salpica blues hacia todos los rincones. Los vive y lo siente con una pasión inexplicable. Pero por sobre todas las cosas los disfruta. Y la gente no es indiferente a esa entrega. Quedan deslumbrados, boquiabiertos. Se vuelven fanáticos de Chris Cain y van a uno, dos y hasta tres shows si pueden. Es realmente extraordinario lo que pasa con él. Si bien sus discos son muy buenos, no tienen punto de comparación con lo que el master da en vivo.

Acompañado por Rafa Nasta en guitarra, Fernando Rosso en bajo de cinco cuerdas y Pato Raffo en batería, Chris Cain desplegó todo su entusiasmo en casi dos horas de show. El trío abrió con un shuffle instrumental para darle la bienvenida y en cuanto se sumó con su Epiphone ya nada fue igual. Entró en calor con Me and my baby y así le arrancó la primera ovación al público. “Amo el blues desde chico y quiero tocar uno para ustedes”, anunció antes de largarse en una inmaculada versión de Ain’t nobody bussiness. Al escucharlo cantar y puntear uno percibe las marcadas influencias de B.B. y Albert King, pero el tipo logró darle su propio toque con un tono exquisito y un registro vocal demoledor.

Los homenajes a sus dos máximas influencias llegaron con Sweet Little sixteen y Crosscut saw. “Yo no estaría acá frente a ustedes con mi guitarra si no fuera por B.B. King”, dijo, una vez más, al borde de las lágrimas. Tras un breve receso volvió con todo y temas más animados. Primero con Everyday I have the blues y luego con Barefootin’, donde se batió a duelo con Nasta, aquí con el pulso demoledor de Gabriel Cabiaglia en batería. Sobre el final, Cain sacó de la mochila dos canciones de su cosecha: Helping hand y Drinking straight tequila, las dos de su disco Unscheduled flight, de 1997. La ovación final fue emocionante. El público de pie cantó el clásico “Ooohhh ohhhh ooohhhh” y Chris se abrazó a su guitarra y se puso a llorar. Hubo tiempo para una más, pero esta vez él solo interpretando Darling, you know I love you, también de B.B. King.

Fue una noche mágica, con Chris Cain en llamas y la banda completamente compenetrada. Un sonido sobresaliente y un público que, más allá de un impresentable que cantaba letras de Pappo por encima de algunas canciones, vibró con locura al ritmo de este gran guitarrista.


1 comentario:

Pablo Grosman dijo...

Nada mas que agregar.....Chris Cain es un tremendo guitarrista y cantante. Top 5.