miércoles, 8 de mayo de 2019

Groovisimos

Raphael Wressnig - Chicken burrito. Es imposible no mover la cabeza o las piernas mientras suena Raphael Wressnig. El músico austríaco tiene un groove descomunal y cuando se pone al frente de su hammond B3 la quietud se convierte en ritmo. Chicken burrito, su último disco, es como la erupción de un volcán musical. Pura lava rítmica que desciende y se esparce arrasando con todo a su paso. Electrifica el cuerpo y lo lleva a un estado de goce puro. Acompañan a Wressnig el guitarrista Alex Schultz, quien tocó con Rod Piazza y William Clarke, y el experimentado baterista James Gadson, que supo respaldar a Bill Withers, Ray Charles y los tres King, B.B., Albert y Freddie. El trío logró un ensamble monumental, en el que Wressnig también ejecuta con mucha destreza el Fender Rhodes piano, el Hohner D6 clavinet y el Wurlitzer piano. Todos los temas fueron compuestos por el propio Wressnig que recurre a una fórmula imbatible: canilla libre de funky, altas dosis de shuffle y mucho feeling que mantiene desde el inicio con Chunky thights hasta el cierre con One mo’ time. Solo baja un poco el tempo en Get down withit. Los solos de Schultz son efervescentes y se combinan muy bien con las teclas, mientras que la batería tiene un trajinar demoledor. Si bien es un disco prácticamente instrumental, Wressnig aporta su voz en Born to roam, tema que coescribió junto a Larry Garner. Chicken burrito tiene el espíritu de Nueva Orleans y un ritmo desenfrenado que solo lo puede alcanzar un mago de los teclados.

Bruce Katz Band - Get your groove. El título del último disco de Bruce Katz es más que elocuente. A lo largo de once temas el tecladista sobrevuela el terreno del funk, con un fuerte anclaje blusero y mucha libertad rítmica. El disco es una especie de resumen de su extensa carrera en la que compartió escenario y estudio de grabación con los Allman Brothers, John Hammond Jr., Ronnie Earl, Delbert McClinton, Joe Louis Walker y Duke Robillard, entre muchos otros. Comienza con el clásico Hesitation blues en donde lo asisten el guitarrista Chris Vitarello y el baterista Ray Hangen, como en la mayor parte del álbum. Luego se sumerge en la épica sureña con Freight train, un homenaje a los Allman Brothers en el que se suman Jaimoe, ex percusionista de la banda, y el bajista Matt Raymond. Sigue con temas de su propia autoría o alguno en el que comparte el crédito con Vitarello. Una de las mejores composiciones es Make things better, que tiene un riff fulminante, y por momentos parece como si Robben Ford lo estuviera apuntalando. Vuelve al blues con la magistral Wasn’t my time, una exquisita composición de ocho minutos en los que su hammond navega sobre las aguas barrosas del río Mississippi. El disco termina con The bun, un shuffle asesino que funciona a modo de epílogo de este manifiesto del buen groove.

1 comentario:

CarlosBluesRos dijo...

Genial! Apetece con el buen tiempo!