Roger McGuinn fue uno de los fundadores de los Byrds, banda que desvelaba a los Beatles y a Dylan, y fue uno de los primeros en lograr una amalgamada fusión entre el rock, el folk y el country. Hoy es un trovador itinerante, un storyteller como los de antes. Su show se compone de canciones y anécdotas casi por igual. The ballad of Easy Rider, que compuso para la emblemática película que protagonizaron Dennis Hooper y Peter Fonda, es la segunda canción de la noche. McGuinn ya está sentado y se lo nota cómodo y relajado. Comienza alternar entre la acústica de doce cuerdas y la de seis.
Sigue con Mr. Spaceman, “el primer country rock espacial”, y luego con dos temas del álbum Sweetheart of the rodeo: Pretty Boy Floyd y You ain’t going nowhere, donde se luce con el estilo finger picking. Es tiempo de un blues y se despacha con St. James Infirmary. Sigue rememorando: antes de empezar a cantar All I really want to do cuenta que cuando se la hicieron escuchar a Bob Dylan, éste preguntó qué canción era y que él le respondió: “Es una de las tuyas”. Antes de un pequeño intervalo de 15 minutos, McGuinn interpreta Rock island line, de Leadbelly; Parade of lost dreams, que compuso junto a su esposa; y Chimes of freedom, otro de los temas de Dylan que los Byrds hicieron propio.
El Teatro Coliseo no está muy lleno, pero la gente está muy entusiasmada. Un hombre y su guitarra, un show íntimo y un bagaje de canciones históricas que conforman un verdadero songbook de una época dorada son las claves de una noche mágica. McGuinn vuelve al escenario de la misma manera que antes. Asoma tocando los acordes de Lover of the Bayou, del disco de 1970 que se conoce como Untitled. Enseguida arremete con otro tema de ese mismo álbum: Chestnut mare. Luego dedica Jelly Roger, del disco Cardiff Rose, a la época en que acompañó a Dylan en su Rolling Thunder Revieu. “Por entonces viajábamos en micros que se desplazaban por la noche como barcos piratas”, recuerda.
Pete Seeger y Gene Clark son los siguientes homenajeados de la noche: el primero con The bells of Rhymney. El segundo con You showed me. Se viene el final a puro éxito Byrd. Con la guitarra acústica interpreta los primeros acordes del Mr. Tambourine man de Dylan. “David Crosby me dijo que ese tema nunca podría llegar a ser un hit en la radio, entonces tomé la guitarra eléctrica y se me ocurrió hacer esto”. La transformación es notable, el público aplaude. Sigue con Eight miles high, esta vez dedicado a John Coltrane y Ravi Shankar. Corta una cuerda. No importa. Cambia de guitarra y cierra con Turn, turn, turn.
Hasta ahí, un show perfecto. Los bises traen una sorpresa, que sacude más desde lo emotivo que desde lo musical. Charly García se sienta frente a un teclado y juntos cantan, en español e inglés, Feel a whole lot better. La voz de Charly está arruinada, se lo nota fuera de tiempo. Tal vez por eso sólo acompaña con el teclado los dos temas siguientes: So you want be a rock and roll star y Knocking on Heaven’s door. Se van ovacionados. El público pide una más. Y Roger McGuinn regresa al escenario, por suerte solo, e interpreta May the road rise to meet you, una vieja canción irlandesa que elige para cerrar un show fabuloso, de esos imposibles de olvidar.
2 comentarios:
totalmente de acuerdo...abrazo Martin. Tan simple y complejo de ver y resumir tan bien tanta realidad...!
the byrds....notable¡¡¡¡
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