Don Vilanova – Don Vilanova y sus secauces. El contraste que hay entre el primer tema, Dobro intro, y el segundo, Vos ya sabes, es abismal. Miguel tocando blues es imbatible. Mucho feeling y demasiada experiencia. Pero enseguida arremete con un rock and roll exasperado, junto a la banda Nativo, que no le sienta muy bien. Esas dos caras de presentación inmediatamente obligan a una pregunta: ¿Cómo seguirá el disco? Sigue bien, pese a que el tercer tema aparece acompañado por otra banda de rock, Pier, el blues comienza a tomar forma. La guitarra dobro y el slide vuelven a aparecer en escena un par de veces más volcando el espíritu del Delta. La Mississippi suma su sonido clásico, con la voz de Ricardo Tapia, en Blues hasta que salga el sol. Blues solamente, con Emmanuel Horvilleur, suena demasiado forzado. Podría esperarse lo mismo de Abre en el que Miguel le hace frente al legado jamaiquino junto a los Reggae Rockers. Pero no: el tema destila frescura y alegría. Ciro Fogliatta aporta toda su experiencia y virtuosismo en La mente, Blues en la radio y La hechicera. Celeste Carballo le da un toque femenino en Tiempo al tiempo y los Blues Motel se “sincronizan” con el viejo maestro en un blues poco flexible. Me gustó mucho más que el anterior, Adiós Botafogo... Es cierto que éste tiene un par de altibajos, pero mientras el Don siga cerca del blues las cosas estarán bien.
Támesis – Aprendiendo a volar. Rock vintage, guitarras rabiosas y coros góspel. Canciones propias, espíritu sureño y muchas ganas. Esos son algunos de los condimentos de este disco novedoso en el que se perciben influencias muy marcadas de los Black Crowes. La banda está conformada por Guido Venegoni (voz), Julio Fabiani y Brian Figueroa (guitarras), Diego Gerez (teclados), Homero Tolosa (batería), Florencia Andrada y Natalia Pereira Pinto (coros). Todos chicos que tienen un promedio de edad de 23 años. Entre los invitados figuran Gabriel Grätzer (banjo), Nicolás Raffetta (teclados), Mauro Diana y Marcelo Saluzky (bajo). El álbum, de doce temas, tiene una notable calidad de sonido: fue grabado en el estudio Circo Beat, materizado por Max Scenna e impulsado por la Escuela del Blues. Los cuatro primeros temas son muy Crowes. El quinto, Canción para las batallas, marca un quiebre bárbaro con el aporte campestre de Grätzer. Cruel realidad tiene retazos de hit, al igual que el título que da nombre al disco, Aprendiendo a volar. Seguramente este es apenas el primer disco de una banda con mucho futuro. Bienvenidos.
Rubén Gaitán – Tuve que hacerlo. La primera pregunta que me surge luego de escuchar el disco es ¿Por qué tuviste que hacerlo Rubén? No hay dudas de que Gaitán es un referente de la armónica y del blues en la Argentina. Ha tocado con todos los músicos locales y con algunas figuras que vinieron del exterior. Todavía recuerdo con emoción esas noches de buena música, humo y Tía María en Betty Blues. Pero aquí y ahora, escuchando el álbum, pienso que un fiscal, durante una indagatoria, podría aceptar ese título como una confesión de culpabilidad. El disco también podría haberse llamado “Y qué le voy a hacer” o “Hice lo que me dijeron que hiciera”. Las letras de las canciones son un cliché y los invitados –Juanse, Sarcófago, Manuel Quieto de La Mancha de Rolando, entre otros- no logran levantarle la onda. Se trata de rocanroles obvios, previsibles, que bien podrían ser parte del repertorio de una banda de rock barrial adolescente. Rescato los solos en Me va a matar, Whisky para dos y Policías en acción, en los que Rubén Gaitán hace lo mejor que sabe hacer: tocar la armónica.
2 comentarios:
Gracias Martìn!!!! Ojalà te haya gustado!!!!
es cierto que el disco de gaitan es malo...
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