Una noche, a comienzos de este mes, fui a cenar a Doppio Zero, un restaurante del Bajo Belgrano en el que se comen las mejores pastas de Buenos Aires. Antes de pedirme unos orechietti con reducción de cordero elegí el vino. La carta, muy amplia, me llevó a pedir un Felino cabernet sauvignon. Pero el dueño del restaurante, un flaco muy atento que recorre todas las mesas y no deja detalle librado al azar, me dijo: “Por el mismo precio te recomiendo uno que no tengo en la carta que es una delicia”. Lo dijo tan convencido que no me quedó otra que aceptar. Así, llegó a la mesa una botella de Palo Borracho, un cabernet fabuloso de Ernesto Catena. Uno de esos vinos que es difícil conseguir y que es muy grato disfrutar. El dueño del restaurante me contó que lo probó en una degustación y que cuando quiso adquirir unas cajas le dijeron que Frappé había comprado toda la partida. Así que, me explicó, no tuvo más remedio que comprarle unas cajas a la vinería. La cuestión es que el vino, en la temperatura justa, me pareció exquisito. Intenso, frutado, fresco. Fue de lo mejor que probé en el año.
1 comentario:
Tuve la posibilidad de probar dicho vino en un buen restaurante en
belgrano y la verdad es excelente. Ojala que pueda tener otra cena con dicha delicia porque es espectacular
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