sábado, 25 de noviembre de 2017

Caxias do Blues (I)

Escenario Mojo Hand (Foto gentileza Guillermo Martínez)
El blues en Caxias do Sul empieza cuando pisas el Mississppi Delta Blues Bar, una vieja casona restaurada como un auténtico blues bar estadounidense que revalorizó una zona de la ciudad que estaba a la deriva y que fue la piedra basal del festival más grande de América latina dedicado a esa música.

El evento, que celebra su décimo aniversario, se convirtió en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad. Está montado sobre un viejo predio ferroviario lindero al bar y tiene siete escenarios. El Mojo Hand y el Magnolia son los más grandes. Luego hay dos más pequeños y acogedores: El Front Porch y el Folk Stage. Otros dos son los que están adentro de bares: uno es el del Mississippi y el otro está la lado y lo llamaron DDI 54 porque, por primera vez, está dedicado exclusivamente a músicos argentinos. El restante, el Hot Music stage, se ubica en medio de un patio de comidas y ahí suenan otros géneros musicales.

Ian Siegal y Alamo Leal
El miércoles por la tarde, en la víspera del festival, se realiza el lanzamiento de prensa que tiene al inglés Ian Siegal y al brasileño Alamo Leal como protagonistas. Tras una breve conferencia de prensa en el Mississippi Delta Blues Bar tocan tres temas: Hey Bo Diddley, Stop breakin’ down y How many more years. Por la noche, el lugar abre sus puertas a los primeros adelantados. Faltan 24 horas para el inicio del festival pero la gente quiere blues. Thunder Carlos es el encargado de recibir a los visitantes con su combo de blues tradicional del Delta. Solo con su guitarra Stella toca temas como Trouble in mind, Can’t be satisfied y Highway 61 blues y luego da paso a un set un poco más extendido que el de la tarde de Ian Siegal y Alamo Leal. El inglés muestra toda su versatilidad para interpretar distintos tipos de blues y góspel que entona con una voz profunda y cavernosa. La noche se cierra con una zapada, un clásico del lugar.

Día 1

El público comienza a ingresar cuando el sol todavía calienta la tarde. Hay decenas de puestos. Algunos de grandes marcas y otros que venden libros, cd’s, merchandising, artesanías. Pero los que más abundan son los de comida y, claro está, los de cerveza artesanal. Empieza el peregrinaje por los escenarios. En el DDI 54 está tocando Hernán González, un argentino que vive en Porto Alegre y con su trío eligió un repertorio con varios covers de los Ratones Paranoicos y Pappo. En el Magnolia suena el power trío de Dani Ela y en el Front Porch Thunder Carlos entretiene a unas pocas personas con su sonido del Delta.

Bob Stroger (Foto G.M.)
El primer show fuerte empieza a las 20:00. The Juke Joint Band, de Toyo Bagoso, el organizador del evento, dispara buenas versiones de Old love, Strange brew, Gimme all your lovin’ y Some kind of wonderful. La primera gran ovación del festival llega cuando invitan a Bob Stroger a cantar Let the good times roll. La relación entre el legendario bajista de Howlin' Wolf y el público local es muy cálida. "Es bueno estar otra vez en casa", dice él.

La marea de gente va de acá para allá. Es tiempo de ocupar un lugar en el bar porque se vienen los Headcutters junto a Bob Stroger. El viejo Bob pasa de un gran escenario a una pequeña tarima. La energía y las ganas que le pone para cantar son las mismas. “Me llaman Bob Stroger, pero mi verdadero nombre es Blues”, anuncia en medio de los aplausos. Los Hadcutters arremeten con su sonido vintage y el viejo Bob canta Bad boy.

Big A Sherrod (Foto G:M)
Otra vez de regreso en el Mojo Hand stage. Es tiempo del blues de Clarksdale con Anthony “Big A” Sherrod. Me habían anticipado que su show era 100% blues de juke joint, pero aquí me encuentro con una presentación for export. Sherrod es muy carismático y sabe como entretener al público. Puntea con la boca, tirado en el piso y se baja a tocar entre la gente. El repertorio incluye Every day I have the blues, Cold cold feeling, Got my mojo working, Catfish blues y dos de Howlin’ Wolf: Killing floor y Smokestack lightinin’. Lo acompañan Tomy Espósito (guitarra), Mariano D’Andrea (bajo) y Adrián Flores (batería), quien no puede contener su verborragia y más de una vez impone su vozarrón para presentar a Big A. El sonido es tan fuerte que al salir de allí los tímpanos piden piedad.

Martín Burguez y Freddie Muñoz.
Vuelvo al DDI 54 porque está por empezar el show de Martín Burguez. Lo acompaña su hermano Alberto en teclados, Germán Pedraza en batería y el chileno Freddy Muñoz en bajo. Suenan todos muy ajustados y con ganas. Hacen dos sets de una hora cada uno y tocan temas del Club del Jump, Freddie King, Ray Charles y clásicos como Caldonia y T-Bone shuffle. La gente circula y baila. Martín Burguez toma nota y le pone un poco de rock and roll clásico a la velada con Lucille de Little Richard y boogie woogie cuando invita al escenario al tecladista Luciano Leães. Es un festival y todos quieren divertirse.

Entrada la madrugada, el Mississippi es el último bastión que queda en pie. La jam empieza con los Headcutters, luego suben Nico Smoljan, Javier Mozzi y Mauro Bonamico. Aparece Iván Singh y termina tocando su viola arriba de una mesa ante la mirada atónita de Alamo Leal. Son casi las 4 de la mañana cuando Ian Siegal y Decio Caetano en guitarras, respaldados por Catuto, de los Headcutters, en contrabajo y Germán Pedraza en batería, disputan un duelo de pesos pesados. Es blues en estado puro.

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