jueves, 23 de noviembre de 2017

Un viaje con Jagger


Los hinchas de Lanús coparon el Aeroparque. Estaban exaltados con el partido de ida de la finalísima de la Copa Libertadores. Mientras cantaban sus canciones de cancha y revoleaban sus camisetas, los turistas los filmaban y les sacaban fotos. Entre ellos estaba un sesentón canoso, que llevaba un sombrero texano, camisa a cuadros, jeans y usaba unos anteojos de sol redondos como los que inmortalizó John Lennon. Ninguno de esos hinchas se dio cuenta de que estaban frente al hermano de Mick Jagger.

Chris Jagger abordó el vuelo 1230 de Aerolíneas Argentinas rumbo a Porto Alegre. Lo acompañaba Charlie Hart, el músico que toca con él; el legendario Bob Stroger y su señora; y el productor Rogelio Rugilo. Recién arriba del avión Jagger intercambió algunos saludos con Los Mentidores, la banda que anima la escena del blues cordobés. Todos tenían el mismo destino: el festival de blues de Caxias do Sul.

Me ubiqué un par de asientos detrás de Jagger, a quien Rogelio me presentó cuando hacíamos la fila para abordar, y noté que apenas se sacó los auriculares Sony durante el viaje. Al llegar a Porto Alegre, recogimos nuestro equipaje y Jagger mostró su buen humor cuando empezó a cargar a Iván Gómez Singh porque tenía una valija rosa chicle.

Afuera nos esperaba su manager, una morena brasileña muy locuaz, y el chofer de la combi que nos llevaría a Caxias. Jagger se desplomó en el asiento trasero del vehículo y yo me senté a su lado. Se sacó los zapatos y acomodó las piernas entre la ventanilla y el respaldo del asiento que tenía adelante, en el que se ubicó Hart. Me empezó a hablar de fútbol. Estaba sorprendido con los cánticos de los hinchas de Lanús. “Cuando era joven seguía mucho al Tottenham, pero ahora no miro mucho fútbol. Tienen un entrenador uruguayo”, me dijo y enseguida lo corregí. Mauricio Pochettino es tan argentino como el asado.

Traté de llevar la charla hacia la música. Me contó que prefiere tocar solo con Charlie Hart o con su banda y que le cuesta hacerlo con músicos que no conoce. “Si no hay muchos ensayos previos las cosas no salen bien”, dijo. La noche del lunes, Hart y él habían ido al programa de tevé NET, que conduce Germán Paoloski, y les sumaron una sección rítmica comandada por el Zorrito Von Quintiero “Es un muy buen bajista, pero el baterista no me gustó”, sentenció el hermano menor del líder de los Stones. “Es difícil tocar y después dar una entrevista. Tengo el cerebro compartimentado y pasar del modo musical al modo hablado me resulta complicado”, agregó.

Paramos a mitad de camino para comer algo y estirar las piernas. Jagger devoró unos bolinhos que se veían tentadores pero poco saludables. Al verlo comer en ese parador rutero pensé en la vida diametralmente opuesta que tiene a la de su glamoroso hermano a pesar de que se dedican a lo mismo. Seguimos viaje y si alguno de los pasajeros pensó que podría dormir estaba muy equivocado. Jagger no paró de hablar y hacer preguntas. “¿Cómo se llama esta región de Brasil?”, “¿Hablan portugués en otros países de América?”, “¿Cuál es la inflación de Argentina?”, “¿Qué pasó con Mugabe en Zimbabwe?”.

Se comió medio paquete de Mentos mientras teorizaba sobre las similitudes geológicas de Brasil y África, o elogiaba las rutas de Australia. A medida que nos fuimos adentrando en los morros, el andar de la combi se volvió brusco. Empezamos a subir y Jagger sentenció: “El único camino es hacia arriba” y se puso a cantar a capella Learning to fly, de Tom Petty. Había activado el modo musical: siguió con Up on cripple creek, de The Band, y una más que no reconocí. Los otros pasajeros parecían ignorarlo. Ya ni Charlie Hart, que le había seguido el tranco de la conversación, se sumó a su fogón imaginario.

“¿Cuánto falta?”, preguntó cuando ya casi llegábamos. Parecía aburrido y empezó a bostezar con ganas.

El paisaje selvático se transformó en urbano. Habíamos llegado. “Necesito comprar cuerdas para mi guitarra”, le dijo a su manager cuando pasamos por la puerta de una casa de música en una avenida no identificable de Caxias. “Después, Chris”, le respondió ella. Y él se quejó por que no sabría cómo regresar a ese lugar.

Llegamos a su hotel, el Personal, e ingresó con mucha dificultad su equipaje por la puerta giratoria cuando tenía una puerta común al lado. Volvió a salir y cuando se dio cuenta de que yo iba a otro hotel se despidió cortésmente. “Nos vemos en el festival”.


1 comentario:

Daniel Zeitun Lamas dijo...

Que le mande saludos a Mick.