“Toda mi vida he sido el mismo y nunca voy a cambiar”, canta Buddy Guy en Never gonna change. ¿Pero es eso cierto? Algunos piensan que no, que Buddy Guy dejó la senda del blues para convertirse en una especie de rock star. Y en algún punto tienen razón, hay algo de estrella en él. Pero en el fondo, como bien sostiene en su canción, sigue siendo el mismo hombre de blues de siempre. Sigue viviendo en Chicago y no desperdició su talento. A fines de la década del 50, cuando apenas tenía poco más de 20 años, fue acogido por los popes de Chicago que grababan para Chess Records y desde entonces desarrolló una carrera fabulosa. Hoy, esa oportunidad que le dieron hace 50 años, la retribuye con creces a otros músicos a los que apoya y da aliento.
El Buddy Guy’s Legend, su bar en Chicago, está a unas 15 cuadras del viejo edificio de Chess. Eso habla de un sentido de pertenencia absoluto. Eso lo refleja también en dos de las canciones de su flamante álbum doble Rythm & Blues: Best in town y Meet me in Chicago. Este disco viene a ser una especie de manifiesto de lo que el blues significa para él. Más allá de tener una producción superlativa, un sonido perfecto y una mezcla final descomunal, la columna vertebral del nuevo álbum son excelentes canciones y tremendísimas interpretaciones.
Pero hay algo más: una selecta lista de invitados. Algunos, los que nunca faltan, criticarán que Buddy Guy eligió a músicos de rock y country para hacer un álbum más comercial. Es probable, pero también es estúpido pensar que Buddy Guy haría un disco para que no venda. Lo importante aquí es que los invitados cumplen en sus apariciones. En el disco uno, Kid Rock le pone garra y mucha onda a una nueva versión de Messin’ with the kid, que Buddy solía tocar con su histórico socio, Junior Wells. La ascendente Beth Hart brilla con intensidad en What you gonna do about me; y Keith Urban aporta una dulzura campestre a la balada One day away. En el disco dos, los miembros de Aerosmith Steven Tyler, Joe Perry y Brad Whitford, se desgarran el alma en Evil twin, un blues furioso de guitarras en llamas; y Gary Clark Jr. se bate a duelo con el gran maestro en Blues don’t care.
En cada una de las 21 canciones, Buddy Guy ratifica su compromiso con el sonido de Chicago y con sus mentores, más allá de cierta pirotecnia de la que podía haber prescindido. De todas maneras, casi todo lo que hay en Rythm & Blues es talento, historia y pasión. Y eso… es suficiente.
2 comentarios:
lo estaba esperando.
es un discazo
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