viernes, 11 de abril de 2014

113 puñaladas


El slide de Eric Sardinas es un cuchillo afilado. Sus solos son 113 puñaladas penetrando la carne y llegando hasta las vísceras. Cuchilladas intensas, frenéticas, apasionadas. En vivo se percibe más voraz y extremo que en sus discos. El bajo y la batería llevan los graves al límite. Son golpes furiosos. No dan respiro y no dejan huecos. Todo el tiempo… pum pum pum. Los punteos surgen entre esa maraña de sonido eléctrico con tanta fuerza que cuesta creer que salgan de una guitarra resonadora. No se escuchan limpios y al frente, sino que son parte de un entretejido rockero ampuloso.

“Vamos a tocar blues de la manera que lo hacemos nosotros, con mucho rock and roll”, anunció Sardinas antes de comenzar con una versión enajenada de Treat me right. A partir de ese momento y durante poco más de una hora y media, el power trío llevaría el show a toda máquina, con mucha energía y sin respiro.

Se sabe que a Sardinas no le gusta repetirse y que nunca toca una canción de la misma manera. Durante el show en Vorterix repasó temas de sus discos más recientes, Eric Sardinas & Big Motor (2008) y Sticks and stones (2011), que alternó con algunos covers como I can´t be satisfied, de Muddy Waters. “Crecí escuchando a Charley Patton, Bukka White, Fred McDowell y Howlin’ Wolf. Esta es una de las canciones que me inspiró para tocar la guitarra”, dijo antes de sumergirse en Hellhound on my trail, de Robert Johnson. Ese, tal vez, fue el único momento calmo de la noche: Sardinas se quedó solo arriba del escenario y hasta cantó alejado del micrófono.

El bajista Levell Price, con su barba a lo ZZ Top, también tuvo su instante protagónico. Promediaba el recital, y éste empezó a golpear las cuerdas de su bajo y a combinar la pedalera para sacar un sonido funky con altas dosis de octanos rockeros, mientras el baterista Bryan Keeling lo respaldaba haciendo sonar al máximo sus bombos. Sardinas lo admiraba desde un costado.

Vestido con un sombrero texano, chaleco, camisa negra, botas y jean Oxford, Sardinas se mostró muy natural y agradecido arriba del escenario. “Estamos todos acá reunidos porque amamos la música. No sé qué sería de mí sin ella”, dijo en más de una oportunidad.

Para el bis invitó a Luciano Napolitano y a Vitico (que abrió el show con su banda Viticus) para homenajear a Pappo con El Viejo, tema que también grabaron ayer a la mañana en el estudio de Vorterix para un disco tributo. Sardinas le regaló su slide a Luciano mientras la gente pedía una más. Y habría una más, claro, porque a veces 113 puñaladas no son suficientes. Y Sardinas encaró la última canción como si fuera la primera, como si todo volviera a empezar.

3 comentarios:

daniela dijo...

Muy buena review!!!...he visto a Eric mas de 50 veces en alrededor de 6 años y cada vez me puso los pelos de punta como la primera vez...la metafora de las puñaladas es totalmente acertada...

Adrián Flores dijo...

Mientras muchos quieren seguir promocionando rockeros disfrazados de bluesmen, unos pocos seguimos luchando (si, porque es una lucha y casi tan desigual como la de David con Goliat) para mostrar donde esta el verdadero Blues. Es duro, pero a mi por lo menos, no me van a vencer.
Hay muchos que son mas abiertos con la musica, pero saben apreciar a los que defendemos la raiz, ahora hay otros que directamente atacan a los puristas. Con los primeros, guardo eterno respeto, ahora con los otros, ni agua. Y para ser mas claro a lo que me refiero voy a dar algunos nombres propios para los ejemplos de los que hablaba en el post. Gente como Guillermo Blanco Alvarado, Pablo Piñeiro, Diego Luis Martínez, Luis Mielniczuk y Matías Colombatti por ejemplo, saben valorar y respetar a los que defendemos la tradicion, ahora gente como el Malbec & Blues, la comunidad plumifera blusera de taringa y alguna que otra banda que lleva en el nombre la palabra Blue's (si asi mal escrita) no pierden oportunidad de pegarle a los puristas. Porque? que sería de los experimentos que hacen sin la raiz?

Jorge dijo...

Me lo perdi.....la proxima voy de cabeza!