Pasaron 45 años desde que The Police llegó a la cima del mundo de la música. Desde entonces, las canciones de Sting se convirtieron en la banda de sonido de nuestras vidas. Ahora, a ocho años de su última visita, volvió a Buenos Aires para dar dos conciertos memorables en el Movistar Arena, aunque esta vez con un formato de power trío, similar en algún punto, pero diferente en perspectiva, a su etapa junto a Andy Summers y Stewart Copeland.
La gira Sting 3.0 presenta al cantante, compositor y bajista acompañado por el guitarrista Dominique Miller y al baterista Chris Maas. El formato del show es tan minimalista como vertiginoso. Y ese vértigo lo provoca la catarata de hits que el trío despliega sobre el escenario, temas de todas sus épocas, pero con una marcada inclinación por el cancionero de The Police.
Vestido con remera, jeans y zapatillas, Sting no aparenta los 73 años que tiene. Pero no es solo una apariencia visual. Lo mismo sucede cuando canta: lo hace durante casi dos horas sin tomarse un respiro, con una entrega y un registro que el tiempo no ha podido horadar. El inicio del show es con la fantástica Message in a Bottle y su “Sending out an SOS” del estribillo rebota en cada rincón del estadio.
Dos de sus composiciones más exquisitas, If I Ever Lose My Faith in You e Englishman in New York, de sus discos Ten Summoner's Tales (1993) y Nothing Like The Sun (1987), preceden a Every Little Thing She Does Is Magic, otra de las grandes canciones de The Police que irá mechando a lo largo del show. Es ahí cuando balbucea una frase en castellano que hace gritar al público: “Muy felices de estar aquí con ustedes”. Vuelve a Ten Summoner's Tales con la melodiosa Fields of Gold y luego salta a Never Coming Home de Sacred Love (2003). Recién en ese momento, el público que pagó costosas plateas en las primeras filas se sienta, eso provoca un efecto dominó en el resto del campo cubierto de sillas, tan pegadas unas de la otras que no dejan espacio ni para cruzar las piernas. Es en ese tema, Dominique Miller da un par de pasos al centro y saca un solo fantástico desde su Fender Stratocaster.Junta cinco canciones de The Police –Synchronicity II, Spirits in the Material World, Wrapped Around Your Finger, Driven to Tears y Can't Stand Losing You- apenas interrumpidas por Mad About You y Fortress Around Your Heart, todas interpretadas con una vuelta de tuerca de las originales, pero sin que pierdan su esencia y melodía. Así como Sting supo reinventarse varias veces a lo largo de su vida, también lo hace con sus canciones.
Shape of my Heart es el tercer tema que toca de Ten Summoner's Tales, probablemente su disco solista mejor valorado, y luego pasa a I Wrote Your Name (Upon My Heart), su más reciente lanzamiento, con la guitarra bien al frente y una impronta rockera que uno deseaba escuchar de Sting. El último tramo del show comienza con ese rasgueo reggae característico de Walking on the Moon, con el bajo marcando un groove expansivo y Sting elevando su voz hacia el infinito. No hay corte y sin darnos cuenta ya estamos cantando So Lonely y cuando parece que el raid de The Police no se va a detener hasta el final, el trío hace un rebaje con Desert Rose, el tema de ritmo arabesco que Sting escribió a fines de los noventa junto al compositor argelino Cheb Rabah.
Ahora sí los ochenta se nos vienen encima, primero con una versión deconstruida de King of Pain, y luego con la que seguramente es la canción de The Police más cantada de la historia, Every Breath You Take. Tal vez por eso, como un guiño al público, es de todas las que tocó, la que más se asemeja a la original. Sting y sus músicos se despiden en medio de una ovación, pero los bises llegan enseguida. Un minuto más tarde, los tres vuelven a aparecer en escena para interpretar con una energía desbordante el clásico Roxanne, y todo el mundo corea “You don't have to put on the red light”, mientras que el bajo y la guitarra confluyen en un ritmo reggae atomizado. Todavía queda algo más: Sting deja el bajo y toma una guitarra electroacústica y rasga los primeros acordes de Fragile, con un recordatorio clave en tiempos mensajes de odio y bombardeos: “Nada surge de la violencia”.Sting lo hizo de nuevo como en aquellos míticos shows en Obras de 1980 junto a The Police; en River en 1987 para presentar Nothing Like the Sun; su participación en Amnesty en 1989 junto a Peter Gabriel, Bruce Springsteen y Tracy Chapman; en Vélez en 2001; otra vez con The Police en River 2007; en la inauguración del Direct TV Arena en 2015; y en el Hipódromo de Palermo en 2017. Se brindó entero a un público receptivo que conoce sus canciones a la perfección, porque están allí, entre nosotros, desde siempre.
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