Dos lanzamientos recientes muestran que los músicos de blues son eternos agradecidos de sus influencias y mentores.
Walter Trout – A Tribute to Luther Allison. Este flamante disco del ex guitarrista de los Bluesbreakers sintetiza su pasión y admiración por los blues de Luther Allison. Ambos músicos se conocieron en Suiza, mucho antes del retorno triunfal de Allison a los Estados Unidos, que se materializó en una serie de discos para el sello Alligator. La foto de la portada fue tomada en el festival de Montreux en los 80 y desde entonces Trout quedó sumergido en el estilo palpitante de interpretar los blues de Allison y en la forma apasionada que los cantaba. “Es un triunfo de la ambición y la capacidad como Walter Trout captura el espíritu y la esencia de Allison”, escribió el crítico Pete Feenstra. El álbum tiene doce temas y un track extra que inmortaliza las palabras del viejo bluesman de Chicago: “Yo no quiero ser un extraño, quiero ser parte del universo de la naturaleza. No quiero fans, quiero amigos”. Trout interpreta Bad love, Cherry red wine, I’m back y Lowdown and dirty (con Bernard Allison como invitado) con una demoledora convicción y un respeto supremo. Es la conjunción ideal entre el blues del west side y el blues rock. Un álbum que, de alguna manera, nos devuelve al viejo Luther para disfrutarlo un poco más.
Rory Block – Avalon: a Tribute to Mississippi John Hurt. La afinidad que tiene Rory Block con el blues rural no es ninguna novedad. Y su dedicación a homenajear a los viejos maestros tampoco. Repasemos: en 2006 grabó un disco con canciones de Robert Johsnon para el sello Ryodisc y fue, de alguna manera, embrionario. Al finalizar su contrato con esa discográfica arregló con Stony Plain y decidió profundizar el camino de los homenajes con mucho énfasis. Ese sendero lo empezó a recorrer con Blues walkin' like a man: A Tribute to Son House (2008), Shake 'em on down: A Tribute to Mississippi Fred McDowell (2011) y I belong to the band: A Tribute to Rev. Gary Davis (2012). Ahora, se sumerge más adentro en los campos del Mississippi, lejos de Delta, para rescatar la figura de Mississippi John Hurt, uno de los bluesmen más interesantes y destacados de la historia. Según recuerda la propia Block, Stefan Grossman le presentó a John Hurt en 1963 y a partir de ese encuentro ella se obsesionó con sus canciones y su forma simple y suave de interpretarlas. Este álbum sencillo y agradable es una muestra de eso. Candy man, Make me a pallet on your floor y Richland woman blues son algunas de los diez temas que versiona con mucho feeling. La única composición propia está inspirada en el legendario guitarrista, por supuesto, cuyo nombre es una verdad absoluta: Everybody loves John.
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