Hay tipos que soplan dos notas y se creen que saben tocar la armónica. Otros intentan y practican durante toda la vida y, con algo de vergüenza, dicen que son armonicistas. Hay algunos que tocan muy bien y otros que están en un nivel superlativo. Pero son muy pocos los que a ese pequeño instrumento, también llamado saxofón del Mississippi, pueden hacerlo enorme con solo tenerlo entre los labios. De esa clase de músicos es Kim Wilson, quien anoche con sus Hohner dio una verdadera lección en
Un bluesman de alto vuelo es Mr. Wilson. Siempre lo fue. Desde sus inicios con los Fabulous Thunderbirds –y ese gran álbum de 1979- hasta sus discos como solista o las colaboraciones que hizo para músicos rutilantes como Eric Clapton, John Lee Hooker, Bonnie Raitt, o B.B. King. De esa primera época, en la que estaba acompañado por Jimmie Vaughan, tocó Scratch my back, donde realmente explotó Billy Flynn, el bonus track que tuvo el show, con unos punteos punzantes. Flynn es un guitarrista que se formó en Chicago rodeado de grandes como Luther Allison, Pinetop Perkins, Mighty Joe Young y Sunnyland Slim. Su sonido es clásico, muy blues del cincuenta y más aún cuando pela el slide. El resto de la banda, un combo de músicos nacionales encabezados por el baterista Walter Loscocco, acompañó con discreción y respeto al hombre de la noche.
Uno de los mejores momentos del recital fue el solo de Wilson en Early every morning, un tema de B.B. King que viene haciendo en vivo desde hace varios años. Se alejó del micrófono, la gente por un momento hizo un silencio profundo y la armónica arrojó unos sonidos débiles que empezaron a cobrar vigor con cada contracción de su pecho, con cada hinchazón de sus mejillas. Los músicos permanecieron en silencio y por un instante ese pequeño instrumento, que entra en el bolsillo de cualquier pantalón, abarcó absolutamente todo.
No faltó She's tuff, también del debut de los Thunderbirds, en el que su risa, entre verso y verso, se encadenó con la del público y toda La Trastienda rió a su ritmo. El comienzo y el final del show se los dedicó a dos de sus máximas influencias: Jimmy Reed y Sonny Boy Williamson. Wilson eligió para abrir You got me Dizzy, de Reed, donde no tocó tanto la armónica pero sí cantó con fuerza y mucho estilo, como lo haría después durante todo el resto del recital. El cierre fue alucinante. Los músicos dejaron el escenario y la gente empezó corear “Kim, Kim, Kim, Kim”. El tipo salió solo, agradeció en inglés inclinando la cabeza y empezó a tocar Nine below zero, como si estuviera poseído por el espíritu errante de Sonny Boy , como un hechicero con su fórmula mágica. Fueron cinco o seis minutos de antología. Una vez más el sonido de la armónica copó todo el ambiente. El trance del público duró unos instantes. El recuerdo quedará para siempre.
3 comentarios:
Un lujo las notas, como siempre, un placer leerlas.
gracias Martín!! Por todo como siempre!!!
Notón!
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