jueves, 30 de julio de 2009

Wine song 33

Antes que nada la aclaración. No confundan a este Jimmie Rodgers con su homónimo, que fue el Gardel de la música country, o con Jimmy Rogers, uno de los máximos exponentes del blues de Chicago. Aquí tenemos a un joven que a fines de los cincuenta se hizo su lugar con una buena voz y una imagen que a los gringos les encanta. No llegó a ser un rocker como Bill Haley o Buddy Holly, pero sí un ídolo pop. Tuvo su apogeo entre 1957 y 1958. Precisamente de esos años es esta versión de KISSES SWEETER THAN WINE, originalmente compuesta por los Weavers en 1950, aunque las raíces de esta canción se remontan a los años treinta cuando Leadbelly adaptó en Nueva York una tradicional canción irlandesa: Drimmin down.


martes, 28 de julio de 2009

Raw blues

El blues en estado puro es como la vida misma: sufrimiento descarnado, amor destellante, pasión ilimitada, buenos y malos momentos. Es un hombre mano a mano con su música, exteriorizando todos sus pesares. Su profundo dolor. Sus triunfos y sus alegrías. Desde el corazón del Delta o alguna cueva de Chicago. Estrofas rociadas de Moonshine, Southern Comfort o Jack Daniels. El hombre y su guitarra. Una armónica. Una batería que galopa como un potro desbocado. Esta es una selección de cinco discos muy recomendables de blues bien crudo, con muy pocos retoques y con mínima producción. El hombre cara a cara con el Diablo.

T-Model Ford - Pee Wee get my gun. Este disco es un clásico del sello Fat Possum/Epitaph, que editó a Junior Kimbrough, R.L. Burnside y los Jelly Roll Kings, entre otros. Ford tiene un sonido directo y pertubador. Su guitarra es asesina y el ritmo que logra es muy absorbente. Ford es un hombre que no se guarda nada. El disco fue grabado en 1997 en unos estudios tan precarios como su casa de Greenville, Mississippi. En nueve de los once temas Spam lo acompaña en batería y en Been a long time y Feels so bad se suman Frank Frost y Sam Carr. Las letras son provocadoras al igual que la tapa: un nene, de no más de diez años, apunta con un revólver a la cámara.

James ‘Son’ Thomas – Beefsteak blues. En 1998 el sello Evidence editó este disco de Son Thomas con grabaciones eléctricas y acústicas. Son tres sesiones (1980, 1982 y 1985) en las que Thomas se despacha con una selección de clásicos: Catfish blues, Stormy monday, Standing at the Crossroads y Good morning litlle schoolgirl. Lo impresionante de este disco no es tanto la técnica de Thomas, sino la sensación que transmite al tocar los blues y su fuerza vocal. Thomas murió en 1993 y está enterrado en la ciudad de Leland. Su lápida fue pagada por John Fogerty y su epitafio consiste en la letra de su Beefsteak blues: “Give me beefsteak when I’m hungry, whiskey when I’m dry. Pretty women when I’m living, Heaven when I die”.

Louisiana Red & Lefty Dizz - Walked all night long. Grabado en 1976, este álbum vio la luz algunos años después. Es una sesión memorable de dos laburantes del blues. Louisiana Red y su sonido clásico con el acompañamiento de uno de los guitarristas más innovadores de Chicago, Lefty Dizz. Es un disco esencialmente acústico con mucho slide. Muy buenas versiones de temas de Louisiana Red más algunos clásicos como King Bee. Un álbum difícil de conseguir pero que debe estar en la discografía de cualquier amante del blues.

Roosvelt ‘Booba’ Barnes & The Playboys – The Heartbroken man. Barnes fue uno de los músicos más activos de Mississippi durante los ochenta. Tocaba en cualquier juke joint, desde Clarksdale hasta Jackson, aunque su base estaba en Greenville. Luego del lanzamiento de The Heartbroken man (Rooster Blues, 1990) se fue al norte, hacia Chicago, donde se convirtió en uno de los referentes de bares como el Chicago B.L.U.E.S o el Kingston Mines. No era un virtuoso de la guitarra y tocaba la armónica de manera discreta. Pero cantaba como un lobo hambriento poseído por los espíritus de Little Milton y Howlin’ Wolf. All Music definió a este disco como un “clásico moderno”. Imperdible.

Magic Slim – Alone & Unplugged. Magic Slim y su guitarra. Nada más. Este es uno de los mejores discos acústicos de los últimos quince años. Es impresionante la conexión que tiene Slim con sus raíces en temas como Bring me my shotgun o A thousand miles from nowhere. Las versiones de I’m a poor man but a good man, Tough enough y Bring your fine-self home son memorables. Este trabajo es una buena síntesis para alguien que se pregunta qué es el Down home blues. Afortunadamente no es un “unplugged” de MTV. Fue grabado por Phil Hammar para el sello Wolf (garantía de blues auténtico) en 1995.

sábado, 25 de julio de 2009

Introducing Son of Dave



Beatbox man, harmonica player. Así se define este canadiense que combina el blues de los años cincuenta con una base electrónica con mucho groove. Lo descurbrí una noche, hace un par de años, viendo por tevé el show de Jools Holland. El tipo es un crack. En la historia del blues hubo varios one-man-band (Dr. Ross, Jesse Fuller) y Son of Dave viene a sumarse a esa línea, pero con una propuesta innovadora. Su verdadero nombre es Benjamin Darvill y antes de iniciar su proyecto personal tocaba guitarra, armónica y mandolina con los Crash Test Dummies. Hace unos años se radicó en Inglaterra y, gracias a la pedalera de efectos Akai Headrush nació Son of Dave. Tiene tres discos editados muy difíciles de conseguir, sobre todo el primero. Mensaje a los puristas del blues: abstenerse.

miércoles, 22 de julio de 2009

Wine song 32


Luther Allison nació en Arkansas y vivió casi dos décadas en París. Pero su estilo de tocar blues era bien de Chicago, del West Side. Tal vez su amor por el vino nació cuando ya estaba instalado en Francia, quizá antes. Quién sabe. Lo importante es que nunca lo ocultó e incluso compusó y grabó esta versión apasionada de CHERRY RED WINE. La editó en su disco Blue Streak, en 1995, apenas dos años antes de morir. El único cover que hay de este tema es el de Jonny Lang que ya los escuchamos aquí en Malbec & Blues. So...relax, suban el vólumen y vuelen con esta versión...


lunes, 20 de julio de 2009

Vinos con amigos

Las noches de lunes son bastante bajoneras, salvo cuando estaba Peter Capusotto y sus videos en Canal 7 (¡Que vuelva pronto!). Pero bueno, este año el Día del Amigo cae así y hay que disfrutarlo igual. Los que se van a las doce y no toman vino, hacen bien en irse temprano. Para los que disfrutan bebiendo y se relajan les tiro tres sugerencias, por si todavía no saben qué vino elegir para esta noche. No son vinos caros y son muy ricos.
Si lo que pinta es un asado o algún plato de bodegón, San Felipe Cepa Tradicional. Es un vino con autoridad. Ale Marinelli y Mauro Z pueden dar fe de eso. La bottiglia borgognona se impone en la mesa.
Salen empanadas, guiso de lentejas o una picada, les recomiendo el Dante Robino Bonarda. El otro día con mis hermanos comimos un guiso con ese vino y estuvo extraordinario.
La última sugerencia, si van a comer algún plato elaborado o sushi, es un Altos Las Hormigas. Este vino es una fiesta. A 18 grados y en una buena copa es como Messi con pelota dominada.

viernes, 17 de julio de 2009

Johnny y yo

Todos tenemos ese músico que está por encima de todos los demás. Hay razones más poderosas y profundas que el simple gusto musical para explicar por qué él y no otro. Yo empecé escuchando rock: The Police, Creedence, Bruce Springsteen y los Stones. Hasta que un día no determinado de 1990 me prestaron un cassette de B.B. King y me volqué al blues. Poco después llegué al limbo cuando escuché por primera vez a Johnny Winter. Me cautivó el sonido de su guitarra, la potencia y el tono rasposo de su voz, los temas que tocaba y, claro, su apariencia. Más blanco que cualquiera, pero respetado a muerte por los músicos negros que llevaban décadas tocando la música de la que él se nutría. Sus tatuajes, sus sombreros, sus guitarras. Sus discos, excelentes todos. Esta es una pequeña historia. La de Johnny Winter y yo.

La primera vez que lo escuché fue en un cassette TDK de 60 minutos que me prestó Juanchi, el hermano de un amigo, a fines de 1991. En la cinta estaba grabado el disco de Winter con Sonny Terry y Wille Dixon. Excelente álbum, que de tanto en tanto escucho. El albino no canta pero la banda suena del carajo. Una tremenda sesión. El solo de Winter en el comienzo de Whoee, Whoee es memorable. En el lado B, había tres temas más de Winter de otros discos: Bonie Moronie, Mean town blues y Dallas. Me pegó fuerte.


Pocos meses después cambié el equipo de audio Philips e incorporé el disco compacto a mi vida con un flamante minicomponente JVC. El primer día que lo conecté, fui decidido al viejo Musimundo de Cabildo, al lado del desaparecido cine Atlas. Llevaba 40 pesos. Todavía era la época que las bateas estaban repletas de cassettes. Pero en el medio, dividiendo el local en dos, estaban los exhibidores con unos pocos cd’s. Cada uno costaba 18 pesos. Ese día me compré mis dos primeros discos: uno de B.B. King y Serious Business, de Winter.

Tuve tres remeras de Winter, bah una todavía lo conservo aunque no la uso. La primera me la hice yo en Taller 4 con una remera Hering blanca y la foto del albino de la contratapa de Let me in. La segunda, con la misma técnica, me la regaló mi amigo Brutus. Aunque el estampado no era solo una foto, sino que tenía un collage muy loco, como los que él suele hacer para decorar sus guitarras. La tercera me la compré la primera vez que lo vi en vivo. Hoy está gastada y la uso poco. Pero es una de esas cosas que quiero conservar.


La primera vez que lo vi en vivo fue una gélida noche de enero de 1996 en Nueva York. Tocó en un boliche que se llamaba Tramps, y los soportes fueron Debbie Davies y Bill Perry. Alto impacto fue para mí tenerlo a unos pocos metros. Se lo veía frágil, extremadamente flaco. Pero tocaba como siempre. Fui con Emiliano. A él le gustaba el blues… un poco, pero escuchaba otras cosas, Sonic Youth, Led Zeppelin, Lou Reed. Pero esa noche la música de Winter lo enloqueció. Ver al albino en vivo fue extraordinario, terminé de comprender todo lo que su música significaba para mí. Esta foto es una de las tres que le saque esa noche con mi vieja cámara pocket.

Cinco años después, en marzo de 2001, lo volví a ver en la misma ciudad. Casi como un guiño del destino, tocó en el B.B. King’s Blues Club, ahí en Times Square. Me costó 20 dólares la entrada. Me ubiqué a un costado de la barra, tomé dos cervezas y comí unas brochetes de cangrejo. Esa vez no lo vi muy bien. Tocaba más lento y lo hizo apenas durante 50 minutos. Pero igual fue genial. Me fui muy feliz, era el primer día de mis vacaciones y ya había visto al albino.

En 2004 tuvimos el chasco de su visita frustrada. Iba a tocar el 16 y 17 de agosto en el Teatro Gran Rex, para presentar su disco, “I’m a Bluesman”. Compré tres entradas para ir con Fer y Juanchi, pero después se postergó para setiembre y finalmente se suspendió. Hubo muchos rumores sobre la cancelación, todos relacionados con su salud. Y pensé que se me había escapado la oportunidad de verlo por última vez.

Pero tuve revancha. Ocurrió en 2007, en Londres. Días antes vi a Bob Dylan, John Butler y Ike Turner en París. Y Winter en el Astoria, en Charing Cross Road, fue el cierre fantástico de ese viaje por Europa. Vero quería caminar por el Soho, mirar vidrieras, y yo entré a ver al albino. Me encontré con un anciano, con barba, prácticamente ciego, muy débil. Lo acompañaron hasta una silla que estaba en medio del escenario. Se sentó y se encendió. Empezó a brotar el más puro blues de sus entrañas, tanto que nos volvió locos atodos los que estábamos ahí. Gracias maestro. Hoy sigo deseando un cuarto show.












(Fotos: 1- Johnny Winter en los setentas / 2- Tapa del disco Serious Business / 3- Winter en vivo en Tramps, NY, 1996 / 4- En e
n vivo en el Astoria, Londres, 2007)

jueves, 16 de julio de 2009

De cerdos muertos y naturalezas vivas


Por René Roca

El fuego estaba furioso. Viril. De haber estado fuera de la improvisada parrilla podría haber quemado Roma en pocas horas. La carne de cerdo se oreaba sobre una tabla de madera. Una espesa capa de romero y tomillo, bañada con abundante limón, la protegía de las moscas.
A pocos metros, la barranca era empinada. El espinillo que se encontraba en ella tenía una postura recta, orgullosa, como retando al contratiempo. Sus flores amarillas lo cubrían todo, y en su generosidad extendía su manto hasta el límite de la pendiente con la arena a la vera del río.
La foto era imponente; la naturaleza pocas veces se presenta con esta impronta a un citadino que apenas se anima a pisar descalzo la tierra. El río era falso, o podría haberlo sido, pero la frescura que sentía en mis pies negaba otra ilusión. Una calma semejante, sólo en el paraíso.
El cielo del atardecer se excedía en sus violetas e intentaba suavizarlos con crudos naranjas artificiales. Admiré a los grandes pintores, pero inmediatamente incorporé a los pequeños. La valentía de ir por lo natural es el talento de todos ellos.
Me senté a contemplar lo maravilloso de ese momento junto a la parrilla y al ansioso cerdo marinado. Extraje una copa. Con paciencia descorché una botella de Ricardo Santos, un sutil malbec que actuó como un daguerrotipo en mi memoria, para así retener, como un tesoro invaluable, esta crónica de cerdos muertos y naturalezas vivas.

martes, 14 de julio de 2009

Wine song 31


Lejos de su espumante supernova de los noventa, los hermanos Gallagher presentaron en 2005 el single The Importance of Being Idle, con dos temas en el lado B. Una de esas canciones era PASS ME DOWN THE WINE. Compuesta por Liam, la canción tiene una base de guitarras acústicas y una melodía muy interesante. Tal vez no sea uno de los temas más conocidos de Oasis, pero tiene su sello indiscutido. Es imposible que los Oasis lleguen a estar en algún momento en el mismo pedestal que los Beatles, pero sin dudas es una muy buena banda de rock. Así que pasen el vino, prendan el equipo y pulsen "play".


domingo, 12 de julio de 2009

Wine song 30


No fue fácil llegar a las treinta wine songs. Pero aquí estamos. Y hay más por venir. Pero prestemos atención a esta vieja joya de Johnny Cash. HE TURNED THE WATER INTO WINE, como se imaginan, tiene un trasfondo religoso. En 1969 Cash editó el álbum Holy Land, inspirado en un viaje que hizo junto a June Carter a Israel. No es de los mejores discos de él, aunque hay algunos temas country gospel que están muy bien. La letra habla de los milagros de Jesús que relata la Biblia.


jueves, 9 de julio de 2009

Blues movies

Cadillac Records (2008). Acá tenemos la historia de la creación, apogeo y caída de Chess Records, que es más o menos lo mismo que el auge del blues de Chicago de principios de los cincuenta y el nacimiento del rock and roll. La película está narrada por un actor que hace de Willie Dixon y los protagonistas son Leonard Chess (Adrien Brody) y Muddy Waters (Jeffrey Wright). Está muy bien Eamonn Walker, que interpreta a Howlin’ Wolf. Y Beyoncé se dio el gusto de hacer de Etta James y cantar I rather go blind y At last. El guión tiene esos adornos y clichés de Hollywood y tiene algunos baches: es increíble que no se los mencione a Bo Diddley, Sonny Boy o Buddy Guy en toda la película. Pero al margen de esos detalles, es muy llevadera y la música es muy buena.

O brother, where art thou? (2000). Una adaptación de la Odisea de Homero ambientada en el sur profundo y racista de los Estados Unidos de los años treinta. El sonido de las piedras molidas por los picos, la dura labor de los presos y esos aullidos dolorosos en clave de worksong. La fuga. La epopeya. Todo grotesco y tragicómico. La estética y el relato que imponen los hermanos Cohen es excelente. La música acompaña mucho. Hay un personaje muy interesante, el bluesman errante, aquí llamado Tommy Johnson e interpretado por el guitarrista Chris Thomas King. George Clooney y John Turturro se comen la película.

Honeydripper (2007). El Honeydripper es un juke joint de la Alabama rural, donde se respira blues y los pocos clientes, con sus dedos con cayos por el algodón, beben whisky clandestino. Pero las deudas aquejan a su dueño y, para tratar de ganar algo de dinero, anuncia que Guitar Sam, un reconocido guitarrista, se presentará a tocar. Eso nunca sucede y entonces el dueño del bar inventa a su propio Guitar Sam. Eso era muy típico con los músicos de blues antes de los años cincuenta. Las precarias comunicaciones facilitaban esos engaños. Músicos que se presentaban en ciudades o pueblos haciéndose pasar por alguno más famoso. Los protagonistas son Danny Glover (el dueño del bar), Charles S. Dutton (su empleado y amigo) y Gary Clark Jr. (el falso Guitar Sam).

Black snake moan (2006). Esta es una película rara con un guión bastante retorcido. El escenario es el Mississippì rural. Lazarius (Samuel L. Jackson) es un músico en retirada que se acaba de separar de su esposa y que salva de la muerte a una joven, Rae (Christina Ricci), luego de que un hombre la violara y le diera una paliza brutal. Lazarius cuida a Rae, pegan onda, perversa y cariñosa a la vez. El la inicia en el mundo del blues y el novio de Rae (Justin Timberlake) confunde las cosas y la trama se complica un poco más. Pero en esos blues, tal vez, está lo mejor de la película, con Samuel L. Jackson interpretando Just like a bird without a feather, Stackolee y Alicia Mae. También hay temas de R.L. Burnside, Mississippi All Stars y The Black Keys. Vale la aclaración: esta película no es tan llevadera como las anteriores.

Crossroads (1986). Esta es la blues movie por excelencia. Un joven amante de los doce compases (Ralph Macchio) viaja al Mississippi en busca de la melodía perdida de Robert Johnson. Para eso rescata de un geriátrico a Willie Brown (Joe Seneca), un viejo músico de blues que conoció a Johnson, y lo lleva con él. En el camino conocen a una chica rebelde (Jami Gertz) que se suma a la travesía. Entonces el Diablo mete la cola. Sale a la luz el antiguo pacto que había hecho con la encrucijada de caminos con Willie Brown. En esta fábula el mito se vuelve realidad. El tiempo se acaba para el viejo Willie, pero Satanás le da una oportunidad. Ese memorable duelo final de guitarras que define la historia, con Steve Vai y Ralph Macchio (en realidad todas las interpretaciones del ex Karate Kid son de Ry Cooder). Además de Cooder, en la banda de sonido tocan Sonny Terry, Otis Taylor, Jim Dickinson y Terry Evans.

The Blues Brothers (1980). Qué más se puede decir de esta película. The Blues Brothers, como leí en un blog de cine, es un clásico permanente. El eterno Jim Belushi y su socio Dan Aykroyd surgieron de Saturday Night Live y llegaron al cine con esta épica burlona cuya música trascendió fronteras y décadas. Toda la película, dirigida por John Landis, es un desfile de grandes músicos: John Lee Hooker, Aretha Franklin, James Brown, Ray Charles, Matt "Guitar" Murphy, Steve Cropper. Si todavía no la viste, la verdad, no sé qué estás esperando. Varios años después se estrenó The Blues Brothers 2000, con John Goodman en lugar de Belushi. Claro que la secuela no es tan buena, pero la música está muy bien.

lunes, 6 de julio de 2009

Wine song 29

Gil Scott-Heron está considerado como uno de los padres del Rap. En los setenta, sus letras representaban la poesía urbana de los ghettos. Eran provocadoras y socialmente reveladoras. Su música era funky, soul, jazz. Su forma de cantar era novedosa y, en retrospectiva, fundacional. En 1974, junto al tecladista Brian Jackson, editó el álbum Winter in Amercia. Allí figuraba este clásico, THE BOTTLE, que describe los peligros del abuso del vino, del alcohol en general. Una wine song que relata el lado oscuro de los bebedores y de sus personas cercanas. Roberto Monsalvo publicó un video de este tema la semana pasada. Tiene un ritmo funky infernal. Gracias Robert.


sábado, 4 de julio de 2009

Milagro


"Si uno piensa que, al cabo de misteriosas alquimias, un grano de uva se transforma en ese líquido que acompaña los mejores momentos de la vida, hay que vivirlo como un pequeño milagro".

Luis Scalfati

miércoles, 1 de julio de 2009

Tapas para el olvido (2)

Este nuevo posteo que se suma a Diez tapas para el olvido. Aquí, una nueva galería de lo bizarro.

Popa Chubby – Flashed back (2001). Es cierto que el sexo vende. Pero esta tapa, no sé. Popa Chubby es un excelente violero, pero como referente sexual masculino no lo veo. Qué necesidad tenía para editar Flayed Back con esa portada. El disco es muy bueno, Popa Chubby toca temas de los sesenta como Fire, Gloria, (Sittin´on) The dock of the bay y Hey Joe. Popa está en llamas. Galea, su novia, canta. Y canta bien. Pero que muestren su amor así en la tapa… mmmhh. Todo es muy grotesco: el sombrero, los anteojos y las sábanas inmaculadamente blancas, pero lo de la guitarra erecta… en fin, supera todo. Pese a lo que se ve, recomiendo el disco. Excelente violero.

The Beatles – Yesterday and today (1966). Ellos tenían que estar. Esta tapa fue tan rechazada que tuvo que ser retirada del Mercado y reemplazada por una más formal. Este disco encuentra a los Beatles en el momento del cambio profundo de su música, pero las presiones de Capitol Records los obligaron a lanzar un LP con el lado más clásico de ellos para el mercado americano. Entonces se les ocurrió, sólo para fastidiar a los directivos, esa foto grotesca: ellos cuatro vestidos de carniceros, con muñecas descuartizadas y poniendo caras de estúpidos. Ellos eran así, provocadores, contestatarios. Aunque hay otra teoría, la más conspirativa, que sostiene que Paul murió ese año y lo reemplazaron por un doble y a partir de entonces hay mensajes ocultos de los otros tres Beatles a sus fans para que descubran el engaño que ellos fueron forzados a no revelar.

Prince – Lovesexy (1988). Todos sabemos que Prince es muy vanidoso. Pero la tapa de este disco es el colmo. Se le fue la mano. Tengo un amigo que, chirriando los dientes, diría: “IIIIIIIIIiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”, como el audio que se escuchaba en el programa de Pettinato. Acá tenemos un pop decente, con un poco de funky y espíritu soul, que, para fines de los ochenta, no está tan mal. Pero en quién pensaba Prince cuando se sacó esa foto. Pensaba en él, seguro. O por ahí tal vez en su guardaespaldas, o en Kim Bassinger. Qué importa, la tapa es malísima.




The Rolling Stones – Get yer ya-ya’s out! (1970). Me pregunto qué tipo de pepa se tomó Charlie Watts antes de esa foto. Justo él, el más serio de los Stones. Parece que los Rolling se inspiraron en la canción de Bob Dylan, Visions of Johanna, para hacer esta tapa que, la verdad, se ve ridícula. El burro crazy parece sacado de la película Despedida de Soltero. Es probable que los fans de los stones me repudien, pero creo que estoy en lo cierto. Al margen del álbum cover, la música es impresionante. Según el crítico Lester Bangs, es el mejor disco en vivo de la historia. Por ahí exageró un poco, pero la verdad es que se trata de un gran álbum que tiene muy buenas versiones de Jumpin’ Jack Flash, Sympathy for the Devil y Honky tonk women y una memorable de Midnight rambler.


James Brown – Funky Christmas (2001). La verdad que la parafernalia navideña no me gusta nada. Con esta tapa sintetizo todo mi repudio a los discos de rock, blues, soul o jazz con canciones navideñas. Y hay muchos, eh. Más de los que se imaginan. Pero elegí ésta tapa en particular porque tiene todos los condimentos. Los colores típicos, el diseño clásico, tipografía de cuarta. La cara de “me quiero matar”, con esa falsa sonrisa fotográfica, del maestro del soul es el broche dorado. Las canciones además son olvidables.




The Billy Cobham - George Duke Band - ¡Live! On Tour in Europe (1976). A mediados de los setenta el funk, el soul y el jazz fusión se volvieron más comerciales. Fue como un caldo de cultivo para lo que vendría enseguida: la música disco (esa porquería que arruinó al rock, como decía el profe Castrillón). Este disco representa un poco eso: dos buenos músicos de sesión haciendo algo que en ese momento consideraron cool pero que ahora, no sé, suena como a música de ascensor o consultorio. Se nota que no estuvo concebido para perdurar. Y si a eso le sumamos la tapa… qué cosa rara, ¿no?


Screamin’ Jay Hawkins – Black music for White people (1991). Lo que se ve en la tapa es una versión exagerada y demasiado teatral de lo que fue Screamin’ Jay. Era un gran cantante y un buen pianista, pero se centraba más que nada en el show, y con el tiempo fue exagerando hasta el extremo al personaje, hasta que el personaje se lo comió a él. Acá lo vemos con todo su vestuario, sujetando a una blanca señorita que está desvanecida, seguramente por uno de sus hechizos. Como diría un viejo amigo, “dos puntos”.





Michael Coleman – Shake your booty (1995). No es una foto de almanaque de gomería. Tampoco es la tapa de una revista porno barata, editada por cubanos exiliados en Miami. Acá tenemos un buen disco de blues del sello Wolf. Coleman es un clásico exponente del blues de Chicago de los noventa (tocaba en el Kingston Mines o en B.L.U.E.S, ambos sobre la calle North Halsted). Mejor violero que cantante, y muy influido por Albert King, Eddie Clearwater y Hendrix. Está bien que la tapa tenga relación con el título, pero con esa foto la pifiaste Michael.




ZZ Top – Greatest Hits (1992). Este disco lo escuché mil veces y lo regalé en varios cumpleaños. Estamos hablando de puro rock and roll, bien desde las raíces, tocado por tres tipos que son tres animales. La Grange, Tush y Gimme all your lovin’ son algunas de las canciones vuela cocos de éste compilado. Pero la tapa es lo menos. Una burda representación de lo que la fama trae aparejado para las estrellas de rock. La facha de ellos siempre fue polémica, sobre todo por las barbas eternas de Billy Gibbons y Dusty Hill. Para esta foto, sin duda, se pusieron los sacos más jodidos que encontraron.



Scorpions – Lovedrive (1979). Bienvenidos a mundo bizarro. Esta tapa es de lo más retorcido que vi. ¡Es tremenda! Qué habrán pensado los diseñadores. La imagen es tan absurda que cuesta creer que sea la tapa de un disco. Yo nunca fui un seguidor de Scorpions, pero debo admitir que había algunas de sus canciones me gustaban. Creo que nunca escuché Lovedrive, pero no podía dejar afuera esta portada. Es probable que compita por el primer puesto de la peor de la historia. Estoy seguro que sacará muchos, muchos votos.