lunes, 8 de abril de 2013

Gary Clark Jr. en el Lollapalooza

Gary Clark Jr. caminó hacia el centro del escenario dando largos pasos. Inclinó su cuerpo esbelto y desgarbado y tomó la guitarra, una Epiphone Casino azul, la primera de las tres que usaría. Comenzó a rasgar los primeros acordes de When my train pulls in y la banda se le sumó. El sol estaba ascendente y picante: mientras ardía en la nucas de cientos de fans, a él le daba de frente. Tal vez, un poco por eso y otro poco por su propia temperatura sanguínea, no tardó en empezar a quemar las cuerdas con un solo fulminante, el primero pero no el último de la tarde.

A esta altura, a Gary Clark se lo puede definir de varias maneras. Algunos optan por la facilista comparación con Jimi Hendrix y le dicen el heredero. Otros lo ven como un hijo díscolo del blues, y también están los que no terminan de entender hacia dónde va con su música. Por lo que mostró ayer sobre el Claro Stage, en la segunda jornada del Festival Lollapalooza, en Santiago de Chile, Clark tiene un poco de las tres. Mientras que el EP que sacó en 2011 fue sorprendente y refrescante, el disco Blak and blu pecó de demasiada producción y le restó espontaneidad y crudeza a su música, dos cosas que precisamente marcaron su actuación de ayer.

Clark compensa cierta apatía arriba del escenario con un talento que por momentos roza lo sobrenatural. Canta con suavidad cuando es necesario y le imprime un poco más de profundidad cuando el tema así lo requiere. Le gustan los pedales, la distorsión y los riffs poderosos. El repertorio estuvo dedicado exclusivamente al disco Blak and Blu. Al primer tema le siguió con Don’t owe you a thang y la suave Please come home, con marcada devoción por el viejo soul. Después rockeó a la vieja usanza con Travis county y rindió tributo por partida doble a Hendrix y Albert Collins con su versión combinada de Third Stone from the sun, con ese riff inconfundible, e If you love me like you say. Blues psicodélico de alta gama.

La banda lo acompañó con firmeza, pero siempre en segundo plano y sin moverse demasiado, tal vez para no quedar expuestos al sol. El guitarrista Eric Zapata hizo un par de solos, más que nada con slide, aunque no sea precisamente un bluesman. Ain’t messin’ round, el tema con el que abre Blak and Blu, esta vez vino como antesala del cierre. Ya con su Epiphone roja, luego de usar en dos temas una Fender Stratocaster color crema, sacó furia contenida durante un extenso punteo. Luego bajó un par de decibeles y cantó acompañándose solo con su guitara una versión mucho más amable y sentida de Blak and Blu, que la del álbum, aunque no la terminó porque pegó su gran éxito, Bright lights. Aquí sí se podría coincidir con los que lo llaman el heredero de Hendrix, porque lo que tocó fue desmedido y visceral.

Y así, una hora después, Gary Clark se despidió, tímido, del público chileno, que lo aplaudió y ovacionó con ganas. En definitiva, dejó una buena sensación final y algunas preguntas: ¿Qué camino seguirá en el futuro? ¿Abrazará definitivamente al blues, como muchos quieren, o seguirá innovando y retocando su música? Por ahora, a los 29 años, sigue buscando su identidad musical con el plus del virtuosísimo que nace de sus entrañas.

1 comentario:

Guido Vene dijo...


Terrible Gary Clark, me fui con una sonrisa del vorterix..