Estaba previsto que el show empezara a las 21 y yo una hora antes estaba a dos de llegar. Si bien ya había venido varias veces a Santiago, calcular los tiempos del tráfico en una ciudad en la que uno no vive es difícil. Lo cierto es que decidí acortar el recorrido en subte, desde la estación Los Leones hasta Universidad de Chile. Con esa movida recuperé un poco de tiempo que volví a peder después: los Carabineros estaban reprimiendo una marcha cerca de la Casa de la Moneda y había calles cortadas. Llegué al Teatro Caupolicán, sobre la calle San Diego, justo a las 21, pero el show había empezado 15 minutos antes. Me perdí los tres primeros temas, pero gracias a la acreditación que me consiguieron los amigos de 2120.cl pude entrar sin problemas para ver a una leyenda del rock de los setentas.
Y lo que vi fue fabuloso. Mark Farner descolló. Durante una hora y pico desplegó todo su power rockero ante una audiencia alienada que coreó sus canciones más conocidas y no dejó de aplaudirlo después de cada solo o al final de cada canción. Así, el ex líder de la mítica Grand Funk Railroad reconfirmó su idilio con el público chileno, ese que comenzó en 2000 cuando se presentó en el Estadio Víctor Jara.
Anoche, Farner mechó unas pocas canciones de su etapa solista con las de Grand Funk Railroad. Si bien el sonido no fue de lo mejor, la banda lo compensó con potencia y pasión. El bajista Lawrence Buckner está junto a Farner desde hace más de 20 años y, más allá de llevar el ritmo con buen groove, rellenó todos los espacios que el guitarrista dejó libres. Hubert Crawford, quien tocó en la banda de James Brown, aporreó con ganas su batería, marcó los cambios y le dio la dosis extra de fuerza que la historia de GFR amerita. El cuarto eslabón de la formación fue el tecladista y percusionista Karl Propst, quien no estuvo en todos los temas para dejar que la banda se luciera como un power trío. Los tres músicos, además, alternaron las voces en muchas de los canciones.
Farner dejó todo arriba del escenario, a tal punto que más de una vez tuvo que recurrir a un Gatorade de manzana para recuperar energía. Y también tuvo su momento emotivo: primero cuando vio un cartel de uno de sus fans que decía: "Mark we pray for Jesse", por su hijo que padece serios problemas de slaud, y luego cuando el público entonó con ganas la letra de canciones como Mean mistreater o I'm your captain.
La parte que más me gustó fue cuando entrelazó tres de las canciones que llevaron a Grand Funk a la cima, curiosamente dos de ellas covers: The Loco motion, Some kind of wonderful y la balada épica Heartbreaker. Con la última, especialmente, demostró que en su ADN todavía está ese rock arena setentoso que hacia vibrar a multitudes. Farner también dejó en claro que es un músico inquieto: dejó la guitarra para tocar los teclados en un par de temas, sopló su armónica en Inside lookin' out y le dio con ganas a una pequeña batería en un impasse de percusión, que comenzó con Crawford solo y terminó con los cuatro músicos golpeando al mismo tiempo, casi de manera tribal.
El show terminó y la gente se quedó enloquecida, coreando un ensordecedor "ohh ohhh" que duró varios minutos. Cuando salimos, el centro de Santiago estaba apagado. Ya no se escuchaban los disparos de goma de antes. Sólo retumbaba en nuestros oídos el glorioso rock and roll.
1 comentario:
Ver a un sobreviviente de la mas grande banda de power trio de la historia en una ciudad como Santiago debe haber sido fabuloso . Gran cobertura mi amigo . He visto que Larry McCray nos volvera a visitar ,veremos como andamos de vento para esa fecha .Gracias por pasarte e invitarme a tu espacio .
Un abrazo
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