El centro comercial abarca apenas unas seis o siete manzanas. Ahora están todas repletas de puestos en las que venden discos, remeras, comida, cerveza, artesanías y souvenirs. La orilla del lago y las áreas verdes más cercanas a la ciudad se convirtieron en un gran camping en el que ahora hay centenares de carpas y casas rodante. El blues no para de sonar en cada rincón de Notodden, tanto en la calle como en los cuatro escenarios montados en los alrededores.
El jueves a la tarde quedó oficialmente inaugurado el festival. Primero hubo un pequeño homenaje a las víctimas de los atentados de Utoya y Oslo, y luego una serie de discursos: los organizadores, la ministra de Cultura de Noruega y la alcaldesa de Notodden. El reconocido periodista de blues Art Tipaldi entregó el premio ganado en Memphis y dijo que Notodden era el mejor lugar en el mundo para escuchar blues. Luego empezó la música. En apenas tres cuartos de hora desfilaron media docena de músicos y bandas que hicieron una especie de introducción de lo que será el festival: el trío polaco los Boogie Boys; las estrellas noruegas Vidar Busk y Rita Engedale; los hermanos Schnebelen, más conocidos como Trampeld Under Foot, que tocaron Let the good times roll junto a su madre Lisa; y por último el legendario Elvin Bishop junto a Kid Andersen que tocaron dos temas antes de que el guitarrista noruego recibiera un premio de los organizadores festival.
Si el ambiente ya estaba caliente, entre tanto blues y alcohol que circulaba por el lugar, cuando subió al escenario The Dana Fuchs Band el infierno se apoderó de todo. Yo no tenía muchas referencias de esta chica y la verdad que fue una notable sorpresa. Nunca había escuchado a una mujer que tuviera el poderío vocal de Janis Joplin. Pero además de cantar bien desde las tripas, Dana Fuchs es muy expresiva y carismática. Apoyada en un un trío muy potente, vertió su combo de blues rock con canciones propias (apenas cantó el estribillo de Ring of fire de Johnny Cash en medio de uno de sus temas). Dana sabe utilizar muy bien su cuerpo arriba del escenario, sus piernas largas y su cadera se contorsionan en una especie de danza sensual y frenética. Ella, que ya se había presentado en este festival el año pasado, realmente logró una sinergia muy apasionada con el público.
El broche de oro de la prirmera jornada fue Robert Cray, quien parece conservado en formol. Pese a sus 58 años recién cumplidos, no tiene canas ni arrugas. Nada de nada. Cray es uno de los pocos guitarristas vivos al que se lo puede distinguir con una sola nota que toque. Vestido de manera muy sencilla -camisa a cuadros, pantalón negro y ojotas-, abrió el show con Our last time, el mismo tema que en su disco en vivo del año pasado Cookin' in Mobile. Luego tocó 14 temas más -muchos de sus álbumes más recientes- entre los que se destacaron Chicken in the kitchen, Bouncing back y That's what keep me rocking. En el final se despachó con una de las esperadas: Smoking gun, de Strong persuader, uno de los mejores discos de la década del ochenta. La magia de Robert Cray está intacta y su banda suena formidable, especialmente por el hammond enloquecido de Jim Pugh y el groove del bajo de Richard Cousins, que se sostiene en los golpes certeros del baterista Tony Braunagel. Una mujer de pelo corto y unos 50 años a cuestas, que estaba al lado mío, balbuceó unas palabras en noruego que no entendí, desde luego, y entonces me lo dijo en inglés: "Él es distinto a todos los demás bluesmen porque es un romántico. Por eso nos gusta tanto a las mujeres". ¿Será así? Tal vez. Lo cierto es que el bueno de Cray, muchas veces despreciado por los más puristas, dio una lección de blues descomunal con sus solos precisos, a los que acompaña con muecas de su boca, y una sencillez desbordada de talento.
3 comentarios:
excelente!!! gracias que grande Warren!!!
un fuera de serie!! Saludos Martín!
Master Warren Haynes!!!...........Gracias Martin!!
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