Empezó a las 14.30. A diferencia del día anterior, el sol ardía con furia. Pese a eso, la mayoría de la gente trasegaba cerveza sin reparos. Warren se presentó con su banda -conformada con un saxo, teclados, bajo, batería y una corista- y durante una hora y cuarto tocó casi todos los temas de su último disco, Man in motion. Justamente con el track que da nombre al álbum abrió el show. Luego siguió con River's gonna rise, Save me y Your wildest dreams. Después interpretó una gran versión de Born under a bad sign, de Albert King, y siguió con I'll be the one, de su disco Tales of the ordinary madness. En el tramo final tocó otras dos canciones de Man in motion, Hattiesburg hustle y la bellísima On a real lonely night. El cierre fue con Soulshine, de los Allman Brothers. Su show fue impresionante: Warren no es sólo un excelente guitarrista, sino que también es un cantante formidable y un notable compositor.
Media hora después se presentó The Original Blues Brothers Band. De original tiene muy poco: apenas el guitarrista Steve Cropper y el saxofonista Lou Marini. El resto son músicos que se fueron incorporando con el tiempo. De todos los shows anunciados, éste era el que menos me entusiasmaba. En cambio, para los noruegos era algo así como el broche de oro del festival. Me sorprendió ver decenas de personas vestidas con el clásico atuendo de los Blues Brothers. Admiradores puros y sin verguenza. El recital no estuvo tan mal, al menos desde lo instrumental. Fue entretenido, pero tranquilamente podría ser el show de un hotel de veraneo o de un crucero. En lugar de John Belushi y Dan Aykroyd aparecen dos imitadores que hacen lo suyo con ganas. Pero son eso, imitadores. Tocaron todos los hits de la banda: desde Peter Gunn y Going back to Miami hasta el cierre con Sweet Home Chicago y Everybody needs somebody to love, pasando por Shotgun blues, She caught the katy y Knock on wood, entre otras.
Tal vez al calor que hacía en el galpón donde tocaba Elvin Bishop y compañía no me permitió presagiar el frío que empezó a hacer afuera. De la nada, la temperatura bajó casi 20 grados y tuve mi dosis, pequeña pero dosis al fin, del frío nórdico. Caminé la calle que recorre el centro de la ciudad hacia mi alojamiento. Atrás quedaba la música, decenas de borrachos tambaleantes y el blues, ese que durante tres días llenó mi cabeza, mi alma y mi vida.
Por la noche hubo más blues. Lil' Ed Williams es un tipo muy simpático. Todo lo que hace arriba del escenario es divertido. Las letras de sus canciones tienen doble sentido y son muy graciosas. Su vestimenta siempre es llamativa -infaltable el fez en su cabeza-, pero lejos está de ser un payaso o un comediante. Es uno de los mejores músicos de Chicago. La diferencia con tantos otros es que él se toma las cosas con humor y logró consolidar su personaje. Sobrino y heredero del legendario J.B. Hutto, Lil' Ed es un maestro del slide. Así lo demostró sobre uno de los escenarios de Notodden. Se presentó junto a su banda, los Blues Imperials, y desplegó todos los trucos que sabe. Fue una actuación explosiva. El tipo hasta se bajó del escenario y siguió tocando entre la gente.
El festival tenía una agenda apretada. El show de Kid Ramos era casi a la misma hora en un escenario que está a unas tres cuadras de donde se presentaba Lil' Ed. Así que al cabo de una hora partí raudo para tratar de ver, aunque sea, unas canciones del ex guitarrista de los Fabulous Thunderbirds. Y así fue. Llegué para el final de su show junto a la banda noruega Billy T. Band. Al menos lo escuché tocar un poco del sonido del West Coast durante unos 15 minutos. En el frenesí me perdí a Lynwood Slim. Pero bueno, todo no se puede.
El cierre del festival, al menos para mí ya que en otro escenario se presentaba por segunda vez The Dana Fuchs Band, fue con Elvin
Bishop y su Hell Raisin' Revue. Bishop apenas puede cantar pero no ha perdido las mañas. Lo mejor de su repertorio fue cuando se embarcó en punzantes solos con el slide. Su show tuvo espíritu de zapada. Primero invitó al guitarrista noruego Kid Andersen y luego al cantante Finis Tasby, quien también tiene sus problemas para cantar, en este caso por su avanzada edad. Tasby apenas estuvo cuatro temas arriba del escenario, pero al menos interpretó una hermosa versión de River's invitation, de Percy Mayfield. Luego subió el cantante y armoniquista John Nemeth, quien le puso un poco más de onda al canto, especialmente con Night time is the right time.
Tal vez al calor que hacía en el galpón donde tocaba Elvin Bishop y compañía no me permitió presagiar el frío que empezó a hacer afuera. De la nada, la temperatura bajó casi 20 grados y tuve mi dosis, pequeña pero dosis al fin, del frío nórdico. Caminé la calle que recorre el centro de la ciudad hacia mi alojamiento. Atrás quedaba la música, decenas de borrachos tambaleantes y el blues, ese que durante tres días llenó mi cabeza, mi alma y mi vida.
1 comentario:
excelentes crónicas. Gracias por compartir algo que está tan lejos y se ve tan sensacional
Publicar un comentario