sábado, 21 de octubre de 2023

Hackney Diamonds, el nuevo disco de los Rolling Stones que abrió una grieta entre sus fanáticos

El nuevo disco de los Rolling Stones, el primero con temas propios en 18 años, divide las aguas entre los fanáticos de la banda inglesa. El mismo viernes, día en que salió a la venta, sus seguidores se hicieron oír. Muchos festejaron las doce canciones de Hackney Diamonds, pero otros se mostraron decepcionados y algunos hasta molestos. Todos exhibieron sus argumentos, dominados por la pasión, luego de escucharlo un par de veces. Los sentimientos los movilizaron, para bien o para mal, y no es para menos. Se trata del grupo que musicalizó la banda sonora de sus vidas y hoy, los octogenarios Mick Jagger y Keith Richards, con el infaltable Ronnie Wood, les ofrecen algo más. La pregunta obligada, entonces, es: ¿Era necesario un nuevo disco de los Stones?

Hace poco más de un mes, la banda presentó el primer adelanto del disco. Angry, que ahora abre Hackney Diamonds, un tema con el clásico riff stone que fue acompañado por un sensual video protagonizado por la actriz Sydney Sweeney. La expectativa creció porque la canción está en línea con lo mejor de los Stones y con un detalle no menor, era la primera grabación que se conocía de ellos tras la muerte de Charlie Watts, aquí reemplazado por Steve Jordan, viejo ladero de Richards en los X-Pensive Winos.

Pocos días después apareció el segundo adelanto. Sweet Sounds of Heaven, una hermosa balada con tintes góspel y bluseros en la que Jagger mantiene un dueto con Lady Gaga, más el aporte de Stevie Wonder en teclados. La melodía es bellísima, pero a muchos de los fans les hizo ruido el rol protagónico de la cantante emparentada con el pop. Aquí comenzó a manifestarse la grieta.

Ahora con la aparición del disco y todas las cartas sobre la mesa aparecen algunas certezas y varias dudas. Esos dos temas resultaron ser los mejores del álbum. El groove clásico de Charlie Watts, que marcó el sonido de los Stones durante décadas no está, por razones obvias, pero ni siquiera aparece en los temas en los que sí había grabado, Mess it Up y Live By The Sword. El álbum tiene una producción sobreabundante y eso fue responsabilidad de Andrew Watt.

Watt tiene apenas 33 años y antes de llegar a los Stones trabajó con músicos tan diversos como Justin Bieber, Avicii, Lana del Rey, Shawn Mendes, Blink 182 y Ozzy Osbourne, más allá del súper grupo que integró con Glenn Hughes y Jason Bonham, California Breed. Un curriculum bastante ecléctico que nos lleva a pensar que Jagger y Richards lo buscaron para sonar más aggiornados y llegar a un nuevo público, que para contentar a los viejos fans.   

La portada es un buen indicio. Ese corazón de diamantes apuñalado parece ser el de los fanáticos desencantados. Y con la letra de Angry, de alguna manera, Jagger pide disculpas. “No se enojen conmigo…”.

Whole Wide World es una de las canciones que sobresale por su melodía, que con un tempo más lento bien podría estar en un disco de Bon Jovi. Dreamy Skies es una hermosa balada country en línea con Wild Horses, pero sin la mística del tema lanzado en Sticky Fingers. Driving Me Too Hard se aproxima más a una de esas canciones de Bridges to Babylon o A Bigger Bang, y Tell Me Straight, cantada por Richards deambula en un océano calmo sin un destino claro. El disco termina con Rolling Stone Blues, de Muddy Waters, que lleva a Jagger y Richards a sus inicios, despojados de electricidad y sumidos en el sonido más crudo del blues. Principio y final en una sola canción. Olor a despedida… al menos de los estudios.

Los invitados, todos músicos de peso, de alguna manera pasan inadvertidos, a excepción de la ya mencionada Lady Gaga. Que Paul McCartney toque el bajo en un tema en un tema de los Stones es un hecho histórico, pero Bite My Head Off es apenas una frenética apología rockera en la que el ex Beatle no se destaca. Lo mismo sucede con Elton John y la reaparición con el grupo de su ex bajista Bill Wyman. Además llama la atención que no hayan participado de la grabación Darryl Jones y Bernard Fowler, quienes llevan años junto a los Stones.

Hackney Diamonds no es un mal disco, pero tampoco es un álbum que esté a la altura de sus grandes placas discográficas de la banda. La desazón de algunos de sus fanáticos es comprensible, pero también lo es la satisfacción de los otros. Tal vez en un futuro, cuando los Stones ya no estén más, este disco sea valorado de otra manera. En sus más de seis décadas como figuras centrales del rock and roll, los Stones siempre se adecuaron a los sonidos del momento. Undercover y Dirty Work fueron muy criticados en los ochenta y hoy pueden ser escuchados con conciencia histórica. Lo mismo sucede con el viaje ácido de las Majestades Satánicas, un disco con el que Jagger, Richards y Brian Jones se sumergieron en lo más profundo de la psicodelia de los sesenta.

Con todo, Hackney Diamonds nos recuerda que Jagger y Richards siguen activos con sus 80 años, que eligieron seguir tocando en lugar de irse a pescar y que aceptaron un nuevo desafío de sonar actuales. En una época de desesperanza, con guerras, pestes, desigualdades y catástrofes climáticas, que ellos sigan rocanroleando demuestra que este disco, pese a sus falencias, es muy necesario.  



jueves, 19 de octubre de 2023

Blackie, la voz que se dejó doblegar

La historia de Blackie es mucho más que la de una mujer que tuvo un rol central en el mundo del espectáculo y la cultura en la Argentina. Bucear en su vida nos lleva a fines del siglo XIX cuando los primeros colonos judíos desembarcaron en el país. Sus padres, Yedidio Efron y Sara Steinberg, arribaron siendo niños y fueron parte de la génesis de esa microsociedad pionera de la colectividad judía.

Con gran precisión y una prosa fluida, Hinde Pomeraniec reconstruye los primeros años de la vida de Paloma Efron. Su nacimiento e infancia en Entre Ríos, el traslado familiar a Buenos Aires, la relación con su padre, un hombre muy reconocido en el ámbito educativo de la colectividad judía,  y su adolescencia, en la que tuvo que abandonar la escuela para cuidar a su madre enferma, son las piezas del rompecabezas con las que ella fue forjando su personalidad.

El salto de Paloma Efron a Blackie no fue de un día para el otro, pero sí hubo un momento bisagra en su vida. Todavía adolescente consiguió un trabajo en el Instituto de Cooperación Argentino Norteamericano (ICANA) y allí se topó con un disco de spirituals, la música religiosa de la comunidad negra de los Estados Unidos. Si bien ella venía de una familia de melómanos, ese acontecimiento se volvería trascendental y, como sostiene la autora, para Paloma “se volvió una obsesión”.  

Su debut artístico coincidió con el período político de la Década Infame, “una época de frustraciones para la mayoría, y de privilegios para unos pocos”, y con los años dorados de la radio. Fue en ese medio donde Paloma se recibió de cantante, tras ganar un concurso organizado por la marca Jabón Federal, y recibió su apodo artístico de Blackie. La autora sobrevuela su etapa musical, su viaje a los Estados Unidos, donde se codeó con figuras como W.C. Handy y Duke Ellington, las grabaciones que realizó para Odeón, y las presentaciones que hizo, para luego centrarse en el plano más personal, el de su relación amorosa con el playboy Carlos Olivari, al tiempo que narra cómo era la noche porteña y el mundo del espectáculo de la década del cuarenta.

Su matrimonio con el dramaturgo y guionista, que se hizo famoso por su sociedad con Sixto Pondal Rios, tuvo relación directa con el primero de los cambios artísticos de Paloma, que fue el de dejar la música para convertirse en actriz, productora y periodista. Se separaron en el albor de la década del cincuenta y no tuvieron hijos, pero de acuerdo con lo que pudo reconstruir Pomeraniec, esos años de convivencia la marcarían por el resto de su vida.

El 17 de octubre de 1951 se realizó la primera transmisión televisiva de la historia en la Argentina. Ese acontecimiento, algunos meses después, se volvería trascendental en la vida de Blackie porque se sumó a ese medio y para el gran público su nombre siempre quedaría asociado a los inicios de la tevé. En los primeros años condujo programas, fue productora e incluso llegó a ser directora artística de Canal 7, cargo que ocupó hasta poco antes del golpe militar de 1955 que derrocó a Juan Domingo Perón.

En los sesenta, con la aparición de los canales privados, Blackie se convirtió en un personaje central de la pantalla chica. Encabezó decenas de programas, compartió la conducción con figuras como Carlos D’Agostino, Juan Carlos Mareco y hasta Roberto Galán; presentó a artistas internacionales de la talla de Nat King Cole y Sammy Davis Jr; fue pionera de los programas políticos y potenció a Bernardo Neustad, quien se volvería un referente en los ochenta y noventa. En el plano artístico lanzó las carreras musicales de Sandra Mihanovich y Susana Rinaldi.

En paralelo, desde sus inicios, siempre fue una figura destacada de la radio. Lo hizo como cantante, productora, presentadora y también como periodista. Su voz ronca por el humo de los Kent está en el recuerdo de quienes la escucharon durante años en diversos programas, en los que mantuvo un contacto fluido con sus oyentes, quienes le escribían cartas que leía con mucha atención y se enojaba ante las críticas que consideraba injustas o fuera de lugar.

Su paso por el periodismo gráfico también es narrado en el libro, editado por Gourmet Musical, que incluso traza un paralelismo entre Blackie y Victoria Ocampo marcando coincidencias, encuentros y, sobre todo, diferencias. La autora ahonda en las relaciones laborales de Blackie, una mujer que supo salir adelante en un mundo de hombres y la describe como “una feminista pionera, hablaba de una manera y actuaba de otra”. Según los testimonios que recogió, ella no empatizaba con mujeres que le pudieran hacer sombra y se llevaba mejor con los hombres. Se hizo un lugar a base de coraje, talento e insultos, algo que ella creía que la ponía de igual a igual con los hombres.

Blackie, una voz insumisa es una biografía atrapante que va un poco más allá del personaje. En palabras de Albert Gilbert: “Agitadora, polemista, divulgadora, Blackie demostró tempranamente en un mundo de hombres lo lejos que podía llegar una mujer de la que todos hablarían. No podía ser de otra que Hinde Pomeraniec la que reconstruyera con sagacidad y soltura algo más que su vida: un gran fresco de época, una historia cultural en la que la cuestión de género es algo más que un programa, un asunto mayor".

martes, 17 de octubre de 2023

Electric Ladyland, el viaje psicodélico de Jimi Hendrix que desafió los límites de la música


A mitad de camino entre el Verano del Amor, que de alguna marcó el inició de la contracultura hippie, y el Festival de Woodstock, que podría considerarse el fin de una era, Jimi Hendrix lanzó su álbum icónico Electric Ladyland, un disco revolucionario que, a pesar del paso del tiempo, se mantiene como un hito en la historia de la música y un pilar fundamental en el rock psicodélico. 

Electric Ladyland fue el tercer y último álbum de estudio de The Jimi Hendrix Experience, con Noel Redding en bajo y Mitch Mitchell en batería, y representa una amalgama de la creatividad musical y la innovación artística que caracterizaron al talentoso guitarrista de Seattle. El álbum llevó los límites del rock y el blues más allá de lo imaginado, con canciones que exploraban nuevos sonidos, texturas y temas líricos provocadores. 

La obra maestra de Hendrix, que salió al mercado el 16 de octubre de 1968, contiene himnos atemporales como All Along the Watchtower, una versión inolvidable de la canción de Bob Dylan, y Voodoo Child (Slight Return), una épica pieza que aún hoy es considerada una de las mejores interpretaciones de guitarra en la historia del rock. Otros grandes temas del disco son Crosstown Traffic, Burnign of The Midnight Lamp y Rainy Day, Dream Away. 

El álbum no solo desafió las convenciones musicales de su tiempo, sino que también abordó temas sociales y políticos candentes, reflejando la agitación y el cambio cultural de la década de 1960. 

A lo largo de los años, Electric Ladyland mantuvo su relevancia e influyó en generaciones de músicos, consolidando a Jimi Hendrix como un ícono musical.

Cómo se grabó Electric Ladyland 


Grabado entre 1967 y 1968, Electric Ladyland llevó la Jimi Hendrix Experience a explorar nuevos horizontes musicales. Las sesiones de grabación fueron un laboratorio de experimentación sonora, donde Hendrix y su equipo buscaron trascender los límites establecidos en la industria musical imperante. 

Uno de los aspectos clave fue la técnica pionera de grabación en estéreo. Hendrix y su ingeniero de sonido, Eddie Kramer, emplearon de manera innovadora la tecnología disponible en ese momento para crear efectos estereofónicos sorprendentes y envolventes. Esta innovación fue fundamental para la atmósfera psicodélica del álbum. 

Hendrix también desafiaba constantemente las convenciones musicales. Experimentaba con capas de sonido, efectos y distorsiones, creando paisajes sonoros únicos en canciones como Voodoo Chile y 1983... (A Merman I Should Turn to Be). Los músicos invitados -Stevie Winwood, Al Kooper, Jack Casady y Mike Finnigan- también contribuyeron a la riqueza y diversidad de sonidos en el álbum. 

El contexto social y político tumultuoso de la década del sesenta influyó en la temática de Electric Ladyland. Hendrix abordó temas como la guerra, la libertad y la espiritualidad, ofreciendo su perspectiva a través de letras poéticas e introspectivas.

La polémica por la portada


La portada original, diseñada por el propio Jimi Hendrix, presentaba a un grupo de mujeres desnudas y semidesnudas. Fusionaba la fotografía con elementos surrealistas y colores brillantes, capturando la atmósfera psicodélica y provocadora de la música contenida en el álbum. 

El diseño no estuvo exento de controversia y enfrentó censura y desafío a las normas sociales de la época. Muchos consideraron que era demasiado explícito y obsceno para el público en general, lo que llevó a varios países, incluyendo los Estados Unidos y el Reino Unido, a cambiar o modificar la portada. En algunos casos, se optó por una versión más recatada con una imagen de la banda en lugar de las mujeres. 

 El artista Karl Ferris, fotógrafo y amigo cercano de Hendrix, también contribuyó a la realización de la portada y capturó imágenes importantes que se utilizaron en el diseño final. Su enfoque innovador en la fotografía y su colaboración con Hendrix jugaron un papel esencial en la creación de esta obra de arte que desafió las normas establecidas.



jueves, 5 de octubre de 2023

Rod Stewart en GEBA, un mano a mano contra el paso del tiempo

 

El escenario es el ring en el que Rod Stewart pelea mano a mano con el paso del tiempo. A los 78 años, el cantante que supo adaptarse a los sonidos imperantes, brindó un show de dos horas en GEBA en el que interpretó más de una veintena de canciones de su repertorio más clásico, que adobó con su carisma, su eterna seducción y una puesta en escena descomunal.

En el Rod Stewart actual conviven los distintos Rod Stewart del pasado. Aquél del perfil stone, el rockero fuera de control que cantaba con Jeff Beck y los Faces es el más difuso. El de los pantalones ajustados y los brillos de la música disco de fines de los setenta y comienzos de los ochenta, el de “¿crees que soy sexy?”, lucha por mantenerse a flote con bastante dificultad. Y el ícono pop de los noventa surge con más naturalidad que cuando se pone en el modo crooner de los últimos años. En todo caso, más allá del perfil que asome, siempre prevalece un Rod Stewart auténtico.

Poco antes de las 21:30, el cantante apareció en escena con su melena desmechada y un traje  dorado rodeado de una descomunal banda de 14 músicos, entre los que sobresalen varias mujeres que se encargan de los coros y los instrumentos de cuerda. El tema elegido para dar comienzo a su nueva presentación porteña –antes estuvo en 1989, 2008, 2014 y 2018- fue Addicted to love, un tema de Robert Palmer que no es tan habitual que cante, aunque tampoco es una rareza de sus presentaciones en vivo. De entrada se notó que al sonido le faltaba envergadura. No era una cuestión de volumen, sino más bien expansión. La batería y el bajo estaban como relegados y eso hacía que no envolviera al público.

El campo de GEBA estaba colmado y en las plateas no había un solo lugar libre, otro ejemplo contradictorio de la crisis económica que vivimos. El público acompañó el show cantando los estribillos de las canciones más populares como Forever Young, Have You Ever Seen The Rain?, It’s a heartache y The First Cut is The Deepest. Pero no hubo gente bailando o muy eufórica, sino más bien que la mayoría parecía aletargada. La pelea contra el paso del tiempo no es solo del cantante, también lo es de su público.

Los grandes momentos de la noche fueron cuando, en el comienzo, cantó una sublime versión de Oh la la, un clásico de los Faces que acompañó en la pantalla con imágenes de sus ex compañeros de banda, Ronnie Lane y Ronnie Wood. Los otros fueron sus homenajes a dos grandes artistas recientemente fallecidas. El primero fue a Christine McVie, de Fleetwood Mac, con una hermosa versión de I’d Rather Go Blind, de Etta James. El segundo fue para Tina Turner con It Takes Two.  

El Rod Stewart más futbolero dijo presente en la mitad del show cuando interpretó You’re in My Heart, su oda al Celtic de Escocia que en esta oportunidad aprovechó para felicitar a los argentinos por la Copa del Mundo, con imágenes del penal de Gonzalo Montiel a Francia, lanzar un “Messi estás en mi corazón” y alzar un banderín de la AFA. Hubo un par de intervalos que aprovechó para cambiarse, del dorado al animal print y luego a un saco plateado oscuro, que las coristas se encargaron de llevar adelante con un tema de las Pointer Sister, I’m So Excited, y Lady Marmalade.

El Rod Stewart más humano apareció en Downtown Train, de Tom Waits, con un arranque fallido en el que pidió a la banda comenzar de nuevo y lanzó al público: “Mi error. La cagué”, algo que muestra es su música es en directo y no cuenta con pistas adicionales. En cada una de sus intervenciones mantuvo sus dotes de seductor y su voz osciló entre los grandes momentos de antaño y la realidad del paso del tiempo. El final lo encontró, como siempre, saltando de Da Ya Think I’m Sexy a la balada Sailing.

En los últimos años estamos asistiendo a un fenómeno nuevo, el de las estrellas de rock que, pese a los años, siguen con las botas puestas. En algunos casos, como el de Mick Jagger, es como si hubieran detenido el reloj de arena, pero en otros la decadencia es indisimulable. Rod Stewart, en tanto, transita la delgada línea entre lo fabuloso y lo ridículo, un camino que por ahora lleva con equilibrio y muchísima dignidad. Una pelea contra el paso del tiempo en la que recibió varios golpes, pero que todavía no logra tumbarlo.