El escenario es el ring en el que Rod Stewart pelea mano a
mano con el paso del tiempo. A los 78 años, el cantante que supo adaptarse a
los sonidos imperantes, brindó un show de dos horas en GEBA en el que
interpretó más de una veintena de canciones de su repertorio más clásico, que
adobó con su carisma, su eterna seducción y una puesta en escena descomunal.
En el Rod Stewart actual conviven los distintos Rod Stewart
del pasado. Aquél del perfil stone, el rockero fuera de control que cantaba con
Jeff Beck y los Faces es el más difuso. El de los pantalones ajustados y los
brillos de la música disco de fines de los setenta y comienzos de los ochenta,
el de “¿crees que soy sexy?”, lucha por mantenerse a flote con bastante
dificultad. Y el ícono pop de los noventa surge con más naturalidad que cuando
se pone en el modo crooner de los últimos años. En todo caso, más allá del
perfil que asome, siempre prevalece un Rod Stewart auténtico.
El campo de GEBA estaba colmado y en las plateas no había un
solo lugar libre, otro ejemplo contradictorio de la crisis económica que
vivimos. El público acompañó el show cantando los estribillos de las canciones
más populares como Forever Young, Have
You Ever Seen The Rain?, It’s a heartache y The First Cut is The Deepest. Pero no hubo gente bailando o muy
eufórica, sino más bien que la mayoría parecía aletargada. La pelea contra el
paso del tiempo no es solo del cantante, también lo es de su público.
Los grandes momentos de la noche fueron cuando, en el
comienzo, cantó una sublime versión de Oh
la la, un clásico de los Faces que acompañó en la pantalla con imágenes de
sus ex compañeros de banda, Ronnie Lane y Ronnie Wood. Los otros fueron sus
homenajes a dos grandes artistas recientemente fallecidas. El primero fue a
Christine McVie, de Fleetwood Mac, con una hermosa versión de I’d Rather Go Blind, de Etta James. El
segundo fue para Tina Turner con It Takes
Two.
El Rod Stewart más futbolero dijo presente en la mitad del
show cuando interpretó You’re in My Heart,
su oda al Celtic de Escocia que en esta oportunidad aprovechó para felicitar a
los argentinos por la Copa del Mundo, con imágenes del penal de Gonzalo Montiel
a Francia, lanzar un “Messi estás en mi corazón” y alzar un banderín de la AFA.
Hubo un par de intervalos que aprovechó para cambiarse, del dorado al animal
print y luego a un saco plateado oscuro, que las coristas se encargaron de
llevar adelante con un tema de las Pointer Sister, I’m So Excited, y Lady
Marmalade.
El Rod Stewart más humano apareció en Downtown Train, de Tom Waits, con un arranque fallido en el que
pidió a la banda comenzar de nuevo y lanzó al público: “Mi error. La cagué”,
algo que muestra es su música es en directo y no cuenta con pistas adicionales.
En cada una de sus intervenciones mantuvo sus dotes de seductor y su voz osciló
entre los grandes momentos de antaño y la realidad del paso del tiempo. El
final lo encontró, como siempre, saltando de Da Ya Think I’m Sexy a la balada
Sailing.
En los últimos años estamos asistiendo a un fenómeno nuevo,
el de las estrellas de rock que, pese a los años, siguen con las botas puestas.
En algunos casos, como el de Mick Jagger, es como si hubieran detenido el reloj
de arena, pero en otros la decadencia es indisimulable. Rod Stewart, en tanto,
transita la delgada línea entre lo fabuloso y lo ridículo, un camino que por
ahora lleva con equilibrio y muchísima dignidad. Una pelea contra el paso del
tiempo en la que recibió varios golpes, pero que todavía no logra tumbarlo.
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