A finales de 1968, Elvis Presley llevaba siete años sin actuar en vivo. El ícono del rock & roll se había convertido en un producto prefabricado de Hollywood, sin rebeldía y sin emoción. Sus películas, que a comienzos de esa década habían sido exitosas, ahora se habían vuelto previsibles y aburridas, por no decir malas. Todo el mundo lo sabía. Él mismo lo sabía. Pero estaba atrapado en la telaraña comercial que había tejido su representante, el coronel Tom Parker. Entonces apareció una oportunidad: ambos acordaron grabar un especial de televisión navideño para la NBC, que sería dirigido y coproducido por Steve Binder, y eso fue el catalizador de un regreso.
Ese es el eje del documental El regreso del Rey - Declive y resurgimiento de Elvis Presley, que acaba de estrenar Netflix y cuenta con testimonios de Priscilla Presley, Bruce Springsteen, Conan O'Brien, Robbie Robertson y Billy Corgan, entre muchos otros.
El documental abarca los orígenes humildes de Elvis en Tupelo, Mississippi, su temprana pasión por la música negra -el blues y el góspel- y su irrupción en Memphis en 1954, el éxito absoluto en 1956 y el llamado a cumplir con el servicio militar en 1958, en el mejor momento de su carrera. A su regreso, Frank Sinatra le dio la bienvenida en su programa de tevé y lo devolvió al centro de la escena, pero ya no como el rebede que se había ido sino como parte de la maquinaria del show business. En 1961, brindó un concierto benéfico en Hawai que parecía marcar su vuelta a los escenarios, pero resultó ser el único. Entonces vinieron las películas y Elvis se alejó de lo que más amaba, tocar en vivo.
Pasaron siete largos años en los que el mundo cambió y la música también. Aparecieron los Beatles, los Rolling Stones y Bob Dylan, poco después Jimi Hendrix, Janis Joplin y The Doors. Elvis parecía cosa del pasado. Hasta ese 3 de diciembre de 1968.
El especial navideño de la NBC
Steve Binder tenía bastante claro lo que quería de Elvis para ese retorno televisivo: quería producir un espectáculo excelente, con escenas dramáticas y temáticas vinculadas a las actuaciones de Elvis, algo que el Rey no le interesaba tanto. Pero pasó algo inesperado que provocó un volantazo de último momento. Binder presenció una zapada en el camarín de Elvis, con sus músicos, tocando los viejos temas que lo llevaron a la fama y algunos blues como Baby What You Want Me To Do.
Entonces, Binder le propuso a Elvis realizar una sesión improvisada en vivo. Al coronel Parker no le gustó, pero Elvis, después de pensarlo bien, aceptó. A días de la grabación, invitó a dos de sus primeros compañeros de banda, Scotty Moore y D.J. Fontana, para unirse a él.
Aunque al principio se mostró muy nervioso e incluso hay testigos que dicen que no quiso salir a grabar, Elvis entregó una actuación memorable. Sus interpretaciones vocales fueron descomunales, y se mostró autocrítico y sarcástico sobre sus primeros días y su moribunda carrera cinematográfica. Con el correr de los minutos se fue desinhibiendo, todavía le quedaba vida y espíritu artístico.
Fue un momento triunfal en su carrera. En palabras de Bruce Springsteen: “Esa noche, Elvis llegó hasta donde el destino lo llevaba”. Para Billy Corgan “el especial de 1968 es la obra de un genio. Pero así fue Elvis siempre. Nadie tuvo la visión de aprovechar a Elvis como era. De haber sido más inteligentes o perspicaces, habrían hecho 50 más y hoy también hablaríamos de ellos. Así era Elvis siempre. No es que tuviera un buen día. Era su comportamiento de siempre”.
El especial de la NBC duró hora y media, alcanzó picos de audiencia de hasta el 42% y prefiguró el resto de su carrera. Dramático, intenso, motivado y terrenal, con frecuencia conmovedor pero no sin una ocasional nota empalagosa, fue la apoteosis del rock, con la mezcla justa de soul, gospel, pop, blues y country. Esa noche del 3 de diciembre de 1968, finalmente Elvis decidió quién quería ser.
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