El primer disco de El Club del Jump, Jump Tonic (2015), marcó el camino. El segundo, Checkmate (2017), representó la consolidación. Y ahora The new and original songs of… es sin dudas el salto en alto de esta banda que parece no tener techo. En este tercer álbum Martín Burguez logró afianzar la composición y es por eso que ahora su nombre antecede al del grupo. Cada una de las once canciones combinan la magia del sonido de la década del cincuenta, blues, swing, rockabilly, con la frescura de la novedad.
De movida se percibe la notable mejoría de Martín Burguez a la hora de cantar. Su voz alcanza registros sublimes, suena muy convincente y su pronunciación del inglés no muestra fisuras. Y ese protagonismo vocal, mucho mayor que en los discos anteriores, no afecta su consabido buen toque con la guitarra: sus riffs, licks y solos también aumentaron su calidad. Pero el crecimiento individual de Martín Burguez se dio en el marco de un desarrollo grupal. El Club del Jump es una familia que integran los hermanos Burguez, Alberto está al frente de las teclas, junto a Christian Morana y Gonzalo Rodríguez, responsables de una sólida sección rítmica.
El sonido global del grupo también se vio sensiblemente modificado por el aporte del saxo barítono de Maximiliano Chávez, que se sumó al tenor de Federico Álvarez para conformar una sección de vientos más acorde a lo que Martín Burguez buscaba para sus nuevas canciones.
Drive my car, que no es un cover del tema de los Beatles, arranca con la banda muy enchufada, con unos coros animados y la sección de vientos estableciendo el pulso con el que van a acompañar todo el álbum. La intensidad se mantiene con mucho swing, con Martín Burguez sumamente comprometido hasta el menor detalle con los arreglos, y pelando unos solos soberbios. She left me out y From bar to bar realmente parecen hits de los cincuenta reversionados, pero en realidad son creaciones del último año que muestran el crecimiento de Martín Burguez como compositor. En There’s only you, un blues más cansino, el guitarrista expresa da rienda suelta a toda su creatividad. Lo mismo hace en el instrumental The big bite, como si se subiera a un escenario a zapar con Danny Gatton y Nick Curran. También queda expuesta la influencia de Charlie Christian, especialmente en el tema Blusy. El cierre es un soul solapado, donde el piano de Alberto Burguez explora un ritmo voraz y los punteos finales de guitarra son sublimes.
El arte de tapa, a cargo de Lara Grimberg, es consecuente con la obra de los Burguez y compañía, una joya que combina el sonido vintage con la nitidez de la era digital. Un equilibrio justo para que las nuevas generaciones disfruten de una época dorada la música popular.
2 comentarios:
Gran banda. En vivo te matan.
Excelente crítica, y coincido en que en vivo son increíbles.
Publicar un comentario