martes, 28 de noviembre de 2017

Caxias do Blues (III)

Bob Stroger (Foto Guillermo Martínez)

“Algunas personas sienten la lluvia, otras solamente se mojan”

Bob Dylan 

El sábado amanece lluvioso y nada cambia a la hora del festival. Cae agua a borbotones y los refugios dentro del predio son los dos escenarios principales, el Hot Music Stage y los bares. Ir de un lugar a otro implica mojarse mucho. El Front Porch está a la intemperie, pero la gente se agrupa ahí cubriéndose con sus pilotos y paraguas. Bob Stroger, con sus 86 años, demuestra que no hay límites cuando uno ama lo que hace: se baja a cantar entre el público, mientras Rogelio Rugilo lo sigue con el paraguas. Blues en estado puro.

Big Gilson
En el Mojo Hand se presenta una leyenda del blues brasileño. Big Gilson -una mezcla de Pappo y Luis Salinas- toca un blues con frenesí rockero que levanta hasta los muertos. Gilson es un maestro del slide y en los dos primeros temas –Long way from home y I’m tore down- agita con largos solos. Luego interpreta temas en portugués de su último disco y algunos más viejos que el público conoce y acompaña cantando. Para cada canción tiene una viola distinta, desde una hermosa resonadora eléctrica hasta la clásica Strato. “Hace unos días estuve en Londres en un homenaje al rock y al blues británico. Y este tema está dedicado a una de mis máximas influencias, el señor Peter Green”, anunció antes de interpretar Albatross.

Los Mentidores
Me voy al DDI 54 porque allí están tocando Los Mentidores y quiero ver cómo, después de tanto agitar en los días previos, llevan adelante su show. El lugar está colapsado, no entra un alma y, como me imaginaba, Iván Gómez Singh hace su show. Canta Boom boom, Hoochie coochie man y Rock me baby, y la gente lo sigue. Fernando Ormeño toma el micrófono para Don’t you lie to me y la onda mentidora no decae. Busco un lugar más tranquilo y en un salón contiguo está Flavio Guimaraes dando una clínica. Está buenísimo todo lo que cuenta y da placer escuchar sus sutiles y breves interpretaciones tanto con armónicas cromáticas como con diatónicas. Cuando salgo para ir al Magnolia stage. Los Mentidores están terminando con Johnny B. Goode y la gente baila a su ritmo.

Andrea Dawson (Foto Daniela Xu)
Como toda Big Mama, Andrea Dawson tiene una silueta voluminosa y una voz extraordinaria. Comienza cantando Wang dang doodle mientras la gente se amontona en los pocos espacios que quedan a resguardo de la lluvia en el Magnolia stage. La cantante sigue con Tina-nina-nu y luego entrelaza Big boss man, Look over yonders wall y Dust my broom. La respalda la banda de Igor Prado, pero ¡sin Igor Prado! Rodrigo Mantovani y Yuri Prado llevan una rítmica sólida y rebosante de groove, Gonzalo Araya acompaña con prestancia en armónica y Nico Simi tiene la difícil tarea de reemplazar a Igor. Intenta emularlo con mucho reverb, pero para mi gusto se pasa un poco. Dawson sigue con un repertorio clásico de blues y soul: As the years go passing by, (Sitting on) The dock of the bay y I’d rather go blind.

Nico Smoljan & his Southern Jukes
Pasadas la 1 de la mañana la oferta musical todavía es muy intensa. Elijo ir a ver el segundo show de Nico Smoljan & his Southern Jukes. Allí está Nico, sobre el escenario, enfundado en un traje negro y luciendo una gorra que le hace juego. Javier Mozzi, Mauro Bonamico y Germán Pedraza también están muy prolijos. Se lanzan con un repertorio de la década del 50 y Nico hasta sopla el kazoo. Sin dudas, Nico Smoljan es todo un referente del blues argentino en Brasil y está muy bien que así sea. Se lo ganó con talento y mucho esfuerzo. Al cuarto o quinto tema invita a Flavio Guimaraes al escenario para que cante Bad boy y luego sube Greg Wilson y, así, abre la zapada que se extenderá hasta pasadas las 7 de la mañana.

A eso de las 3, le pongo punto final a mi presencia en el festival. Me voy del DDI 54 y veo que en el Mojo Hand todavía está tocando Ian Siegal y en el Magnolia Stage hay una banda que hace covers de los Allman Brothers que ni siquiera estaba anunciada. Me dejo llevar por el ritmo de Trouble no more y cierta nostalgia. Adiós Caxias, hasta la próxima.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Caxias do Blues (II)

J.J. Jackson (Foto Guillermo Martínez)
En el segundo día del festival, viernes, se nota un flujo mucho mayor de gente. Por donde el día anterior se podía caminar sin dificultad hoy es complicado. El primer show que voy a ver es el de Camila Dengo & Mamma Doo en el Magnolia stage. Camila es nativa de Caxias y una conocida de los porteños: tocó junto al Club del Jump en Buenos Aires en 2016 y hace unos pocos meses. Al frente de su propia banda brinda un recital muy entretenido y sensual. Su repertorio tiene blues y R&B de los cincuenta, pero con una puesta en escena technicolor. Ella tiene una voz magnífica que destella en temas como Bring it back home to me y Houndog. A modo de agradecimiento por sus viajes, invita a Alberto Burguez para que toque el piano en un tema.

J.J. Jackson y los Headcutters (Foto G.M.)
El anuncio de que está por comenzar el show más importante del día es estridente. En el escenario principal, y con un volumen fortísimo, asoma la silueta inconfundible de J.J. Jackson, un cantante, shouter, soulman y entertainer de primer nivel, Desde el minuto uno impone sus condiciones y hace delirar al público sostenido por el pulso preciso de los Headcutters. J.J. no se guarda nada y mezcla rock and roll, blues y soul. Comienza a toda máquina con Long tall Sally y sigue con Poor boy y Country girl, aquí con Freddy Muñoz en bajo en lugar de Catuto. Hay un intervalo a capella con I just call to say I love you, de Setvie Wonder, al que los Headcutters se suman más por profesionalismo que porque les atraiga el tema. Jackson invita a Luke de Held para unos solos picantes en C.C. Rider y se despide con una magnífica interpretación de Stand by me.

Big A Sherrod (Foto G.M)
En el Front Porch, ese escenario que recrea el Blue Front Café de Bentonia, está Big A Sherrod con la banda de argentinos que lo acompaña. A diferencia del día anterior, aquí sí suena a un juke joint del Mississippi. Pocas veces me tocó ver un show tan diferente de un mismo artista con tan pocas horas de diferencia. Sherrod realmente canta desde las entrañas y toca con una fuerza única. Mariano D’Andrea es el equilibrio de la sección rítmica y a Adrián Flores se lo nota concentrado y manteniendo siempre el tempo, mientras que Tomy Espósito allana el camino para los punteos voraces de Sherrod. Sobre el final, Sherrod los deja lucirse a D’Andrea y Espósito y largan unos solos que tenían contenidos. Flores no tiene el suyo, por el contrario, le deja la batería a Big A quien le da como si quisiera romperla.

Esta vez el repertorio de Sherrord es más crudo. Interpreta incendiarias versiones de Hoochie Coochie man y Baby what you want me to do. En esta última sube a un nene al escenario y lo hace tocar su guitarra. “Esto lo hago en Mississippi para tratar de que los chicos se interesen por la música y se alejen del delito”, dice. Sobre el final interpreta Five long years, inspirada en la demoledora versión de Buddy Guy,

Chris Jagger (Foto G.M.)
De vuelta en el escenario principal, la figura de Chris Jagger, acompañado por Charlie Hart y la banda de Cristina Crochemore, brinda una propuesta musical diferente. El hermano de Mick canta, toca la guitarra acústica y la armónica, mientras que su socio acompaña en acordeón o violín. Toda la primera parte tiene un feeling de country rock y hasta un poco del influjo del Bayou, “Vamos a tocar un viejo blues de Junior Wells”, anuncia un carismático Jagger antes de que Hart cante Snatch it back and hold it. Vuelven sobre su repertorio rockeado hasta que Jagger bromea: “Es un festival de blues y debería tocar uno antes de que venga la Policía del Blues”. Parece que esa grieta no es patrimonio argentino. Y Jagger cumple con un blues propio en el que recuerda sus años de juventud.

Blues Etilicos (Foto G.M)
Me doy una vuelta por el Folk Stage y está Bob Stroger en modo intimista. En el Front Porch, Ian Siegal canta Come in my kitchen mientras rasga las cuerdas de su guitarra resonadora. Más allá de nuevo en el escenario grande los Blues Etílicos, legendaria banda brasileña, muestra toda su chapa ante una multitud. Greg Wilson y Flavio Guimaraes se comen el escenario. La gente va de allá para acá con sus vasos plásticos alegóricos al festival cargados de cerveza IPA.

Xime Monzón Blues Band.
Ya de madrugada, el escenario de argentinos me convoca. Xime Monzón ofrece un show con mucha onda y excelente música. Acompañada por Tomy Espósito, Javier Mozzi, Mauro Bonamico y Germán Pedraza interpreta clásicos del blues soplando su armónica con ganas y desplegando todo su encanto. Con Javier Mozzi cantan una animadísima versión de I believe in music, de Louis Jordan y luego Mauro Bonamico demuestra que además de ser un gran bajista y director musical es un vocalista de la hostia. Su voz grave e intensa se doblega a todos con Eyesight to the blind. Ximena elige socializar la última parte de su show y convoca a una jam. Y así comienza un desfile de músicos y amigos: Nico Smoljan, Mariano D’Andrea, Freddy Muñoz, Ale Ravanello, Martín Burguez, Fernando Ormeño y Ariel Federico. Jes Condado, que poco antes había hecho un set souleado y minimalista en el mismo escenario, sube a cantar It hurts me too. El salón está desbordado de gente y Ximena convoca a sus músicos para el cierre con I feel good… pero falta algo más: Iván Singh esperaba con su guitarra colgada y no se la podía perder. El cierre es suyo con Let the good times roll.

Así es Caxias. Blues para todos y todas. Camaradería entre los músicos y espíritu de jam.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Caxias do Blues (I)

Escenario Mojo Hand (Foto gentileza Guillermo Martínez)
El blues en Caxias do Sul empieza cuando pisas el Mississppi Delta Blues Bar, una vieja casona restaurada como un auténtico blues bar estadounidense que revalorizó una zona de la ciudad que estaba a la deriva y que fue la piedra basal del festival más grande de América latina dedicado a esa música.

El evento, que celebra su décimo aniversario, se convirtió en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad. Está montado sobre un viejo predio ferroviario lindero al bar y tiene siete escenarios. El Mojo Hand y el Magnolia son los más grandes. Luego hay dos más pequeños y acogedores: El Front Porch y el Folk Stage. Otros dos son los que están adentro de bares: uno es el del Mississippi y el otro está la lado y lo llamaron DDI 54 porque, por primera vez, está dedicado exclusivamente a músicos argentinos. El restante, el Hot Music stage, se ubica en medio de un patio de comidas y ahí suenan otros géneros musicales.

Ian Siegal y Alamo Leal
El miércoles por la tarde, en la víspera del festival, se realiza el lanzamiento de prensa que tiene al inglés Ian Siegal y al brasileño Alamo Leal como protagonistas. Tras una breve conferencia de prensa en el Mississippi Delta Blues Bar tocan tres temas: Hey Bo Diddley, Stop breakin’ down y How many more years. Por la noche, el lugar abre sus puertas a los primeros adelantados. Faltan 24 horas para el inicio del festival pero la gente quiere blues. Thunder Carlos es el encargado de recibir a los visitantes con su combo de blues tradicional del Delta. Solo con su guitarra Stella toca temas como Trouble in mind, Can’t be satisfied y Highway 61 blues y luego da paso a un set un poco más extendido que el de la tarde de Ian Siegal y Alamo Leal. El inglés muestra toda su versatilidad para interpretar distintos tipos de blues y góspel que entona con una voz profunda y cavernosa. La noche se cierra con una zapada, un clásico del lugar.

Día 1

El público comienza a ingresar cuando el sol todavía calienta la tarde. Hay decenas de puestos. Algunos de grandes marcas y otros que venden libros, cd’s, merchandising, artesanías. Pero los que más abundan son los de comida y, claro está, los de cerveza artesanal. Empieza el peregrinaje por los escenarios. En el DDI 54 está tocando Hernán González, un argentino que vive en Porto Alegre y con su trío eligió un repertorio con varios covers de los Ratones Paranoicos y Pappo. En el Magnolia suena el power trío de Dani Ela y en el Front Porch Thunder Carlos entretiene a unas pocas personas con su sonido del Delta.

Bob Stroger (Foto G.M.)
El primer show fuerte empieza a las 20:00. The Juke Joint Band, de Toyo Bagoso, el organizador del evento, dispara buenas versiones de Old love, Strange brew, Gimme all your lovin’ y Some kind of wonderful. La primera gran ovación del festival llega cuando invitan a Bob Stroger a cantar Let the good times roll. La relación entre el legendario bajista de Howlin' Wolf y el público local es muy cálida. "Es bueno estar otra vez en casa", dice él.

La marea de gente va de acá para allá. Es tiempo de ocupar un lugar en el bar porque se vienen los Headcutters junto a Bob Stroger. El viejo Bob pasa de un gran escenario a una pequeña tarima. La energía y las ganas que le pone para cantar son las mismas. “Me llaman Bob Stroger, pero mi verdadero nombre es Blues”, anuncia en medio de los aplausos. Los Hadcutters arremeten con su sonido vintage y el viejo Bob canta Bad boy.

Big A Sherrod (Foto G:M)
Otra vez de regreso en el Mojo Hand stage. Es tiempo del blues de Clarksdale con Anthony “Big A” Sherrod. Me habían anticipado que su show era 100% blues de juke joint, pero aquí me encuentro con una presentación for export. Sherrod es muy carismático y sabe como entretener al público. Puntea con la boca, tirado en el piso y se baja a tocar entre la gente. El repertorio incluye Every day I have the blues, Cold cold feeling, Got my mojo working, Catfish blues y dos de Howlin’ Wolf: Killing floor y Smokestack lightinin’. Lo acompañan Tomy Espósito (guitarra), Mariano D’Andrea (bajo) y Adrián Flores (batería), quien no puede contener su verborragia y más de una vez impone su vozarrón para presentar a Big A. El sonido es tan fuerte que al salir de allí los tímpanos piden piedad.

Martín Burguez y Freddie Muñoz.
Vuelvo al DDI 54 porque está por empezar el show de Martín Burguez. Lo acompaña su hermano Alberto en teclados, Germán Pedraza en batería y el chileno Freddy Muñoz en bajo. Suenan todos muy ajustados y con ganas. Hacen dos sets de una hora cada uno y tocan temas del Club del Jump, Freddie King, Ray Charles y clásicos como Caldonia y T-Bone shuffle. La gente circula y baila. Martín Burguez toma nota y le pone un poco de rock and roll clásico a la velada con Lucille de Little Richard y boogie woogie cuando invita al escenario al tecladista Luciano Leães. Es un festival y todos quieren divertirse.

Entrada la madrugada, el Mississippi es el último bastión que queda en pie. La jam empieza con los Headcutters, luego suben Nico Smoljan, Javier Mozzi y Mauro Bonamico. Aparece Iván Singh y termina tocando su viola arriba de una mesa ante la mirada atónita de Alamo Leal. Son casi las 4 de la mañana cuando Ian Siegal y Decio Caetano en guitarras, respaldados por Catuto, de los Headcutters, en contrabajo y Germán Pedraza en batería, disputan un duelo de pesos pesados. Es blues en estado puro.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Un viaje con Jagger


Los hinchas de Lanús coparon el Aeroparque. Estaban exaltados con el partido de ida de la finalísima de la Copa Libertadores. Mientras cantaban sus canciones de cancha y revoleaban sus camisetas, los turistas los filmaban y les sacaban fotos. Entre ellos estaba un sesentón canoso, que llevaba un sombrero texano, camisa a cuadros, jeans y usaba unos anteojos de sol redondos como los que inmortalizó John Lennon. Ninguno de esos hinchas se dio cuenta de que estaban frente al hermano de Mick Jagger.

Chris Jagger abordó el vuelo 1230 de Aerolíneas Argentinas rumbo a Porto Alegre. Lo acompañaba Charlie Hart, el músico que toca con él; el legendario Bob Stroger y su señora; y el productor Rogelio Rugilo. Recién arriba del avión Jagger intercambió algunos saludos con Los Mentidores, la banda que anima la escena del blues cordobés. Todos tenían el mismo destino: el festival de blues de Caxias do Sul.

Me ubiqué un par de asientos detrás de Jagger, a quien Rogelio me presentó cuando hacíamos la fila para abordar, y noté que apenas se sacó los auriculares Sony durante el viaje. Al llegar a Porto Alegre, recogimos nuestro equipaje y Jagger mostró su buen humor cuando empezó a cargar a Iván Gómez Singh porque tenía una valija rosa chicle.

Afuera nos esperaba su manager, una morena brasileña muy locuaz, y el chofer de la combi que nos llevaría a Caxias. Jagger se desplomó en el asiento trasero del vehículo y yo me senté a su lado. Se sacó los zapatos y acomodó las piernas entre la ventanilla y el respaldo del asiento que tenía adelante, en el que se ubicó Hart. Me empezó a hablar de fútbol. Estaba sorprendido con los cánticos de los hinchas de Lanús. “Cuando era joven seguía mucho al Tottenham, pero ahora no miro mucho fútbol. Tienen un entrenador uruguayo”, me dijo y enseguida lo corregí. Mauricio Pochettino es tan argentino como el asado.

Traté de llevar la charla hacia la música. Me contó que prefiere tocar solo con Charlie Hart o con su banda y que le cuesta hacerlo con músicos que no conoce. “Si no hay muchos ensayos previos las cosas no salen bien”, dijo. La noche del lunes, Hart y él habían ido al programa de tevé NET, que conduce Germán Paoloski, y les sumaron una sección rítmica comandada por el Zorrito Von Quintiero “Es un muy buen bajista, pero el baterista no me gustó”, sentenció el hermano menor del líder de los Stones. “Es difícil tocar y después dar una entrevista. Tengo el cerebro compartimentado y pasar del modo musical al modo hablado me resulta complicado”, agregó.

Paramos a mitad de camino para comer algo y estirar las piernas. Jagger devoró unos bolinhos que se veían tentadores pero poco saludables. Al verlo comer en ese parador rutero pensé en la vida diametralmente opuesta que tiene a la de su glamoroso hermano a pesar de que se dedican a lo mismo. Seguimos viaje y si alguno de los pasajeros pensó que podría dormir estaba muy equivocado. Jagger no paró de hablar y hacer preguntas. “¿Cómo se llama esta región de Brasil?”, “¿Hablan portugués en otros países de América?”, “¿Cuál es la inflación de Argentina?”, “¿Qué pasó con Mugabe en Zimbabwe?”.

Se comió medio paquete de Mentos mientras teorizaba sobre las similitudes geológicas de Brasil y África, o elogiaba las rutas de Australia. A medida que nos fuimos adentrando en los morros, el andar de la combi se volvió brusco. Empezamos a subir y Jagger sentenció: “El único camino es hacia arriba” y se puso a cantar a capella Learning to fly, de Tom Petty. Había activado el modo musical: siguió con Up on cripple creek, de The Band, y una más que no reconocí. Los otros pasajeros parecían ignorarlo. Ya ni Charlie Hart, que le había seguido el tranco de la conversación, se sumó a su fogón imaginario.

“¿Cuánto falta?”, preguntó cuando ya casi llegábamos. Parecía aburrido y empezó a bostezar con ganas.

El paisaje selvático se transformó en urbano. Habíamos llegado. “Necesito comprar cuerdas para mi guitarra”, le dijo a su manager cuando pasamos por la puerta de una casa de música en una avenida no identificable de Caxias. “Después, Chris”, le respondió ella. Y él se quejó por que no sabría cómo regresar a ese lugar.

Llegamos a su hotel, el Personal, e ingresó con mucha dificultad su equipaje por la puerta giratoria cuando tenía una puerta común al lado. Volvió a salir y cuando se dio cuenta de que yo iba a otro hotel se despidió cortésmente. “Nos vemos en el festival”.


lunes, 13 de noviembre de 2017

El legado de Mr. Wilson


Kim Wilson hizo a un lado el sonido más moderno y marcadamente souleado de los últimos discos con los Fabulous Thunderbirds para volver a las fuentes. Hacía 11 años que no editaba un álbum solista y para hacerlo viajó en el tiempo, hacia la década del cincuenta, con una notable selección de músicos.

Blues and boogie fue grabado en vivo y en mono en California durante los últimos dos años. En ese lapso, el cantante y armoniquista tuvo que sobreponerse a la muerte de dos sus camaradas -el pianista Barrelhouse Chuck (10 de julio de 1958 / 12 de diciembre de 2016) y el baterista Richard Innes (9 de abril de 1948 / 26 de marzo de 2015)- que venían trabajando activamente con él. El resto de los músicos que lo acompañaron fueron los guitrristas Billy Flynn, Big John Atkinson, Nathan James y Bob Welsh; el ex bajista de Canned Heat, Larry Taylor; y el baterista Marty Dotson que ocupó el lugar que dejó vacío Innes.

“Quiero que todos los fans del verdadero blues sepan el amor que le puse a este proyecto. Estuve grabando muchos temas durante un par de años y ahora es el momento de presentarlos. Dos grandes músicos murieron en el camino y entre sus sueños estaba ver este disco terminado. Así que aquí está, el primero de muchos por venir”, escribió Wilson en las notas del CD.

El álbum tiene 16 temas: cuatro fueron compuestos por Wilson y los restantes son covers de los grandes maestros del blues de Chicago: Blue and lonesome y Teenage beat, de Little Walter; Ninety nine y From the bottom, de Sonny Boy Williamson II; You upset my mind, de Jimmy Reed; Look watcha done, de Magic Sam; y los clásicos Worried life blues y Mean old Frisco, entre otros.

Wilson abrió el arcón de sus recuerdos musicales. Se reencontró con el viejo blues y sumó a su proyecto a músicos acordes para la ocasión, muchos de los que conforman la cofradía del blues retro de San José. Un solo de armónica, una guitarra con slide, el canto profundo de You’re the one o la rítmica marcando unos tiempos de antaño son algunas de las características esenciales de este extraordinario álbum.

En palabras de Wilson: “Le dedico este CD a mi gran hermano James Cotton. Él siempre fue una gran inspiración y un querido amigo. Cuando era un chico, la pasaba muy bien escuchando a los maestros del blues y nunca me imaginé que viviría en un mundo sin ellos. Cada vez que abro la boca para cantar o tocar la armónica, lo hago por ellos. Hay cientos de temas grabados y sigo haciéndolo. Realmente creo que este es el momento en el que tengo que empezar a dejar mi legado. Nunca lo podría haber hecho sin mi familia de maestros que inventaron esta música y los músicos que están en este CD”.


martes, 7 de noviembre de 2017

El maestro y su discípulo


El alumno y el maestro, juntos por primera vez. Leo Parra Castillo y Gabriel Grätzer llevaron el country blues al corazón de Palermo. Fue el lunes por la noche, ante una buena cantidad de gente que llegó hasta el bar Sheldon para escuchar a estos dos notables exponentes de un género que hace décadas trascendió las fronteras de los ríos Mississippi y Yazoo.

Leo Parra Castillo es, probablemente, uno de los mejores cantantes de blues del momento y un intérprete visceral y talentoso. En algún punto él va descubriendo y puliendo su estilo a medida que nosotros lo vamos conociendo a él. Y Grätzer ya lleva 25 años, ¡un cuarto de siglo!, tocando esos viejos blues rurales de Tommy Johnson y Memphis Minnie, que le confieren una autoridad indiscutible.

La noche comenzó con Parra Castillo calentando las cuerdas de su guitarra con una hipnótica versión instrumental de Hill stomp, de Robert Belfour. Y después se lanzó a capella con Grinnin’ in your face, que empalmó, ya con la guitarra, con Death letter, ambas de Son House. Como un buen storyteller contó la historia de las cartas de muerte y la de ese tema en particular. Y a continuación siguió con Special rider blues, de Skip James, que también menciona una carta: “I got a letter / An how do you reck'in it read? / You better hur' up an come home / Because yo' special rider, she's dead”. Y del Missippi más profundo pasó a Hear my train a comin', de Jimi Hendrix, e hizo un análisis de cómo una lesión en el tobillo del guitarrista, durante su paso por el Ejército, cambió la historia del rock para siempre. Para el cierre se guardó altas dosis de Hill country blues con See my jumper hanging on the line, de R.L. Burnside.

Y el alumno dio paso al maestro. Grätzer arrancó con Pick poor robin clean, un antiguo ragtime blues, en modo instrumental. Y, al igual que Parra Castillo, para calentar las cuerdas vocales, brindó una versión a capella de Cornfield howler. Tras esa introducción Grätzer desplegó lo más clásico de su repertorio: Maggie Campbell blues (Tommy Jonson), Harbor of love (Stanley Brothers), Stack O Lee (Mississippi John Hurt), Black rat (Memphis Minnie) y Highway 49. Y entonces se produjo el encuentro trascendental en el que el maestro presentó con orgullo a su discípulo, y éste agradeció con emoción a su mentor. Juntos tocaron Canned heat blues/Big road blues, cantando a dúo, y se despidieron con Night time is the right time.

Y así se fue otro Blue Monday de Bluscavidas, con los sonidos del campo en plena ciudad y con el traspaso simbólico de la antorcha del blues más tradicional.