Las primeras reacciones ante las muertes de James Cotton y Chuck Berry, con apenas 48 horas de diferencia, fueron de consternación, pero inmediatamente surgieron los interrogantes sobre el futuro del blues. ¿El género sobrevivirá con la ausencia de sus próceres? ¿Los jóvenes músicos estarán a la altura de sus predecesores? ¿Seguirá siendo blues o mutará en estilos inclasificables?
Es cierto que Chuck Berry trascendió al ámbito del blues y es reconocido como uno de los pioneros del rock and roll. Pero no nos olvidemos que fue uno de los músicos insignia de Chess Records en la década del 50, la era dorada del blues de Chicago. En esas grabaciones contó con la participación de Willie Dixon, Matt Murphy, Johnnie Johnson, Fred Below, Lafayette Leake y algunos otros músicos que aún hoy no se logró determinar quiénes fueron y figuran como "unknown" en los catálogos. Berry llegó al sello de los hermanos Chess gracias a Muddy Waters.
Por ese entonces, James Cotton, nueve años menor que Berry, se sumó con su armónica a la banda de Waters. Es decir, los dos estuvieron en un momento clave del desarrollo del blues eléctrico –que coincidió con el nacimiento del rock & roll- y cada uno hizo su aporte significativo. Por el lado de Berry, lo suyo no varió mucho con el correr de los años. De alguna manera quedó atrapado, por el resto de su carrera, en un loop perpetuo de Johnny B. Goode, Maybellene y Roll over Beethoven. A tal punto que en los últimos años de su vida, sus hijos lo explotaron comercialmente, llevándolo por varios países, entre ellos Argentina, montando un espectáculo que el pobre y viejo Chuck no estaba en condiciones de dar. (Esto promete seguir porque Chuck dejó un disco grabado que sus hijos ya anticiparon que editarán en breve cuando el cadáver de su padre todavía está tibio).
El caso de Cotton fue muy diferente. Entre fines de los sesenta y mediados de los setenta grabó algunos álbumes más inclinados a los sonidos de la época, con sección de vientos, funky y soul, en busca de una oportunidad comercial. Luego llegó su vínculo con Alligator Records, editó algunos de sus mejores discos y se convirtió en un referente indiscutible de la armónica contemporánea. Las últimas dos décadas lanzó, en su mayoría, discos híper producidos para distintos sellos importantes. En síntesis, su carrera siempre fue ondulante y en muchos momentos priorizó lo comercial por encima de lo estilístico. Y no está mal, de hecho eso lo hicieron la mayoría de los bluseros, como B.B. King, Buddy Guy y hasta Muddy Waters.
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Buddy Guy |
Hay una cuestión generacional que es ineludible. Las viejas glorias del blues se mueren y la pregunta es qué le depara al género en el futuro. Veamos: Buddy Guy tiene más de 80 años, se lo ve muy bien de salud y gira alrededor del mundo con su show for export que muchos bluseros tradicionales detestan. Pero el tipo vende discos, llena teatros y, guste o no, es el máximo referente del blues en estos momentos. Luego están Henry Gray, Billy Boy Arnold, Cedell Davis y Lazy Lester, aunque ya por su edad y distintas problemas de salud su protagonismo en la escena musical es casi nulo. Otis Rush sigue vivo pero hace años que está inactivo. Y los pocos que giran con cierta frecuencia son Bobby Rush, Jimmy "Duck" Holmes, Robert "Bilbo" Walker, John Primer, Lurrie Bell y Eddy Clearwater... no muchos más. Después está el elenco de bluseros blancos con amplia trayectoria encabezado por Ronnie Earl, Duke Robillard, John Mayall, Sugar Ray Norcia, Anson Funderburgh, Jimmie Vaughan, John Hammond Jr. y Charly Musselwhite . Todos ellos siguen vigentes, tanto en festivales y/o grabando frecuentemente, cada uno de ellos con un estilo determinado. Pero todos superan los 60 años y el reloj está corriendo.
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Jontavius Willis |
Entre los de la nueva generación, el que más se destaca -y al que más critican también- es Joe Bonamassa. Los puristas lo detestan pero el tipo sacó discos en vivo en los que homenajea a los tres King, a Muddy Waters y Howlin' Wolf, o toca temas de Charley Patton y así esparce la palabra blues por el mundo. En la otra punta se ubica Jontavious Willis, un joven de 20 años, discípulo de Taj Mahal, que toca blues tradicional, pero como bien señala Juan Urbano López no ostenta un estilo definido como los bluseros de antaño sino que va del ragtime al blues del Delta, al piedmont e incluso Chicago. Probablemente sí, esa parte del folclore tradicional, de los bluesmen que solo tocaban música de su región esté a punto de extinguirse.
Jontavious descubrió el blues en YouTube. Lo mismo le pasó a otro joven talento, Dylan Bishop. Y es probable que lo mismo haya sucedido con Marquise Knox, Rhiannon Giddens o Christone Kingfish Ingram. Todos ellos están expuestos a un bombardeo de información permanente difícil de manejar y tal vez en el futuro terminen haciendo algo que muchos consideren que no es blues. Les pasó, sin ir más lejos, a las esperanzas del blues tradicional de la década del noventa: Corey Harris se volcó al reggae; Alvin "Youngblood" Hart al rock; y Keb' Mo' se obsesionó con las nominaciones al Grammy.
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Daniel De Vita |
En contraposición, en un país tan distante del Mississippi como la Argentina, hay músicos jóvenes muy enfocados en preservar la tradición o algún estilo en particular. Daniel De Vita, An Díaz, El Club del Jump, Xime Monzón y Federico Verteramo son los principales referentes. Leo Parra Castillo, gran intérprete de country blues me lo dejó muy claro cuando le pregunté si no tocaba nada de Mississippi John Hurt. "Por ahora estoy concentrado en Charley Patton, Son House, Robert Johnson y el sonido más puro del Delta y trato de no perderme en la sobreabundancia de información", respondió. Todos ellos respetan a rajatabla distintos estilos de blues como lo hicieron –y lo hacen- Daniel Raffo, Adrián Jiménez, Nico Smoljan, Damián Duflós y tantos otros. En el otro extremo están los que escriben sus propias canciones en español y siguen la línea del blues argentino, desde Botafogo y La Mississippi hasta Easy Babies y 50 Negras.
En definitiva, las muertes de James Cotton y Chuck Berry golpearon duro al ambiente del blues –y de la música en general- pero de ninguna manera constituyen el certificado de defunción del género. Desde sus inicios, el blues fue dinámico y evolutivo. El blues no se murió con el nacimiento del rock and roll, por el contrario tuvo un redescubrimiento. Con la llegada del CD se editaron y reeditaron muchos más discos de los que se editaban hasta entonces. Internet y las redes sociales acercaron de manera brutal y sin filtro a una nueva generación.
Hoy el escenario es distinto, pero eso no significa que todo esté perdido, sino que la gama de ofertas bluseras es mucho más amplia y está a la distancia de un click. Me parece inconducente la discusión sobre qué es y qué no es blues. A comienzos de los cincuenta, Big Bill Broonzy decía que Muddy Waters no tocaba blues y lo que pasaba, en realidad, es que no tocaba blues como él lo conocía. De cara al futuro, la comunidad blusera deberá aceptar que el paso del tiempo es ineludible y reconocer que las nuevas generaciones tendrán otra forma de expresar el blues. Y éstas deberán asumir el compromiso, independientemente del estilo que toquen, de preservar y difundir el legado y la esencia del viejo blues.