FOTOS: EDY RODRIGUEZ |
El aperitivo de la velada musical comenzó poco después de las 20.30 con Nasta Súper, que tocó tres temas propios que aparecerán en su próximo disco: El gran estafador, Que curioso y La negación. Acompañado por Walter Galeazzi en teclados, Mauro Ceriello en bajo y Gabriel Cabiaglia en batería, Rafa Nasta ratificó todas sus cualidades con la guitarra eléctrica. Luego apareció en escena el armoniquista Mariano Massolo con su combo de gipsy swing. Lamentablemente el público estaba un poco disperso y sus canciones se evaporaron sin mayor trascendencia en el amplio espacio del teatro.
A las 21.30, con un teatro desbordante, se sirvió el plato principal. “Please give the welcome to The Robben Ford Band” anunciaron en perfecto inglés desde la cabina de sonido, luego de dar algunas indicaciones sobre el uso de cámaras de fotos y celulares. El guitarrista arrancó con una dinámica versión de Howlin’ at the moon, de su flamante disco Into the sun, para pasar a Midnight comes too soon, de A day in Nashville, en la que tuvo un percance con su amplificador. De repente se quedó sin sonido, Allen y Little siguieron con la rítmica, tímidos, mirando el fastidio que irradiaba su jefe. Los técnicos tardaron en solucionar el problema y los tres músicos dejaron el escenario por unos minutos. Cuando volvieron, Robben pidió disculpas y retomó donde había dejado. Encadenó otras tres canciones de Into the sun, Same train, Rainbow cover y Rose of Sharon, todavía con alguna molestia por el sonido. “Sounds pretty noisy”, se quejó.
No hubo mucho blues en la noche, sino más bien una abundante mezcla de géneros. Pero sí dos homenajes a grandes maestros de la guitarra blusera. El primero fue Cannonball shuffle, dedicada a Freddie King, y el segundo, Indianola, un frenesí rockeado a la memoria de B.B. King. Ford mostró sutiles pinceladas jazzeras en Eartquake, del álbum Soul on ten, y en High heels and throwing things dejó que sus músicos tomen el liderazgo. Allen masacró las cuerdas de su bajo con un pulgar asesino y Little golpeó su batería con la fuerza de un tractor.
La última parte lo encontró animado y reflexivo. Primero con Fair child, de Bring it back home, después con Nazareth, de su época de Renegade Creation, y al final con Cause of war, de su último trabajo. Los tres músicos dejaron sus instrumentos, caminaron al centro del escenario, se abrazaron y saludaron al público. La ovación fue tal que tardaron 30 segundos en volver para los bises: How deep in the blues y Thoughtless.
Robben Ford usó dos guitarras, una Gibson SG y una Telecaster, y demostró una vez más que es uno de los violeros más exquisitos y versátiles que giran alrededor del blues. Pero además lució un fabuloso registro vocal, algo por lo que también debería ser reconocido. Fue un show intenso y ecléctico en el que, una vez superado los problemas técnicos, metió quinta a fondo hasta el final.
3 comentarios:
Gracias por la crónica, Martin. No pude concurrir, me hubiera encantado estar ahí. Te pregunto algo: ¿no son recurrentes los problemas de sonido en Vorterix? ¿Recordas algún show en el que no los haya habido? Gracias.
Oscar, es cierto. Aunque esta vez el problema puntual fue con el ampli de Robben. Una vez solucionado eso el sonido en general fue bastante bueno.
muy bueno martin!!!
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