viernes, 22 de mayo de 2015
Jazz en París
La Rue des Petites Ecuries atraviesa el barrio de Saint Denis, en el céntrico décimo distrito parisino. Allí, con su frente cubierto de afiches, se erige el New Morning, un antro que fue testigo de la magia de Miles Davis. Sin embargo, el lugar se parece más a una disco que a un bar de jazz. El martes, el legendario guitarrista Pat Martino deshizo la noche a puro swing.
El guitarrista, de un parecido discutible con Charlie Watts, subió al escenario a las 21. Caminó hasta el centro de la tarima y se sentó en una banqueta. Tomó su guitarra diseñada por el luthier Bob Benedetto, cruzó las piernas y empezó con Catch, un tema que compuso en los ’90. El trío lo completaron el tecladista Pat Bianchi y el baterista Carmen Intorre.
El lugar estaba lleno. Gran parte del público estaba sentado en sillas alienadas prolijamente en filas y el resto de pie atrás y a los costados, muchos con copas de vino y otros con vasos de cervezas. A diferencia de los gringos, los franceses van a comprar sus bebidas antes del show o durante el intervalo. La prioridad, para ellos, es la música.
Al finalizar el primer tema, Martino tomó el micrófono y agradeció la calidez con la que fue recibido. Presentó a sus músicos y terminó diciendo: “Y por si alguien no me conoce: yo soy Pat Martino”. El repertorio alternó algunos standards como Seven come eleven, de Charlie Christian, y Oleo, de Sonny Rollins, con temas propios como Inside out. El show se dividió en dos sets de 45 minutos cada uno y en ambos Martino hizo gala de la improvisación y permitió en cada uno de los temas que Bianchi hiciera extensos solos con el hammond.
El jazz encontró en París su segundo hogar y la Ciudad de la Luz se enamoró de esa música que, como ninguna otra, expresa toda la libertad estilística que un músico puede llevar adentro. Pat Martino no hizo otra cosa más que ratificar que ese amor es auténtico.
viernes, 15 de mayo de 2015
El blues salve al Rey
You know I'm free, free now baby, I'm free from your spell
Me levanté esta mañana y me enteré que usted había muerto, maestro. Justo usted, el pequeño dulce ángel negro que me hizo descubrir y amar el blues. ¿Cuán triste uno se puede poner?
Con su guitarra, su amada y fiel Lucille, usted conquistó el mundo. Nos hizo entender a todos, bueno a casi todos, que el blues es un lenguaje universal. Que no importa la raza, el idioma que uno hable o el país en el que viva, el blues está adentro nuestro. No por nada lo coronaron como el Rey.
Todos los días tengo el blues, solía cantar. Y eso era tan cierto como que la tierra gira alrededor del sol o que el Océano Atlántico separa al viejo del nuevo mundo. Una verdad inmensa, irrefutable, trascendental.
Usted nació en un pequeño poblado del Delta del Mississippi, como el mismísimo blues, y se convirtió en una leyenda. Pero mucho antes de que eso sucediera, padeció la segregación racial, el trabajo duro y la pobreza. Se sobrepuso a todo con talento, amor y generosidad. Porque su espíritu siempre fue grande, así como sus canciones.
Vino a la Argentina por primera vez en 1980. Yo era tan pequeño que no supe de esa visita suya hasta mucho tiempo después. Pero el poeta y periodista Miguel Grinberg, que lo vio en Obras y en el Bauen, escribió en el diario La Opinión: “Todo adjetivo es insuficiente. Toda alabanza resulta estrecha. Decir que B.B. King es maravilloso apenas hace justicia a su conmovedora grandeza, a su descomunal sencillez. No ha habido en muchísimos años en Buenos Aires una ceremonia musical de esta naturaleza”.
Yo lo vi 11 años más tarde, en el Luna Park, el primer recital al que fui en mi vida. No sabía mucho de usted, apenas había escuchado uno o dos discos. Pero esa noche de diciembre sus punteos me doblegaron. Sucumbí ante la intensidad de sus interpretaciones. Los recuerdos son un tanto difusos, pero la sensación de ese descubrimiento todavía es palpable ¡Pasó casi un cuarto de siglo, maestro!
Lo volví a ver muchas veces más. En Obras, en el Gran Rex y otra vez en el Luna. La última, hace cinco años, sentí que era la despedida y así lo expresé en esta misma página. Usted estaba débil y su cuerpo pedía descanso. Pero su compromiso con el blues y el amor por su gente siempre pudo más. Luego, lamentablemente, alguien se aprovechó de su pasión y sacó rédito de su infinita generosidad.
Su historia es tan rica, maestro. Usted lo llevó a Pappo, nuestro Pappo, Mr. Cheeseman, al Madison Square Garden. Lo ubicó en un pedestal junto a otros grandes del blues como Buddy Guy, Junior Wells y Koko Taylor. Siempre se mostró abierto a compartir su música. Grabó con U2 y con Eric Clapton, entre tantos otros, y compartió escenarios con una lista infinita de músicos. Actuó en películas, apareció en televisión y realizó conciertos memorables en el Regal, en el Apolo, en la cárcel de Cook County y en Zaire, en la previa del mítico combate entre Ali y Foreman. Usted estuvo en todos lados casi todos los días. Nunca nadie podrá alcanzar lo que hizo, maestro.
Sólo me queda decirle adiós y gracias. Vaya tranquilo. Acá nos quedamos escuchando sus discos hasta que volvamos a verlo.
sábado, 9 de mayo de 2015
De Oceanía con swing
Mahalia Barnes – Ooh yeah, The Betty Davis Songbook. No sólo carga con un nombre que es una institución entre las vocalistas de gospel, jazz y soul, por la genial Mahalia Jackson, sino que es la hija del mítico cantante australiano, Jimmy Barnes. La joven nacida en Sidney hace 32 años, es dueña de una voz altamente inflamable y con un gran registro. COn esos atributos logró armar su carrera que está en franco ascenso. Su nuevo disco es un exquisito y enérgico repaso de la música de Betty Davis, la musa que se casó con Miles Davis en 1968 y editó cuatro discos propios antes de retirarse de la industria musical en 1979. El contenido de este álbum está inspirado en esas canciones, pero aquí la cantante no buscó reproducir el sonido de esa época, sino que más bien intentó darle un giro personal. La mayoría de los temas –He was a big freak, Your mama wants you back y Ooh yeah- suenan bien funky y muy potentes, y cuentan con un plus adicional: los solos vibrantes del guitarrista Joe Bonamassa, probablemente el músico que más grabaciones realiza al año.
Li'l Chuck The One Man Skiffle Machine Blues - In Full swing. Li'l Chuck es un hombre orquesta con una destreza sorprendente. Si bien la guitarra resonadora es su instrumento madre, domina con gran técnica la armónica, el kazoo, el hit hat y el bombo, al mejor estilo de grandes maestros como Jesse Fuller, Dr. Ross o Sterling "Satan" Magee. Pero la particularidad es que no nació en los márgenes del Mississippi, sino en Christchurch, Nueva Zelanda. Su música se nutre de viejos blues de la década del 30, algunos retazos jazzeros, western swing y ragtime. Sin embargo no reproduce el sonido típico de esa era, sino que le impone un aura bien contemporánea. Li’l Chuck es un storyteller, sus canciones son pequeños relatos de sucesos recientes como My house is falling dawn, que escribió tras el terremoto que golpeó a su ciudad en 2011. También interpreta una notable versión de San Francisco Bay blues. Li’l Chuck es un bluesman auténtico, de esos que buscan mantener la tradición sin posturas rígidas, sino más enarbolando la bandera de la universalidad del blues.
Li'l Chuck The One Man Skiffle Machine Blues - In Full swing. Li'l Chuck es un hombre orquesta con una destreza sorprendente. Si bien la guitarra resonadora es su instrumento madre, domina con gran técnica la armónica, el kazoo, el hit hat y el bombo, al mejor estilo de grandes maestros como Jesse Fuller, Dr. Ross o Sterling "Satan" Magee. Pero la particularidad es que no nació en los márgenes del Mississippi, sino en Christchurch, Nueva Zelanda. Su música se nutre de viejos blues de la década del 30, algunos retazos jazzeros, western swing y ragtime. Sin embargo no reproduce el sonido típico de esa era, sino que le impone un aura bien contemporánea. Li’l Chuck es un storyteller, sus canciones son pequeños relatos de sucesos recientes como My house is falling dawn, que escribió tras el terremoto que golpeó a su ciudad en 2011. También interpreta una notable versión de San Francisco Bay blues. Li’l Chuck es un bluesman auténtico, de esos que buscan mantener la tradición sin posturas rígidas, sino más enarbolando la bandera de la universalidad del blues.
domingo, 3 de mayo de 2015
El aquí y ahora del viejo blues
Algunos podrían pensar que Nicolás Smoljan nació en el lugar y el momento equivocado. Su sonido es el fiel reflejo una época pasada, aunque no olvidada. Su armónica tiene un swing de antaño y la forma de interpretar los viejos clásicos, tanto como sus nuevas composiciones, destila clasicismo y pasión. Tras varios años animando la escena local y también participando en decenas de festivales de blues brasileños, Smoljan lanzó su primer disco, una obra magnífica que le demandó tiempo y mucha dedicación. Como él, el álbum tiene algo de peregrino. Fue grabado en cuatro estudios diferentes – Juno, Romaphonic, The Headcutters y El Attic- y contó con la participación de una de las mejores selecciones de músicos locales y de tres invitados internacionales de renombre: Lurrie Bell, Eddie Taylor Jr. y Mud Morganfield.
Mud Morganfield |
Lurrie Bell |
El otro plus del álbum es la banda que acompaña a Smoljan, conformada por músicos de primerísimo nivel: Matías Cipilliano en guitarra, Mariano D’andrea en bajo y contrabajo, Gustavo Doreste en piano y Pato Raffo en batería, con las eventuales colaboraciones de los guitarristas Juan Codazzi, Daniel De Vita y Rafo Grin.
El disco debut de Nicolás Smoljan es un retrato nítido de lo que él ofrece en vivo y también del sonido más puro. Podría haber sido grabado hace cinco décadas en algún estudio de Chicago o St. Louis, pero no… es el aquí y ahora del viejo blues.
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