domingo, 2 de diciembre de 2012

El poder de la música

The music never stopped está basada en el ensayo The last hippie, del neurólogo y escritor Oliver Sacks, que está inspirado a su vez en hechos reales. Cuenta la historia de Gabriel Sawyer (J.K. Simmons), un joven que estuvo desaparecido durante casi dos décadas y fue hallado en estado de indigencia y con un tumor cerebral. Su padre lo había echado de su casa en 1968, luego de que Gabriel quemara una bandera de los Estados Unidos en contra de la guerra de Vietnam, durante un recital que su banda de rock dio en su escuela.

La película está ambientada a mediados de los 80 pero tiene constantes flashbacks hacia los 60, ya que va reconstruyendo la historia que separó a Gabriel de sus padres, Henry y Helen. Gabriel es operado del tumor. Los médicos le salvan la vida, pero él queda prácticamente como un zombie, con fallos en el discernimiento, alteraciones de la memoria y falta de iniciativa. Cuando ya parecía que no había mucho por hacer, entra en escena la doctora Dianne Dailey (protagonizada por Julia Ormond) que lo somete a una terapia musical. Así descubre que Gabriel, pese a que no puede recordar nada reciente, tiene la memoria intacta hasta 1968. Entonces la música juega un rol central: las canciones de los Beatles, los Stones, Bob Dylan, Cream y Buffalo Springfield comienzan a reconstruir su pasado.

Su padre, Henry (Lou Taylor Pucci), siempre fue un amante de la música clásica y la popular de la década del 40 y cuando su hijo era chico le inculcó esa pasión. Pero cuando Gabriel se hizo adolescente y empezó a descubrir sus propios sonidos algo se rompió entre ellos. De hecho, Henry llegó a pensar que el rock que escuchaba su hijo era el responsable de sus problemas. La terapia musical, entonces, cumple un doble rol: recuperar la memoria del muchacho y conectar a un padre con su hijo.

Hay momentos muy emotivos, como por ejemplo cuando Gabriel le explica a su papá la letra de Desolation row, de Dylan, o cuando ambos van juntos a un concierto de los Grateful Dead en Nueva York. La banda de sonido es formidable: For what is worth, Touch of grey, Kansas City, All you need is love, Truckin’, Mr. Tambourine man y la exquisita Ripple. The music never stopped es una película que no tiene golpes bajos y nos recuerda el poder de la música, que no sólo satisface el alma, sino que también tiene efectos curativos.



1 comentario:

Nicolás Yudchak dijo...

la mejor que vi en el año! mortal, aguante The Gratefull Dead