sábado, 16 de junio de 2012

El Verano del Amor

 En 1969 cientos de miles de jóvenes con mensajes de paz y amor, sorprendieron al mundo con tres días a puro rock & roll. Así, Woodstock pasó a la historia como el más grande de todos los festivales de rock y su sola mención sintetiza una época exaltada por la guerra de Vietnam, los conflictos raciales, los derechos civiles, los crímenes políticos y la psicodelia. Pero Woodstock no inauguró la época de los recitales masivos y mucho menos la del flower power. El inicio había sido dos años antes, en pleno verano boreal, cuando otro festival gratuito atrajo a más de 200.000 almas. Los días 16, 17 y 18 de junio de 1967, hace 45 años, marcaron el comienzo del llamado Verano del Amor. Desde lo musical, el Monterey Pop Festival fue revolucionario: apareció en escena Janis Joplin y Jimi Hendrix prendió fuego su guitarra mientras interpretaba Wild Thing y cambió para siempre la historia del rock.

Otis Redding
Monterey es una pequeña ciudad californiana a dos horas al sur de San Francisco, custodiada por colinas bajas y hermosas playas que dan al océano Pacífico. Ese paraíso de pequeños viñateros y pescadores fue el lugar elegido por los productores Lou Adler y Alan Parisier, y el grupo The Mamas and The Papas para hacer el concierto masivo y multicultural que soñaban.

Los artistas de rock del momento eran Los Beatles —que acaban de editar el monumental Sgt. Pepper—, los Rolling Stones, Cream, The Beach Boys y Bob Dylan. Por distintas razones ninguno de ellos pudo presentarse, pero eso no significó un escollo para el éxito del evento. Al final, un beatle y un stone contribuyeron con la organización: Paul McCartney integró la comisión del festival y fue quien sugirió que incluyeran a Hendrix, hasta entonces un guitarrista estadounidense poco conocido en su país que ya había cautivado a los ingleses. Brian Jones fue uno de los maestros de ceremonia.

Janis Joplin
El festival comenzó el viernes 16 con el show de The Association, un grupo pop californiano que se codeaba con la psicodelia. Ese día además se presentaron el cantante Low Rawls, Simon & Garfunkel, Johnny Rivers y los británicos The Animals.

El sábado fue un día muy intenso y repleto de blues: Canned Heat, Paul Butterfield Blues Band, Steve Miller y The Electric Flag, la banda del guitarrista Mike Bloomfield. Pero hubo mucho más. La ciudad de San Francisco, cuna del movimiento hippie, se vio representada por dos bandas de pura cepa psicodélica: Jefferson Airplane y Moby Grape. Y la gran urbe de Los Angeles aportó a los populares The Byrds, que tocaron varios temas de Dylan como Chimes of Freedom y He was Friend of Mine.

Paul Butterfield
Ese mismo día el mundo descubrió a quien se convertiría en la gran voz blanca del blues y en un ícono de la contracultura hippie. Janis asomó tímidamente al frente de Big Brother & The Holding Company y cautivó a todos con una notable versión de Down on me. Luego la siguió el cantante soul Otis Redding. Su poderío vocal explotó con Try a little Tenderness.

El domingo abrió el músico indio Ravi Shankar, el único que cobró dinero (3.000 dólares) por presentarse en el festival. Hipnotizó al público con el sonido de su sitar. El trance seguiría con los shows de Buffalo Springfield (con Stephen Stills y Neil Young), los Grateful Dead y una nueva aparición de Janis Joplin y su banda.

The Mamas and The Papas cerró el show con su hit California Dreamin' y el clásico Dancing in the Street. Pero antes que eso, apareció la Hendrix Experience en escena. Empezó con toda la potencia del blues Killing floor y siguió con Like a Rolling Stone de Dylan, Foxey Lady, Purple Haze y el memorable final de Wild Thing. Tocó con los dientes, por detrás de la espalda con una precisión y un virtuosismo nunca visto hasta entonces. Ya sabiendo lo que les esperaba, The Who decidió presentarse antes que Hendrix. "Cómo íbamos a tocar después de él, se hubieran reído de nosotros" admitió tiempo después Pete Townshend. "La guitarra se volvió una extensión de su cuerpo", contó luego el actor Dennis Hooper, testigo de aquella noche mágica, en la que el rock cambió para siempre.

Esta nota, con algunas modificaciones, fue publicada en Clarín hace cinco años