La voz de Leonard Cohen es una las más profundas y absorbentes de la historia del rock. Además, siempre fue un compositor extraordinario y genuino. Desde sus primeros discos a fines de los sesenta y comienzos de los setenta, como Songs of Leonard Cohen y Songs of love and hate, dejó impresa su marca. Esa que fue consolidando con grandes temas como Bird on a wire, Suzanne, Dance me to the end of love, Hallelujah, I’m your man, Everybody knows y Waiting for a miracle. Y en su flamante disco, Old ideas, Cohen ratifica su pasado musical, con grandes arreglos, una estampa vocal asombrosa para un hombre de 77 años y unas canciones deliciosas en las que las letras hablan de lo que siempre habló Cohen: el amor, el sexo, la religión, la mortalidad y las contradicciones que siempre puede ofrecer un ser humano.
El álbum, el primero con canciones nuevas, desde 2004, tiene diez temas. Empieza con Going home. El narrador es Dios y con ironía dice: I love to speak with Leonard / He’s a sportsman and a shepherd / He’s a lazy bastard / Living in a suit. El track 4, The darkness, es en clave de blues, y tiene un piano iracundo que arremete en cada hueco que deja la voz penetrante de Leonard o el coro femenino que lo acompaña. I caught the darkness / It was drinking from your cup / I said is this contagious? / You said "Just drink it up". Un himno fabuloso.
El resto del disco tiene un toque minimalista, los arreglos son siempre sutiles y las intervenciones, ya sea del piano, algún instrumento de cuerda o los coros, entran en la medida que el cantante les da su lugar. Fascinante es también el sexto tema, Crazy to love you, donde a Leonard apenas lo acompaña una guitarra acústica mientras entona una dulce melodía que habla sobre un amor absurdo y complicado: I had to go crazy to love you / Had to let everything fall / Had to be people I hated / Had to be no one at all. También rozando el blues, con pinceladas de góspel y destellos sureños, aparece Banjo, donde una vez más la voz profunda se contrasta con la suavidad de los coros, mientras que una guitarra con slide y un banjo, claro, llenan los espacios que va generando la misma canción.
La banda que lo acompaña es un verdadero lujo: Roscoe Beck, quien tocó muchos años junto a Robben Ford, se encarga del bajo y la dirección musical; Bob Metzger es el dueño de las guitarras; Chris Wabich y Rafael Bernardo Gayol se reparten las baterías; Neils Larsen, compañero de ruta de Gregg Allman, está al mando del piano, el hammond B3 y otros instrumentos. La inseparable Sharon Robinson está al frente de los coros femeninos. La producción estuvo a cargo de Ed Sanders y Patrick Leonard.
El premio Príncipe de Asturias de las Letras, el poeta canadiense que decidió ser músico para expresarse mejor, cierra el álbum con Different sides, otra joya de esas que sólo un hombre como él puede lograr. Old ideas es un disco a la altura del artista que definitivamente quedará entre lo mejor de su discografía.
1 comentario:
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