sábado, 15 de octubre de 2011

Las seis cuerdas de Dios

(Foto Clarín)
Muddy Waters, Robert Johnson, Bessie Smith, Eddie Boyd, Bo Diddley y Big Bill Broonzy son algunos de los nombres más representativos de la historia de blues. El espíritu de todos ellos vibró anoche en el estadio Monumental de la mano (lenta) de Eric Clapton. El guitarrista inglés dio un show formidable, en el que el blues fue gran protagonista. Respaldado por una banda descomunal, tocó 16 canciones y deslumbró al público, pese a algunos inconvenientes de sonido.

Clapton apareció en escena a las 21.15. Dijo “Good evening” –durante el resto del show no volvería a decir más que un “thank you”- y empezó a disparar solos desde su Fender Stratocaster celestre y blanca. Primero fue el clásico del blues Key to the highway y después Tell the truth, de la época de Derek and The Dominos, en el que brillaron las coristas Michelle John y Sharon White. Ellas le dieron un tinte más gospel a la canción, al igual que al resto de los temas en los que pusieron al servicio todo su poderío vocal. Casi como una necesidad, el blues volvió enseguida con Hoochie coochie man. Luego, Clapton empezó a tocar los primeros acordes de Old love, unos punteos profundos que fueron abriendo el tema hasta que se convirtió en un funky abrasivo por el groove del tecladista Tim Carmon, que pareció rendirle tributo al Herbie Hancock de los setenta. Ese primer set terminó con una versión no tan reggae de I shot the sheriff, de Bob Marley.

Sus asistentes le acercaron una guitarra acústica y una silla. Con un Clapton sentado y más relajado, comenzó la segunda parte. Otra vez empezó con un blues, Driftin’, y después una hermosa versión de Nobody knows when you’re down and out. Lay down Sally y When somebody thinks you’re wonderful, un tema de Harry Woods que incluyó en su último álbum solista, fueron tal vez los minutos en los que pareció menos conectado. Ese tramo finalizó con una versión más corta de Layla, que no incluyó el épico final en el que el piano sostiene el ritmo mientras que la guitarra vuela hacia una dimensión desconocida.

Retiraron la silla, le devolvieron la Strato y Clapton empezó a tocar los acordes de Badge. Fue uno de los momentos más emocionantes de la noche. Creo que para cumplir con el público, el más comercial que lo sigue sólo por sus hits, tocó Wonderful tonight. Después volvió –¡una vez más!- al blues con una seguidilla: Before you accuse me y Little queen of spades, de Robert Johnson. El cierre del show fue con Cocaine.

Clapton lució impecable, con el pelo más corto que en la foto de tapa de su disco homónimo, y en un alto nivel interpretativo, no sólo por su forma tremenda de tocar la guitarra, sino también por la pasión que pone para cantar. Hubo otros dos grandes protagonistas de la noche. Ellos fueron el tecladista Carmon y el pianista Chris Stainton. A diferencia de su última visita a la Argentina –en el mismo estadio en 2001- no tuvo segunda guitarra, por eso el rol de los teclados fue clave para alternar solos con las seis cuerdas de Dios. La sección rítmica la conformaron dos viejos compañeros de ruta: Willie Weeks en bajo y Steve Gadds en batería.

Fue un espectáculo grandioso, que sólo se vio empañado por un eco molesto que aparecía con mayor intensidad cuando la banda bajaba los decibeles, al menos en el sector del estadio en el que estaba yo. Cuando el fulgor de la luna llena comenzó a bañar una parte del estadio, Clapton y la banda regresaron al escenario para el bis. Al igual que en su recital de San Pablo, Brasil, eligió una canción que toca desde su época de Cream, pero que escucha desde que tiene uso de razón: Crossroads. A los 66 años, Clapton es el mejor discípulo del viejo blues y un ícono invalorable del rock and roll.

2 comentarios:

Alejandro Moreyra dijo...

Yeah!

Ale Gallo Negro dijo...

Pf... indescriptible. Lo del eco por suerte no me pasó, yo estaba en la platea alta San Martín. Lamentablemente llegué tarde y caí con Old love, 40 minutos para estacionar un auto. De no creer. El 2001 me dejó con ganas de más y el 2011 no hizo más que realzar esa sensación. ¿Cuánto faltará hasta la próxima entrega?.