viernes, 29 de abril de 2011
Un hombre en constante movimiento
La guitarra está presente en las diez canciones del álbum. Su voz tiene tanto feeling que por momentos parece como que estuviera poseído por Bobby Womack. Por momentos, para añadirle más dulzura a algunas estrofas o más soltura a los coros, aparece el aporte de la cantante Ruthie Foster. Después hay un sostén rítmico entre los teclados que alternan Ivan Neville y el ex Faces y colaborador stone, Ian McLagan. Los vientos, comandados por Ron Hollway, son otro aspecto destacado de la producción del álbum, a cargo de Haynes y Gordie Johnson. George Porter Jr., en bajo, y Terrence Higgins, en batería, marcan la base de Man in motion y complementan la formación.
En una entrevista al sitio JamBase, Haynes contó que para éste álbum se inspiró en la música que escuchaba cuando era joven. “Esto es lo que amo y lo que realmente me impactó cuando era chico: Wilson Pickett, Otis Redding y la verdadera y cruda música soul”. Pero según explicó, el trabajo no fue sencillo, ya que no quería que sonara viejo o fuera de época. “Por eso traté de elegir material original para no caer en un tributo a la música soul del pasado. Para mí, era más importante crear nuevas canciones que copiar elementos de los comienzos del soul, blues o rock”, añadió.
De los diez temas, nueve son composiciones propias. Algunas de hace más de diez años pero que nunca tuvo la oportunidad de grabar. Hay un solo cover: se trata de Everyday will be like a Holiday, hit del cantante del sello Stax William Bell.
Tal como lo indica el nombre del disco, Warren Haynes es un hombre en constante movimiento. Ya sea como guitarrista de los Allman Brothers, líder de Gov’t Mule, colaborador de la nueva versión de los Grateful Dead, Furthur, u organizando conciertos a beneficio para Navidad. Acá deja en claro que su música no tiene límites y que sus cualidades como músico y compositor están cada vez más en alza. Desde la llamativa tapa del álbum hasta el último acorde, Man in motion es uno de los grandes acontecimientos musicales del año.
jueves, 28 de abril de 2011
Fortunate son
Richard Nixon era el presidente en ese momento y una de sus hijas, Julie, estaba de novia con el nieto del ex presidente Dwight Eisenhower, David. Para John Fogerty, líder de Creedence y compositor del tema, esos dos hijos directos del riñón del establishment político más recalcitrante, no estaban padeciendo lo mismo que los demás jóvenes de su edad. Eran chicos afortunados. Sus padres mandaban a miles de chicos a la muerte y ellos vivían una vida de lujos alejada del peligro.
Fortunate son apareció como lado B de Down in the corner y luego fue incluida en el álbum Willy and the poor boys. Con su ritmo denso, de guitarras desgarradas y una voz áspera marca registrada, la canción se convirtió en uno de los principales temas en contra de la guerra, a tal punto que en los años sucesivos muchas películas y series de tevé, que abordaron alguna temática de la época, la incluyeron en sus bandas de sonido. Para la revista Rolling Stone, es una de las 100 mejores canciones de la historia del rock y U2, Kid Rock, Wyclef Jean y Pearl Jam grabaron versiones muy interesantes.
Ahora, 42 años después de su creación, los argentinos tendremos la oportunidad de escucharla en vivo cuando Fogerty se suba por primera vez al escenario del Luna Park el 13 de mayo. Ese día los afortunados seremos nosotros.
domingo, 24 de abril de 2011
Going up the country
En agosto de 1968, Alan Wilson, un joven entusiasta del blues, guitarrista, cantante y armoniquista, ya había escuchado ese tema decenas de veces cuando por fin grabó con Canned Heat su propia versión, a la que llamó Going Up The Country y que un año después se convertiría en la canción más representativo del festival de Woodstock. Wilson adaptó la letra a su época: los hippies, la ruta y el amor libre. Pero respetó la melodía y su espíritu rural de una manera asombrosa. En la grabación original, Thomas se acompañaba de la guitarra y una especie de zampoña, instrumento de viento similar a los tradicionales del altiplano, mientras que Wilson lo hizo con el mismo ritmo, pero con un suave acompañamiento eléctrico y el sonido de la flauta de Jim Horn.
I'm going where the water tastes like wine / Voy adonde el agua tiene gusto a vino
We can jump in the water, stay drunk all the time / Podemos saltar en el agua, estar borrachos todo el tiempo
El Canned Heat de los sesenta fue fenomenal en todo sentido. Tenía dos cantantes –Wilson y Bob Hite- muy distintos entre sí que le daban a la banda la posibilidad de interpretar diferentes estilos de blues, siempre apuntalados por un guitarrista fantástico como lo era Henry Vestine y una demoledora sección rítmica a cargo de Larry Taylor y Fito de la Parra. Todos ellos eran antropólogos musicales, que escuchaban desde John Lee Hooker y Howlin’ Wolf hasta Wilbert Harrison y Floyd Jones, éstos últimos los verdaderos creadores de los otros dos éxitos de los Heat: Let’s Work Together y On The Road Again. El grupo siguió adelante con infinidad de cambios en su formación y todavía está activo y actúa principalmente en California. El único de los miembros originales que queda es De la Parra, ya que los otros cuatro murieron.
La melodía pegadiza y el festival de Woodstock, especialmente la película, contribuyeron para que Going Up The Country se convirtiera en un himno de su tiempo, como Like a Rolling Stone, California Dreamin’ o House of The Rising Sun, y la música del viejo Henry Thomas, al menos una de esas 23 melodías que compuso, se volvió eterna y universal.
miércoles, 20 de abril de 2011
Comebacks
Steve Miller Band - Let your hair down. Blues, blues, blues. De eso se trata el nuevo trabajo de Steve Miller, que viene a ser la secuela de su disco del año pasado, Bingo! La selección de temas está compuesta por casi todos clásicos: Sweet home Chicago, Can’t be satisfied, I got love if you want it, Just a little bit, Close together y Pretty thing. Qué más les puedo decir: todo el álbum suena fantástico, con mucho ritmo y bien arriba. Hay buenos solos de guitarra, aunque lo que más se destaca es la voz de Steve Miller. A diferencia de Clapton, Bob Dylan y otros grandes cuyas voces fueron mutando (por propia voluntad o por los años transcurridos), la de Miller se mantiene con el mismo tono que en los setenta y eso es algo alucinante. Aquellos que disfrutaron The Joker, Gangster of love o Evil ahora tienen una nueva oportunidad de repasar viejos temas en la voz de uno de los eternos laburantes del rock
Hot Tuna – Steady as she goes. Hot Tuna surgió en 1969 cuando Jack Casady y Jorma Kaukonen decidieron tener su banda paralela a Jefferson Airplane, acústica e inclinada hacia el blues y el ragtime. Cuatro años más tarde los dos músicos dejaron definitivamente Jefferson Airplane, ya que la banda se había vuelto muy comercial. Así fue como los que siguieron le cambiaron el nombre a Jefferson Starship y acentuaron el costado más pop que con los años terminaría deviniendo en Starship. Casady y Kaukonen escaparon de esa debacle y, con algunas intermitencias de varios años, siguieron adelante con Hot Tuna. Ahora acaban de editar su primer álbum de estudio en 20 años, que fue producido por el violinista Larry Campbell y grabado en los estudios de Woodstock de Levon Helm, otro ex The Band. El resultado no es novedoso: es un disco agradable de folk-blues en el que dos viejos músicos siguen indagando en la música de raíces, con más experiencia pero menos ímpetu que antes.
domingo, 17 de abril de 2011
Trilogía
miércoles, 13 de abril de 2011
Funk attack
Los vientos merecen un párrafo aparte. El trombón, la trompeta y el saxo suenan ensamblados y mimetizados cuando arrasan en tándem. Limpios, profundos y espontáneos, en cambio, cuando encaran un solo. Los protagonistas de este engranaje de locura pegadiza son los New JB’s y el maestro Fred Wesley. La palabra groove existe gracias a tipos como Wesley. Él integra el mismo equipo que Pee Wee Ellis, Maceo Parker, George Clinton y Bootsy Collins. Disculpen la analogía futbolera: son como el Barcelona del ritmo y la fiesta. (Y James Brown, claro está, sería como Pep Guardiola).
Noche de martes en La Trastienda. Arde. La primera parte del show es bien instrumental. “Están calentando motores”, me dice el responsable del evento, Mariano Cardozo, quien ya los vio en vivo en Neuquén y en Venado Tuerto. La gente todavía está sentada. Hay un solo del bajista Dwayne Dolphin en el que me parece que cuela algunas notas de So what, de Miles Davis. Cada uno de los músicos se luce en el momento en que le toca. Escuchar el trombón de Wesley es un viaje por senderos que se bifurcan entre Nueva Orleans, Alabama, St. Louis, Detroit y Nueva York.
Mientras Keith Jarret improvisa su lírica musical en el Teatro Colón y Motorhead incendia el Luna Park, en La Trastienda el funk gravita entre la perfección rítmica y la herencia de una revolución cultural y social que estalló hace unos 40 años.
viernes, 8 de abril de 2011
Armónica hechicera
Hay tipos que soplan dos notas y se creen que saben tocar la armónica. Otros intentan y practican durante toda la vida y, con algo de vergüenza, dicen que son armonicistas. Hay algunos que tocan muy bien y otros que están en un nivel superlativo. Pero son muy pocos los que a ese pequeño instrumento, también llamado saxofón del Mississippi, pueden hacerlo enorme con solo tenerlo entre los labios. De esa clase de músicos es Kim Wilson, quien anoche con sus Hohner dio una verdadera lección en
Un bluesman de alto vuelo es Mr. Wilson. Siempre lo fue. Desde sus inicios con los Fabulous Thunderbirds –y ese gran álbum de 1979- hasta sus discos como solista o las colaboraciones que hizo para músicos rutilantes como Eric Clapton, John Lee Hooker, Bonnie Raitt, o B.B. King. De esa primera época, en la que estaba acompañado por Jimmie Vaughan, tocó Scratch my back, donde realmente explotó Billy Flynn, el bonus track que tuvo el show, con unos punteos punzantes. Flynn es un guitarrista que se formó en Chicago rodeado de grandes como Luther Allison, Pinetop Perkins, Mighty Joe Young y Sunnyland Slim. Su sonido es clásico, muy blues del cincuenta y más aún cuando pela el slide. El resto de la banda, un combo de músicos nacionales encabezados por el baterista Walter Loscocco, acompañó con discreción y respeto al hombre de la noche.
Uno de los mejores momentos del recital fue el solo de Wilson en Early every morning, un tema de B.B. King que viene haciendo en vivo desde hace varios años. Se alejó del micrófono, la gente por un momento hizo un silencio profundo y la armónica arrojó unos sonidos débiles que empezaron a cobrar vigor con cada contracción de su pecho, con cada hinchazón de sus mejillas. Los músicos permanecieron en silencio y por un instante ese pequeño instrumento, que entra en el bolsillo de cualquier pantalón, abarcó absolutamente todo.
No faltó She's tuff, también del debut de los Thunderbirds, en el que su risa, entre verso y verso, se encadenó con la del público y toda La Trastienda rió a su ritmo. El comienzo y el final del show se los dedicó a dos de sus máximas influencias: Jimmy Reed y Sonny Boy Williamson. Wilson eligió para abrir You got me Dizzy, de Reed, donde no tocó tanto la armónica pero sí cantó con fuerza y mucho estilo, como lo haría después durante todo el resto del recital. El cierre fue alucinante. Los músicos dejaron el escenario y la gente empezó corear “Kim, Kim, Kim, Kim”. El tipo salió solo, agradeció en inglés inclinando la cabeza y empezó a tocar Nine below zero, como si estuviera poseído por el espíritu errante de Sonny Boy , como un hechicero con su fórmula mágica. Fueron cinco o seis minutos de antología. Una vez más el sonido de la armónica copó todo el ambiente. El trance del público duró unos instantes. El recuerdo quedará para siempre.
martes, 5 de abril de 2011
Música por el mundo II
sábado, 2 de abril de 2011
Un nevado
El lugar en cuestión era el Showcase Live, en Foxboro, a unos 40 minutos al sur de Boston. Recordé que en el Mundial de 1994 la Argentina jugó dos partidos allí, en el estadio de los Patriots (contra Grecia y Nigeria), y esa era la única referencia que tenia de Foxboro. Me costó llegar debido a que no hay trenes hasta allí, salvo en temporada de football americano. Llegué el jueves a la tarde. El tren me dejó en Mansfield y no tuve más remedio que tomarme un taxi: primero porque allí no hay buses y segundo porque había comenzado a nevar. Me alojé en un motel sobre la ruta, America Best Value Inn, a una milla de distancia del Showcase Live, que es parte del megacomplejo en el que está el estadio, donde también hay cines, restaurantes y comercios.
El show empezó a las ocho en punto. Walter Trout salió junto a sus músicos -Sammy Avila, en teclados; Rick Knapp, en bajo; y Michael Leasure, en batería- saludó al público y empezó a desplegar su virtuosismo con la Stratocaster. Todo fue muy intenso. Eléctrico. Furioso. Trout sigue los pasos de Hendrix y Roy Buchanan, y su estilo es comparable al de algunos otros de sus contemporáneos como Jimmy Thackery, Smokin' Joe Kubek o Coco Montoya. La guitarra es protagonista excluyente, Trout le da un trato diferencial.
Walter Trout no es un tipo parco. Le encanta dialogar y jugar con la gente: bromeó sobre su pasado junto a Mayall, de quien dijo que se enojaba si su banda tocaba dos temas seguidos con la misma nota e hizo gala de su mala memoria: "Les juro que no me acuerdo en cuál de mis discos está esta canción". Trout es realmente un bluesman, un guitarrista feroz, un buen showman que sigue en la ruta y que no piensa parar porque ese es su destino. Así lo demuestra en el escenario y cuando él mismo vende sus discos y sus remeras, mientras sus músicos hacen sociales o salen a fumarse un cigarrillo. Todo el show fue fabuloso, un nevadito de primavera!!!.
El recital terminó y a mi no me quedó otra que emprender la vuelta al hotel. Afuera nevaba como loco. Todo se había teñido de blanco, el frío era intenso y parecía como que el apocalipsis climático estaba por llegar de un momento a otro. Una muchacha rubia y poco amable llamó a un taxi y quince minutos después una van de esas familiares llegó a buscarme. Cuando me fui, Trout seguía vendiendo discos. Seis minutos después yo ya estaba en el hotel. Me fui a dormir con la sensación de haber visto a otro de los grandes, de esos que te dejan huella. Esa clase de tipo que tiene la pluma de la historia del blues en la mano.