viernes, 16 de abril de 2010

Bonamassa rocks

Empiezo por el final. Ya tengo las palmas moradas de tanto aplaudir. La gente está de pie ovacionando. Es impresionante. Tan impresionante como las dos horas y algo más que acaban de transcurrir. Joe Bonamassa dio un recital descollante. Una cosa es escuchar sus discos. Otra, realmente alucinante, es verlo en vivo. Bonamassa es un artista que está en total control del show, de su guitarra y del público. Los últimos acordes de Just got paid, de ZZ Top, acaban de sonar. Bonamassa presenta a sus músicos y agradece a todos. Sabe que está escribiendo un nuevo capítulo en la historia del blues. Todos lo saben.

Joe Bonamassa es a esta generación lo que Stevie Ray Vaughan fue a la de los ochenta. Tal vez alguno que esté leyendo esta crónica piense que estoy delirando o algo parecido. Pero no. Estoy hablando del mejor guitarrista del momento. El que es capaz de todo sin sonar trillado. Tiene un estilo muy definido, combina un virtuosismo absoluto con una excelente escuela. Bonamassa apenas tiene treinta y pico y creció escuchando a SRV, Led Zeppelin, Hendrix, Rory Gallagher, Clapton y blues tradicional. En estos años no sólo desarrolló una técnica muy personal con la guitarra, sino que también se convirtió en un cantante exquisito y, lo que es más importante aún, en un compositor extraordinario.

El escenario esta vez es el Town Hall, un teatro de las dimensiones del Opera, que está sobre la calle 43, a metros de una de las esquinas más famosas del mundo: Times Square. "La primera vez que toqué en Nueva York tenía 23 años. Me presenté en un pequeño club, el Mercury Lounge. Era una noche lluviosa de lunes y allí apenas había doce personas. Pero estaba en NY que era lo que siempre había soñado. Así que subí al escenario y di un show infernal. Seguramente fue el mejor de mi vida", contó Bonamassa al público en el único alto que hizo en su arrolladora performance.

El show del Town Hall empezó a las ocho en punto. Arrancó con The Ballad of John Henry y enseguida tocó Last kiss. Dejó la guitarra de doble mango y su asistente le entregó una Gibson Les Paul negra. Bajó los decibeles del comienzo y los acordes de So many roads coparon la sala. Luego siguió con If heartaches were nickles, de Warren Haynes, y el clásico Further on up the road. Para ese momento, un primerizo como yo en un Bonamassa Live, estaba con la boca abierta y reseca de la emoción. Las manos sudorosas y todos los sentidos puestos en lo que salía del escenario.

Bonamassa volvió a cambiar la guitarra, otra Les Paul roja y anaranjada, y se quedó solo en el escenario con su tecladista: Rick Melick. Empezó muy abajo y fue subiendo de a poco. Se sumaron el bajista Carmine Rojas y el baterista Bogie Bowles y terminaron muy arriba con un gran versión de Slow Gin. Luego siguieron con Lonesome road blues, Happier times y Blue and Evil. Cuando era imposible pensar qué más podía hacer para superar lo que ya había hecho, se zarpó con un slow blues profundamente conmovedor: Three times a fool, del gran Otis Rush. Enseguida, sin dar respiro, tocó Blues Deluxe para luego despuntar su sonido más zeppelinezco con Young man blues.

Pero faltaba más. Y aquí quiero hacer un punto y aparte. Hasta ese momento todo era guitarras eléctricas y un sonido potente, limpio y a la vez furioso. Su asistente le dio una guitarra acústica y empezó con unas maravillosas notas de flamenco y enseguida mezcló un viejo blues del Mississippi. No exagero cuando digo que parecía poseído por Paco de Lucía y Robert Johnson al mismo tiempo. Todo eso fue el preámbulo de Mountain time, que terminó explotando en una andanada rockera vertiginosa. Para los bises empezó con Bird on a wire y llegamos a Just got paid, con la Flying V en llamas. El recital había terminado pero no para mí, que sigo reviviéndolo una y otra vez.

En la butaca de al lado tenía a una mujer de unos treinta y pico. A los gringos siempre les gusta dar charla y me preguntó qué me había parecido el show y si era la primera vez que que lo veía en vivo. Le respondí "Fucking amazing" y le dije que sí que era mi primera vez. Ella me contó que era el decimosexto concierto al que iba y que ahora yo ya estaba "Bona-Baptized". Les aseguro amigos que fue uno de los mejores shows que ví en mi vida. Feroz, electrizante, impecable, demoledor. Joe Bonamassa es lo que todo joven guitarrista de blues sueña con llegar a ser: el mejor.

7 comentarios:

Natalia Welner dijo...

Gracias por el regalo del relato... mas ganas tengo de verlo ahora, muchas mas.
abrazo

Claudia V. Cipollone dijo...

E X C E L E N T E podría títularse "Nunca tuve tanto Blues" ¿Habría que pagarle derechos a Memphis la Blusera? I dont think so...
La verdad, un post mejor que el otro Martin. Seguí disfrutando y relatandonos exclusividades!!

Anónimo dijo...

todo muy bien, toda muy linda la crónica, pero algunos queremos saber el capitulo con la de treinta y pico. ese párrafo me sonó a un lapsus. no le aporta nada al relato. Daleeeeeeeeee papaaaaaa, contáaaaaaaaa

andrés a. dijo...

Un gran As bajo la manga que corona su Guinness & blues tour 2010. Ahora se vuelve con la valija llena de varias pintas de blue notes…back to the same old place.
Cheers, M&B!!

Fernando Casabonne dijo...

excelente dadito..que bueno q lo pasaste tan bien...gran viaje musical!

Diego dijo...

Cuanto cuesta ver un show así?

Martín Sassone dijo...

Diego: me salió 60 dólares. Una ubicación razonable, fila 18.