jueves, 19 de septiembre de 2019

Esplendores de la belle époque

Louis Armstrong en Canal 7
El 20 de noviembre de 2005, las hijas y la esposa de Claudio Parisi le regalaron para su cumpleaños número 45 un grabador de periodista marca Sony. A los pocos días, Parisi comenzó a usarlo para entrevistar a músicos de jazz para una columna que hacía en un programa de radio en FM La Tribu. Y, de paso, empezó a preguntarles por los grandes conciertos a los que habían asistido décadas atrás. “Siempre disfruté del anecdotario alrededor de las visitas de los músicos extranjeros: la fantasía del encuentro, las jams sessions, los conciertos, las grabaciones, etc. Ahí, justamente surgió la idea: además de grabarlos para el programa podía aprovechar y preguntarles sobre sus experiencias con los grandes del jazz en estas tierras. Estaba a las puertas de un largo camino”, relata Parisi. Sus entrevistados le revelaron anécdotas muy jugosas y desconocidas de leyendas como Duke Ellington, Nat King Cole, Dizzy Gillespie, Charles Mingus y Louis Armstrong, entre tantos otros, durante sus días en Buenos Aires. Parisi fue acumulando esos testimonios en infinidad de casetes grabados. La idea de volcar todo eso en un libro decantó por sí sola. Catorce años más tarde, esa aventura se materializó en Grandes del Jazz Internacional en la Argentina (1956-1979).

Claudio Parisi
El libro, editado por Gourmet Musical, es una obra fundamental para los amantes del jazz porque no sólo recopila decenas de shows, sino porque además revela intimidades de algunos de los más grandes músicos de la historia del género y, a su vez, describe con precisión la escena del jazz argentino en ese período que abarca más de dos décadas. Pero también puede ser leído por los que son ajenos a esa música, pero disfrutan de las buenas historias. Es una ventana a una Buenos Aires desconocida por la Julieta Venegasmayoría, de largas madrugadas regadas de alcohol y zapadas en boliches como Rendez Vous, Jamaica y Jazz&Pop, de ensayos en el edificio de Radio El Mundo (hoy Radio Nacional), y de exclusivas veladas jazzísticas en la Embajada de los Estados Unidos o en casas particulares del barrio de Recoleta. En palabras del autor: “No es un catálogo de recitales, es un gran anecdotario”.

Grandes del Jazz Internacional es una obra coral: sus casi 350 páginas se nutren de los relatos en primera persona de más de un centenar de entrevistados entre los que sobresalen Leandro “Gato” Barbieri, Gustavo Bergalli, Bernardo Baraj, Javier Martínez, Carlos Inzillo, Lalo Schifrin, Herménegildo Sábat y Walter Malosetti, algunos de ellos ya fallecidos. “Todo el material salió de las entrevistas -dice Parisi-. En muchos casos algunos de los músicos tenían tantas historias que tuve que hacer más de una entrevista. Otros, en cambio, eran menos memoriosos y aportaron lo que pudieron”.

“Traté de transcribir textualmente como me iban contando las historias. Incluso se debe notar que hay distintos personajes que hablan de distinta manera que otros. Y respeté textualmente lo que me contaron”, explica Parisi. Hubo dos personajes que fueron clave para que la obra cobrara vida. Uno fue el periodista y difusor del jazz Nano Herrera, conocido en el ambiente como el “merodeador del jazz”, y el otro fue el contrabajista y dueño de Jazz&Pop, Jorge “Negro” González. “Sin ellos –agrega el autor- este libro no habría sido posible. Los dos tenían una memoria prodigiosa”. Ambos murieron antes de que Parisi terminara el libro y por eso la dedicatoria principal es para ellos.

Osvaldo Fresedo y Dizzy Gillespie
Cada capítulo retrata la visita de un músico con su banda y están presentados en orden cronológico. Comienza con la primera de las cuatro veces que el legendario trompetista Dizzy Gillespie estuvo en la Argentina. Ocurrió entre julio y agosto de 1956 y dio una serie de conciertos en el desaparecido Teatro Casino. En aquella oportunidad vino con una big band que contaba con músicos de la talla de Quincy Jones, Phil Woods y Billy Mitchell. Durante esos días pasaron cosas sorprendentes como en el primero de esos shows, que empezó pasadas las 12 de la noche porque el vuelo en el que llegaba la orquesta se retrasó y el público estuvo horas esperando en el teatro durante varias horas. A partir de ese día, por el lapso de una semana, Gillespie vivió distintas experiencias en Buenos Aires: desde la mítica sesión de grabación junto al maestro Osvaldo Fresedo, a la que el trompetista fue vestido de gaucho y a caballo por la calle Florida, hasta su devoción por las empanadas y su intensa relación con la actriz y vedette Egle Martin.

Al año siguiente, desembarcó en el país el gran Louis Armstrong que, según el autor, “era un ícono que trascendía al jazz tradicional y su visita entonces solo es comparable con la de los Rolling Stones”. Parisi logró reconstruir con más de una docena de entrevistados como fueron las semanas que Armstrong estuvo por estas tierras. La llegada de Satchmo provocó un verdadero delirio en el aeropuerto de Ezeiza que hoy sería impensado: cientos de fanáticos coparon la pista de aterrizaje y rodearon al avión, a tal punto que los bomberos tuvieron que ayudar al trompetista y sus músicos a desembarcar.

Armstrong y su esposa se alojaron en el Hotel Plaza, en Retiro, y durante días una multitud se congregó en Plaza San Martín para verlo o saludarlo. Pero él también se las rebuscó para salir y poder disfrutar de la ciudad. Así fue como, por un buen plato de comida judía, que era su debilidad, terminó en la casa del baterista Leo Vigoda, en Recoleta, comiendo varénikes y luego zapando con él y su familia en el living. La música atrajo a vecinos y curiosos que se concentraron frente a la casa tipo chorizo de la calle Tucumán al 2100 para escucharlo. El bochinche fue tal que los Vigoda y Armstrong terminaron todos demorados en la comisaría.

No todas las anécdotas fueron amigables. El trompetista Gustavo Bergalli contó la decepción que sintió cuando quiso conocer a uno de sus ídolos. “De repente paso por un barcito chiquito, que estaba unos locales más del allá del Teatro El Nacional, miro y lo veo sentado en uno de esos bancos altos de las barras a Coleman Hawkins. Estaba solo. ¡No lo podía creer! (…) Entonces me digo: ‘Tengo que ir a hablar con él’ (…) le digo con la voz temblando y en mi pobre inglés de aquel momento ‘¿Mister Coleman Hawkins?’. El tipo se da vuelta, me mira y me dice, en inglés y a los gritos, ‘¡¡¡Fuera!!! ¡¡¡Fuera de acá!!!’. Mierda. Eso fue como un trompazo, una trompada impresionante en el medio del pecho, del corazón. Un dolor terrible”.

La actitud sombría y malhumorada de Nat King Cole, que poco antes de llegar a Buenos Aires se enteró que tenía una enfermedad terminal; la galantería y los buenos modales con los que Duke Ellington sedujo a los argentinos en sus dos visitas; la emoción de Oscar Alemán cuando conoció al “Duque”; el regalo que Lionel Hampton le envió a Jorge López Ruíz a través de Paloma Efrón y que ella nunca lo entregó; las borracheras de Paul Gonsalves; el tema que Johnny Hodges le dedicó a la cerveza cordobesa Río Segundo; o el desplante que le hizo John Lewis a Sergio Mihanovich en Nueva York son otras de las tantas historias que Claudio Parisi rescató de los confines de la memoria de los testigos privilegiados de aquella época en la que el jazz enloquecía a los porteños y los músicos extranjeros se enamoraban de Buenos Aires.

Nota publicada en La Agenda de Buenos Aires

2 comentarios:

Claudio Parisi dijo...

Muchísimas gracias Martín!!!! Abrazo gigante

Pablo Grosman dijo...

Muy buena Martín!! El libro es hermoso.