miércoles, 4 de septiembre de 2019

São Orleans


Es una lluvia persistente, por momentos demasiado densa. El paraguas de 15 reales que acabo de comprar en la calle hace lo que puede para evitar que el agua me abrace por completo. Las zapatillas las tengo muy húmedas y el cuerpo se me estremece de abajo hacia arriba. Más paraguas y personas con capas impermeables copan la explanada que está junto al Museo Afro Brasil, en el Parque Ibirapuera, en el corazón de San Pablo. Otros, los que no quieren saber nada con el aguacero hacen base debajo del amplio techo de ingreso al museo. Todos estamos reunidos por el Bourbon Street Festival, un evento gratuito que organiza el histórico bar paulista de música negra.

La jornada comienza pasadas las 15, con más de una hora de retraso por el clima, con Bobbi Rae, una sensual cantante de Nueva Orleans que se mece entre el R&B y el funk con pinceladas pop. La acompaña la banda Just Groove y el guitarrista Igor Prado. El repertorio, que incluye temas como Is this love de Bob Marley y Killing me softly resulta extraño para un violero de las características de Prado, el músico de blues sudamericano con mayor proyección a nivel mundial. Pero él no se siente ajeno al show de la morena. Al contrario, lo disfruta y sus riffs o los pocos solos que dispara tienen su sello. Rae invita a la gente a cantar y el eco bajo la lluvia se vuelve esplendoroso.

Rae y Prado se despiden y los estoicos que aguantaron el agua se van hacia la entrada del museo, una enorma galería de concreto, para guarecerse. Hasta ese momento allí solo estaban los que se habían llevado la lona para hacer un picnic viendo el espectáculo. Una pareja, muy voluminosos ambos, comen tres variedades de quesos y beben una botella de vino portugués del pico. A unos metros, una gran familia desplegó todo un arsenal gastronómico. Hay bolinhos, empanaditas, una pasta que untan que parece humus, aunque dudo que lo sea, papas fritas y maní de paquete. La lona tiene una heladerita playera en cada uno de sus vértices. En tres de ellas hay cervezas y en la restante contiene gaseosas.

El siguiente acto es el de la Orleans Street Jazz Band. Todos miran hacia el escenario esperando que aparezcan sus músicos, pero de repente lo hacen ahí, bajo techo, entre los que comen y los que se resguardan de la lluvia. Es un quinteto brasileño conformado por tuba, trombón, trompeta, washboard y banjo que toca el cancionero más auténtico de Nueva Orleans. Se meten entre la gente y generan un clima genial. Interpretan los clásicos del dixieland y cuando la lluvia afloja se mueven hacia la explanada central al ritmo de When the Saints go marchin’ in. El público los acompaña y aplaude. Se vive una verdadera comunión musical.

La Orleans Street Jazz Band termina y, arriba del escenario aparece Bonerama, una brass band de Nueva Orleans que tiene un repertorio basado en los temas de Led Zeppelin. Una combinación muy atípica, pero que en ellos funciona muy bien y suena con mucha fuerza. Tocan Bring it on home y Living lovin’ maid y el cielo se parte en mil pedazos. La lluvia se vuelve insoportable. Me alejo hacia la entrada del museo mientras siguen con The ocean y otra que no reconozco. Me voy. Sé que me falta el cierre a cargo Dwayne Dopsie & The Zydeco Hellraisers con Yuri Prado, pero estoy empapado y tengo otras que hacer en San Pablo. Tengo que soltar. Por unas horas tuve mi Nueva Orleans paulista y me quedo con eso.

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