Netto Rockefeller - The Latin American Mojo Style. Netto Rockefeller, uno de los mejores guitarristas de Brasil, va tras los pasos de Igor Prado y por eso llevó su swing a California para ponerse bajo las órdenes de Kid Andersen. Con el músico noruego como productor y bajista -y colaborando con los coros, teclados y guitarra acústica-, grabó un disco exquisito que refleja el sonido de Greaseland y también su amplia gama de estilos que conforman su música. El álbum comienza con la fabulosa Rockefeller girl, que tiene un groove descomunal apuntalado por el latido sincopado del contrabajo y el hammond endemoniado del multifacético Anderson. Sigue con un blues lento bien clásico, con una intro punzante de guitarra, que se entrelaza con el piano, hasta que entra en escena la voz curtida de John “Blues” Boyd. En Try me one more time, el contrabajo mete un sprint rockabilesco y Netto despliega su faceta más acelerada, mientras el experimentado Jim Pugh se entromete con su piano barrelhouse. En Only my mama and my pillow, cantada por Alamo Leal, surge una melodía agradable, por momentos casi infantil. En Nessa Estrada, el único tema en portugués, con la armónica de Uirá Cabral como sostén, Netto no parece para nada incómodo cantando en su lengua. La crocante y arrolladora voz de Whitney Shay aparece en Troubles, troubles, en la que Netto se despacha con uno de sus mejores solos. Caramelo de menta es una sorpresa: se trata de una canción de Los Pakines, grupo peruano de cumbia y rock instrumental que tuvo su época de oro a comienzos de los setenta. Para cerrar, Netto honra a dos de sus contemporáneos -Solon Fishbone y Fernando Norohna- con She’s so hard to find y Rock and roll tonight. El disco, que tiene un arte de tapa retro y festivo, y una producción fantástica, es la antesala del guitarrista de São Carlos a las grandes ligas del blues.
Whitney Shay - A woman rules the world. Whitney Shay conoció a Kid Andersen durante la grabación del disco de Netto Rockefeller y así se forjó la relación entre ambos. Andersen, que aquí también se hizo cargo de la producción y además de las guitarras, logró sacar lo mejor de la cantante oriunda de San Diego. Un tercio de soul, un cuarto de blues y otra pizca de old time rock and roll son los condimentos del álbum. “Este disco es la amalgama de los últimos ocho años en los que dediqué mi amor y mi energía durante incalculables horas a desarrollar mi arte”, escribió Whitney. Lo mejor del disco está en la souleada Love’s creeping up on you, en la que ella mantiene un dueto vocal con Igor Prado, y en la sensual Blues down home, con el contrabajo galopante de Kedar Roy y el marcado duelo entre el saxo de Sax Gordon y la armónica de Aki Kumar. En los dos temas que versiona de Little Richard, Freedom blues y Get down with it, exhibe una fuerza vocal arrolladora, como también lo hace en la oscura Check me out, que Jimmy McCracklin compuso para la olvidada Little Denise. Además de Andersen, Sax Gordon y Kedar Roy completan la banda Jim Pugh en piano y Alexander Pettersen en batería. El encuentro fortuito entre una cantante que estaba a punto de dar el gran salto y al productor más idóneo para acompañarla en ese impulso dio como resultado A woman rules the world. Según contó Whitney, fue Anderson el que la empoderó a usar el título del tema de Denise LaSalle como una declaración en tiempos de oleada feminista. El disco que destila pasión y seguramente será, como en el caso del de Netto, el que la catapulte a un público mucho más amplio.
miércoles, 25 de julio de 2018
martes, 17 de julio de 2018
Un canto a su tierra y sus costumbres
Shemeika Copeland tiene una de las voces más intensas, expresivas y deslumbrantes de la escena actual. A 20 años de su debut discográfico, acaba de lanzar un nuevo álbum: America’s child es su obra más ambiciosa, en la que profundiza el camino que comenzó a trazar con Outskirts of love (2015), el de ablandar las rígidas fronteras del blues para expandirse al country, el rock y el soul, abrazando el estilo denominado americana, para cantarle a su tierra y sus costumbres.
America’s child es su sexto disco para el sello Alligator (el octavo de su carrera) y está cargado de energía, hermosas melodías y una producción sobresaliente a cargo de Will Kimbrough, quien también se encarga de las guitarras y teclados. El resto de la banda la completan el bajista Lex Price y el baterista Pete Abbott, y ocasionalmente se suma Al Perkins en pedal steel guitar. Y para darle el marco ideal a las canciones, el álbum fue grabado en Nashville, la capital de la música.
El disco cuenta con grandes invitados como el legendario John Prine, que suma su canto profundo en la poderosa Great rain. La dulce voz de Emmylou Harris contribuye en los coros de Americans y Ain’t got time for hate, mientras que la excepcional Rhiannon Giddens toca el banjo en la bucólica Smoked ham and peaches. La otra aparición estelar es la de Steve Cropper, el afamado guitarrista de Booker T & The MGs’, los Blues Brothers y la crema del soul de Memphis, quien aporta su experiencia y feeling -y un solo memorable- en la balada blusera Promised myself, que escribió el padre de Shemeika, el gran Johnny Copeland.
In the blood of the blues tiene la fuerza de un tornado y la voz de Shemeika arrasa con todo a su paso, sostenida por el coro y la guitarra filosa de Kimbrough. One I love tiene también un ritmo estremecedor y una melodía absorbente, mientras J.D. Wilkes se encarga de rellenar los espacios intermedios con su armónica diligente. Y ya cuando la evidencia de que America’s child es un disco extraordinario es más que suficiente, Shemeika se despacha con una imponente reversión blusera de I'm not like everybody else, el clásico de los Kinks de 1966. El álbum cierra con canción tradicional de cuna, minimalista y acústica, en la que se siente como si Shemeika te arropara y te diera el beso de las buenas noches.
Según Kimbrough, “Shemekia Copeland es la más auténtica. America’s Child va hacia lo más profundo y su voz -un tesoro nacional- lleva las canciones sin esfuerzo, más allá de que el tópico sea personal, espiritual, político o simplemente diversión estridente. Shemekia abre la boca y lo que sale es pura humanidad”.
America’s child no es un disco de blues. Es un álbum que cataliza un amplio espectro de estilos tradicionales, entre ellos el blues, y los relanza a la manera vocal de Shemeika, que con apenas 39 años ya ocupa un lugar entre las grandes vocalistas de la rica historia de la música norteamericana.
sábado, 7 de julio de 2018
Blues contra el desánimo
Blues en Movimiento es mucho más que una consigna o una organización. Es una forma de sentir y vivir el blues con mucha intensidad. Hace años que viene peleando con las armas que tiene a mano -sangre, pasión y paciencia- en una escena local difícil y en medio de una coyuntura cada vez más dura. Con todo, este colectivo blusero se las rebusca muy bien para salir adelante con las jams, los shows y ahora también con los festivales.
El viernes por la noche se llevó a cabo la primera fecha del Festival de Invierno de Blues en Movimiento y la coqueta sala de Lucille, sobre la calle Gorriti, en Palermo, se llenó de gente que fue a escuchar una exquisita y variada propuesta musical.
La velada comenzó con los Blues & Trouble, una banda que lleva unos cuantos años tocando blues, aunque con algunos cambios en su formación. De la mano del guitarrista Guillermo Fernández y el bajista Fabián Yajid, el grupo interpretó poco más de media docena de temas con el foco puesto, principalmente, en el sonido moderno de Texas. Comenzaron con Jungle, de Anson Funderburgh y Sam Myers, y luego siguieron con el clásico Rocket in my pocket; If you love me like you say, de Albert Collins; Why are the people like that; y I like it like that y Sugar coated love inspiradas en las versiones de Jimmie Vaughan y los Fabulous Thunbderbirds, en los que sobresalieron los solos del guitarrista Martín Munoa. El grupo, que lo completan la vocalista Noelia Ibarra y el baterista Fernando Vázquez, cerró su presentación a puro soul con To know you is to love you, el tema de B.B. King que fue versionado por Stevie Wonder.
El segundo acto estuvo a cargo de Nacidos Bajo un Mal Signo, la banda de zona oeste que interpreta clásicos del blues con la mayor fidelidad posible y una marcada influencia del estilo de Memphis. Con una nutrida formación de ocho músicos, entre ellos los tres que se encargan de los caños, desplegaron un repertorio muy ameno con un sonido cuidado y mucha energía. Jorge Torroella sobresalió con sus solos y Rafael Purriños se comió el escenario con mucha personalidad y un gran registro vocal. La banda, que se sostiene por el buen pulso de Ariel Figueroa en bajo y Julián Ferela en batería, interpretó temas de Albert King, Otis Rush, Guitar Slim y B.B. King. Se notó que los Nacidos disfrutaron la oportunidad de tocar en Palermo y lograron una buena sinergia el público.
Nasta Babies o Easy Super
El cierre de la noche fue muy especial. Dos de las principales bandas contemporáneas de blues en español se fusionaron por primera y única vez. A la formación de Mauro Diana y Roberto Porzio le faltó el baterista Homero Tolosa -está en Rusia- y junto a Federico Verteramo se sumaron a Nasta Súper, que no tuvo entre sus filas al bajista Mauro Ceriello. Así, con tres guitarras, más los teclados de Walter Galeazzi, la prestancia de Gabriel Cabiaglia en batería y el bajo firme de los Easy Babies dieron un show muy ameno en el que Rafa Nasta y Mauro Diana alternaron en canto. Abrieron con Ironic twist y después alternaron temas de ambos. Los Easy Babies impusieron sus clásicos Que comentario te llegó, Conseguite otra mujer, Todo lo que tengo y Estamos haciendo las cosas bien, mientras que Nasta, que tocó una Gibson Les Paul para contrastar con la Strato de Verteramo y la can guitar de Porzio, pasó al frente con Nada me importa, Enemigo mío y Todo el día me pregunto, de Manal. Los guitarristas y Galeazzi se repartieron los solos equitativamente y la gente acompañó en coros en los temas de Easy Babies, como ya es habitual.
La noche del viernes ofreció un triple play de buen blues en un gran lugar y con mucho público, pese a que afuera la lluvia y el frío potenciaban el desánimo de vivir en esta Argentina desigual.
martes, 3 de julio de 2018
A los 71
Wilko Johnson - Blow your mind. La vida le dio una segunda oportunidad a Wilko Johnson y el ex guitarrista de Dr. Feelgood la está aprovechando. Tras superar un cáncer de páncreas se embarcó en la grabación del excelente álbum Going back home, junto a Roger Daltrey, y ahora, cuatro años después vuelve al ruedo con Blow your mind. La guitarra frenética de Wilko es el hilo conductor de este disco que se mece entre el rock and roll, el rockabilly, un blues enérgico y cierta nostalgia setentosa. Las doce canciones fueron escritas por él y algunas -como Marijuana y Take it easy- dan cuenta de todo lo que tuvo que pasar para dejar atrás a la enfermedad que lo tuvo que acariciando la muerte. La banda que lo acompaña es la misma de Going back home, pero sin Daltrey: Norman Watt Roy al bajo y Dylan Howe a la batería llevan adelante una candente sección rítmica, que potencia el sonido crudo y visceral del guitarrista. Steve Weston suma su armónica en algunos temas, como en el blues reflexivo Low down, donde también se destaca el aporte del tecladista Mick Talbot. El disco está cargado de vitalidad. La música muestra una vez más su poder de sanación. A punto de cumplir 71 años, Wilko Johnson suena tan fresco como en aquellos convulsionados años cuando Dr. Feelgood reinaba en Inglaterra.
Ry Cooder - Prodigal son. El consejo de su hijo Joachim fue el siguiente: “No te pongas muy pesado. Nadie quiere escuchar más canciones sobre política. Deja que descansen un poco”. Así fue como Ry Cooder dejó atrás las canciones de protesta de Election Special, su álbum de 2012, para volver a trabajar sobre un concepto musical que ya había explorado a comienzos de los setenta: reconvertir con su voz viejos temas gospel, folk y blues. Aquí, Ry Cooder toca guitarra, banjo, mandolina, bajo y teclados, mientras que su hijo se encarga de la percusión. De los once tracks que tiene el disco, tres son nuevas composiciones y el resto covers, entre ellos, Everybody ought to treat a stranger right y Nobody's fault but mine, ambas del legendario Blind Willie Johnson; Harbor of love, de Carter Stanley; I'll be rested when the roll is called, de Blind Roosevelt Graves. Prodigal son evoca sus años de juventud, la música que le marcó el camino. Pero ya no tiene más veintipico, ahora tiene 71 años, la voz curtida y una trayectoria impresionante sobre sus espaldas. Y, además, aborda su pasado musical junto a su hijo, quien también coproduce el álbum. Con este disco, Ry Cooder ratifica que es uno de los máximos guardianes de la tradición musical norteamericana. Y ese es un título honorifico que pesa.
Ry Cooder - Prodigal son. El consejo de su hijo Joachim fue el siguiente: “No te pongas muy pesado. Nadie quiere escuchar más canciones sobre política. Deja que descansen un poco”. Así fue como Ry Cooder dejó atrás las canciones de protesta de Election Special, su álbum de 2012, para volver a trabajar sobre un concepto musical que ya había explorado a comienzos de los setenta: reconvertir con su voz viejos temas gospel, folk y blues. Aquí, Ry Cooder toca guitarra, banjo, mandolina, bajo y teclados, mientras que su hijo se encarga de la percusión. De los once tracks que tiene el disco, tres son nuevas composiciones y el resto covers, entre ellos, Everybody ought to treat a stranger right y Nobody's fault but mine, ambas del legendario Blind Willie Johnson; Harbor of love, de Carter Stanley; I'll be rested when the roll is called, de Blind Roosevelt Graves. Prodigal son evoca sus años de juventud, la música que le marcó el camino. Pero ya no tiene más veintipico, ahora tiene 71 años, la voz curtida y una trayectoria impresionante sobre sus espaldas. Y, además, aborda su pasado musical junto a su hijo, quien también coproduce el álbum. Con este disco, Ry Cooder ratifica que es uno de los máximos guardianes de la tradición musical norteamericana. Y ese es un título honorifico que pesa.
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