Difícilmente se ponga mejor que esto. Changes, cambios, podría hacernos presuponer que hay un marcado viraje en la música de Charles Bradley, pero no es así. Hay, por el contrario, una profundización de lo que ya venía mostrando en sus dos discos anteriores. Una reivindicación sesentista, un sonido profano, la cópula perfecta entre el góspel y el rhythm and blues. En el sonido retro de Changes subyace un toque contemporáneo. Es un puente generacional que atraviesa medio siglo como si nada. El soul de ayer es el soul de hoy y Charles Bradley, con su voz áspera, es quien mejor lo encarna.
El álbum empieza con God bless America que, más allá de la letra devota de la idiosincrasia gringa, resulta ser una sutil y breve interpretación góspel sostenida por el colchón rítmico de un hammond. Podemos decir que el disco, tal y como lo vamos disfrutar, comienza a partir del track dos, Good to be back home, donde Bradley despliega sus alas, poseído por el espectro de James Brown. Nobody but you es una balada soulera, que empieza suave y dulce, como un elixir, y va ganando en intensidad, como cuando un trago de whisky penetra en la garganta: Bradley brama mientras los caños intentan contenerlo dentro de un contorno melódico.
Ain't gonna give it up redondea el sonido clásico que Daptone Records logró imponer de la mano de Sharon Jones y el propio Bradley. Lo mejor del disco llega con la versión de Changes, que Ozzy Osbourne, Bill Ward y Tommy Iommi compusieron en 1972 para el disco Black Sabbath IV. La versión de Bradley es descomunal y emotiva. Su voz surge con una fuerza y una pasión inalcanzable. Sin desmerecer a la original, el cantante se la dedica a su madre y le da un nuevo sentido, la hace renacer. Ain't it a sin nos lleva a las calles de Nueva York de fines de los 60, atestadas de Pontiac, Cadillac y Buick.
Things we do love for y Crazy for your love son el botón de muestra de las inflexiones vocales que logra el cantante y también de toda la expresividad que destila. En esos dos temas, al igual que en You think I don't know, irrumpe un coro de ángeles negros, con sus voces que se elevan como plegarias sacras. Change for the world parece compuesta para una banda de sonido de una película de cine negro, como lo hacían Curtis Mayfield e Isaac Hayes. El disco se va a media máquina con Slow love, una despedida cancina que nos deja pidiendo más.
En este nuevo álbum, Bradley cuestiona las religiones, las armas, los odios y a los falsos profetas. Propone un cambio, un buen cambio, desde el fondo de nuestras almas, con los corazones hinchados y el amor como bandera. Ese es el mensaje, el medio son sus canciones.