miércoles, 29 de junio de 2016

El buen cambio


Difícilmente se ponga mejor que esto. Changes, cambios, podría hacernos presuponer que hay un marcado viraje en la música de Charles Bradley, pero no es así. Hay, por el contrario, una profundización de lo que ya venía mostrando en sus dos discos anteriores. Una reivindicación sesentista, un sonido profano, la cópula perfecta entre el góspel y el rhythm and blues. En el sonido retro de Changes subyace un toque contemporáneo. Es un puente generacional que atraviesa medio siglo como si nada. El soul de ayer es el soul de hoy y Charles Bradley, con su voz áspera, es quien mejor lo encarna.

El álbum empieza con God bless America que, más allá de la letra devota de la idiosincrasia gringa, resulta ser una sutil y breve interpretación góspel sostenida por el colchón rítmico de un hammond. Podemos decir que el disco, tal y como lo vamos disfrutar, comienza a partir del track dos, Good to be back home, donde Bradley despliega sus alas, poseído por el espectro de James Brown. Nobody but you es una balada soulera, que empieza suave y dulce, como un elixir, y va ganando en intensidad, como cuando un trago de whisky penetra en la garganta: Bradley brama mientras los caños intentan contenerlo dentro de un contorno melódico.

Ain't gonna give it up redondea el sonido clásico que Daptone Records logró imponer de la mano de Sharon Jones y el propio Bradley. Lo mejor del disco llega con la versión de Changes, que Ozzy Osbourne, Bill Ward y Tommy Iommi compusieron en 1972 para el disco Black Sabbath IV. La versión de Bradley es descomunal y emotiva. Su voz surge con una fuerza y una pasión inalcanzable. Sin desmerecer a la original, el cantante se la dedica a su madre y le da un nuevo sentido, la hace renacer. Ain't it a sin nos lleva a las calles de Nueva York de fines de los 60, atestadas de Pontiac, Cadillac y Buick.

Things we do love for y Crazy for your love son el botón de muestra de las inflexiones vocales que logra el cantante y también de toda la expresividad que destila. En esos dos temas, al igual que en You think I don't know, irrumpe un coro de ángeles negros, con sus voces que se elevan como plegarias sacras. Change for the world parece compuesta para una banda de sonido de una película de cine negro, como lo hacían Curtis Mayfield e Isaac Hayes. El disco se va a media máquina con Slow love, una despedida cancina que nos deja pidiendo más.

En este nuevo álbum, Bradley cuestiona las religiones, las armas, los odios y a los falsos profetas. Propone un cambio, un buen cambio, desde el fondo de nuestras almas, con los corazones hinchados y el amor como bandera. Ese es el mensaje, el medio son sus canciones.


miércoles, 22 de junio de 2016

Como un buen vino


El nuevo disco de Tinsley Ellis reafirma lo que percibimos el año pasado con el lanzamiento de Tough love: que el guitarrista nacido en Atlanta, Georgia, está en la cima de su carrera. Sus dotes con las seis cuerdas, que no son ninguna novedad, se han amalgamado a la perfección con su talento para componer canciones y con su forma de cantarlas. Red clay soul, su flamante álbum, está en la misma línea que su predecesor: hermosas melodías, solos infernales y riffs inmaculados. La búsqueda de la nota exacta en el momento justo.

El álbum comienza con un punteo que descarga pasión eléctrica en la poderosa y narcisista All I think about you, mientras su voz irrumpe con prestancia y todo queda imbuido por un fuerte sabor sureño: “A pesar de que no tengo un centavo, soy una leyenda en mi mente / No soy la gran cosa, pero pienso todo el tiempo en mí”. Sigue con Givin’ you up, una canción souleada con una vibra positiva, que destila alegría y emoción, que Ellis escribió junto a Oliver Wood, de los Wood Brothers, quien se suma para un dueto vocal. Callin’ es una balada con mucho soul en la que Ellis le rinde tributo a Al Green. En la misma línea melódica aparece Anything but go: Ellis le canta a su mujer que puede decirle hasta que no lo ama… todo menos dejarlo.

Hungry woman blues comienza con mucho clima, el solo por encima de un suave wah wah que hace las veces de sostén rítmico y se extiende durante toda el tema, alternando fraseos exquisitos, mientras Ellis canta con un registro bajo, sin sobresaltos. Circuit rider es más rockeada, con un ritmo más espeso, casi pantanoso. Don’t cut it recuerda a uno de esos éxitos ochentosos de Robert Cray, y una letra que busca resaltar lo colectivo por sobre lo individual.

En el tramo final, Ellis sorprende con Party of one, un blues lento con una fina guitarra jazzera, en el que su voz, reseca, le canta a un amor que ya no está. Estero de noche tiene mucho Santana feeling, con lo que Ellis demuestra que también puede lucirse en la diversidad. El disco termina con The bottle, th book o the gun, otra balada de fino toque blusero .

Ellis es un caso testigo en el blues, un tipo que empezó a la sombra de los grandes guitarristas de los ‘80 y ’90, y que el tiempo, como a un buen vino, fue sacando lo mejor de él y hoy se posiciona entre entre las etiquetas de alta gama de su generación.


martes, 14 de junio de 2016

Con el mismo espíritu

Estos dos discos acaban de ser editados de manera independiente. Se trata de propuestas estílisticas diferentes pero que comparten un mismo espíritu.


50 Negras - Sed de blues. La banda experimentó un cambio radical en el último tiempo. Poco queda de aquel grupo que ganó el Concurso deBandas de Blues en 2013 interpretando covers de Magic Slim y Junior Wells. Sus músicos decidieron seguir el camino de la composición, tratar de crear nuevas canciones y en español. Más allá de un par de cambios en la formación -Javier Russomanno y Miguel Ángel Romeo ocuparon los lugares que dejaron Benjamín Aquino, Brian Figueroa y Rodrigo Benbassat- el giro más significativo lo hicieron en su sonido. La mayoría de las canciones las escribió el guitarrista Mariano Bisbal y se nota que tiene pasta para eso. Esta noche es una de los mejores temas del disco. Merece sonar en las radios porque tiene una melodía intensa y la letra es animada sin caer en clichés. La armónica de Andrés Fraga es la que la contiene dentro de los márgenes del blues. La canción del impaciente tiene un ritmo similar al San Francisco bay blues, la guitarra con slide del invitado Roberto Porzio marca el comienzo y después la letra nos presenta a un soñador que se desvela por un amor, harto de tanta rutina. Ángel de la guarda también tiene una melodía resuelta pero con una letra más melancólica. Para bien o para mal es el blues más decidido de todo el repertorio, con gran protagonismo de la armónica y un aporte formidable del piano del gran Tito Maza. Sed de blues y Arde lento son composiciones de Russomanno. La primera es un shuffle adherente y el otro es un blues lento que destila pasión a borbotones. Russomanno se adaptó muy bien a la banda y canta con convicción y mucha energía cada una de las once canciones, algunas acompañado por un coro integrado por Brian Chávez (Rielar), Ale Gallo y Leo Parra. El cierre, con Chau, chau, tiene el característico sonido de Elmore James con una letra más ramplona que las demás, pero que no desentona para nada. Sed de blues se sostiene por una rítmica concisa a cargo de Daniel Carboni y Romeo, y contó con la experiencia de Gabriel Cabiaglia y Daniel De Vita en la grabación y masterización. Se trata de un gran disco debut  que seguramente será el primero de muchos más por venir.


Riqui Muñoz & La 12 Compases - I-IV-V. Riqui Muñoz es un laburante del blues, un tipo que lleva décadas tocando, produciendo y difundiendo  un género tan apasionante como poco redituable. Después de tantos años de remarla, acaba de lanzar su álbum debut, en el que demuestra un profundo conocimiento del género y una apasionada técnica para tocar la guitarra. Tal vez no sea un virtuoso, pero compensa con mucho sentimiento: sus solos fluyen como la sangre por las venas y su corazón late al ritmo del blues.  Riqui Muñoz es el cerebro de La 12 Compases, una banda que suena compacta y en línea. Benjamín Aquino, ex cantante de 50 Negras, alcanza unos registros muy limpios, ya sea con temas animados como That old feeling is gone, de T-Bone Walker, o Woman across the river, de Freddie King; y en otros más duros como Look what you've done y Forty days and forty nights, ambos de Muddy Waters. Fabián Yajid y Eric Hamudis marcan el ritmo con soltura, mientras que Gabriel Gerez y Tincho Amenábar alternan entre el piano y los teclados según la demanda de la canción. Eric Sciaglano completa la formación en guitarra rítmica. Daniel Raffo es uno de los dos grandes invitados del disco: desgrana un punteo exquisito en Darling you know I love you, de B.B. King. El otro es Adrián Jiménez que suma su armónica en los dos temas de Muddy Waters. Pero además algunas canciones cuentan con los caños de Juan Badenas, Milton Rodríguez y Ariel Palermo, como por ejemplo la souleada That's what love will make you do, de Little Milton. La banda también explora algunos temas menos populares como Certainly all, de Guitar Slim, y Gettin' drunk, de Johnny "Guitar " Watson. Sobre el final, Riqui Muñoz se anima con una composición propia, Batata's shuffle, un instrumental cargado de pasión blusera. El arte de tapa tiene la sobriedad que el álbum requiere. I-IV-V es un disco de blues puro sin ningún tipo de aditivo, es el homenaje de un laburante del blues a sus máximas influencias.

viernes, 3 de junio de 2016

A corazón abierto


Wee Willie Walker es un cirujano que te opera a corazón abierto. Su instrumental quirúrgico es su poderosa voz. Es así como está leyenda del soul te llega hasta al alma. No lleva delantal blanco, sino que viste un traje en tonos dorados, con un llamativo chaleco brillante. Es un hombre pequeño. No se mueve mucho. Sólo sus manos acompañan la belleza de su canto. A su lado está el anestesista, Igor Prado. Un zurdo que toca una guitarra para diestros, es decir, usa las cuerdas invertidas, así como lo hacía el gran Albert King. Prado marca los tiempos, los cortes y hace unos solos demenciales.

Walker y Prado, de lugares tan distintos como Memphis y San Pablo, se amalgaman sobre el escenario. Esparcen su química a la sección rítmica, que muestra una solvencia sorprendente para no haber realizado ningún ensayo. Machi Romanelli en teclados, Gabriel Cabiaglia en batería y Esteban Freytes en bajo completan el equipo médico, son los que llevan el ritmo y mantienen vivo el pulso con un groove infernal.

El comienzo es todo de Igor. Primero con un swamp blues, con la guitarra con mucho reverb, y después con un blues lento implacable. Igor hace unos solos feroces y presenta a la banda, cada uno muestra lo suyo antes de que Walker aparezca en escena. Y entonces Igor le da la bienvenida: "Desde Memphis...". Y el cirujano entra caminando despacio. Eleva una mano y recibe una ovación. "Me traje el sombrero equivocado, aquí hace un frío del demonio", bromea. Igor arremete con unos riffs funky y Walker entona Breakin' up somebody's home. Termina la canción y le acercan un coñac. Tal vez no sea la marca importada que suele beber pero no importa. Da unos sorbos para mantener la garganta lubricada y se zambulle en el blues con I'd rather drink muddy water.

Homenajea B.B. King con The thrill is gone y más tarde canta una versión ralentizada de Down home blues. Pero lo mejor de su repertorio llega cuando se vuelca sobre el cancionero clásico del soul. Es emocionante la versión de When something is wrong with my baby, de Sam & Dave, e invita a bailar con el groove abrasivo de Let's stay together, de Al Green. El momento supremo de la noche llega con A change is gonna come, de Sam Cooke, en la que Walker alcanza unos registros extraordinarios y su voz envuelve a cada uno de los presentes en el Roxy de Palermo. Es uno de esos instantes en los que el tiempo se detiene y solo la música fluye.

Igor lo respalda y se encarga de la dirección musical. La banda lo sigue al pie en todo momento y el guitarrista tiene sus momentos de gloria. Se le rompe una cuerda en uno de sus solos y eso no se convierte en un problema, sino en una atracción. Con esa cuerda rota le da a la otra y su solo se torna aún más magnífico. También es generoso y le da el pase a Machi Romanelli para que este le de a las teclas con fruición

Walker, el cirujano del soul, dejó nuestros corazones palpitando con intensidad. La magia del viejo soul sigue intacta.