Este nuevo disco es un cambio significativo en la carrera de Bob Dylan. Si bien en sus últimos trabajos dejó entrever que comenzaba a despuntar el vicio del crooner, pocos imaginaron que se abocaría por completo a interpretar standards de jazz, mucho menos del cancionero de Frank Sinatra.
Lo cierto es que Dylan una vez más rompe el molde, como lo hizo tantas veces a lo largo de su carrera y se lanza sobre una decena de temas melancólicos y sentimentales, acompañado por una orquesta de cuerdas y una suave y discreta sección de vientos. Comienza con I’m a fool to want you, que si bien solía cantarla Sinatra, la interpretación de Billie Holiday es insuperable. En esta versión, lo mejor es el aporte del lap steel de Donnie Herron. El resto del repertorio, que incluye Stay with me, Autumn leaves y Full moon and empty arms, se mantienen en el mismo registro, por lo que el álbum termina resultando bastante monótono. Cierra con el único tema que ya había cantado anteriormente, That lucky old sun, y le da un aire de despedida hollywoodense a Shadows in the night.
La sensación que queda después de escuchar el disco varias veces es ambigua. Por un lado sería absurdo cuestionar el talento de Dylan, pero es raro verlo abordar un repertorio que, en gran medida y repasando toda su trayectoria, le es ajeno. Pero cierto es también que, tras haber grabado 35 discos de estudio y una cantidad incontable de ediciones en vivo, entre oficiales y bootlegs, es probable que se haya planteado el desafío de por fin encarar un disco en el que su voz sea la protagonista exclusiva, algo que siempre le cuestionaron. Su canto reluce, y por momentos sorprende, aunque no alcanza el status de Sinatra o Tony Bennett,.
También está la posibilidad de que haya buscado un éxito comercial. En los últimos años una serie de artistas consagrados se volcaron a interpretar piezas del denominado Great American Songbook. Paul McCartney, Robbie Williams, Rod Stewart, Willie Nelson y Harry Connick Jr., entre otros, vendieron de esos discos por millones.
En definitiva, no sabemos si con este trabajo corta la saga de álbumes de música de raíces que inauguró de alguna manera con Time out mind, en 1997, o si simplemente es un impasse como lo fue su disco navideño de 2009. Mientras, quienes se sientan incómodos con esta nueva faceta del viejo Bob siempre pueden recurrir al pasado, allí donde anida su verdadera esencia.
4 comentarios:
Sinatra, Tony Bennet, estamos hablando de virtuosos. Dylan es un cantautor indiscutible, pero su timbre de voz o su performance vocal en general es, a mi parecer, su punto débil. Un punto débil, que nos encanta escuchar, que amamos, por cierto. Ese timbre de voz tan particular es su sello, pero tal vez a los standards de jazz no le quede bien. Habría que escuchar el disco entero y, como dice Martín, varias veces. Pero igualmente, va a vender bocha!
cada ves mas blusero el blog!
Me parece estupendo que tu blog tenga espacio para tipos tan grandes como Dylan, gracias a él muchos bluesman fueron conocidos; sus discos son en un 70% blues. Dylan está por encima del bien y del mal, ya hace lo que quiera. Esta semana mismo me he comprado este disco y lo he disfrutado, está hecho con un gusto exquisito y le ha dado una atmósfera mágica que pone los pelos de punta. Ojalá nos regale pronto uno con material propio...y más blues. Un abrazo maestro.
Excelente! Toda la razon Martin, queda una sensación ambigua. Pero si a esta altura, ya no nos gusta que aparezca con cosas "nuevas", estamos al horno
Publicar un comentario