(Esta nota fue publicada en el Nº1 de
Blues en su tinta).
El 10 de agosto de 1993, hace casi 20 años, podría decirse que comenzó un fenómeno que, con distintas aristas e historias, se fue ampliando: el blues argentino de exportación. Esa noche, Pappo subió al escenario del Madison Square Garden de Nueva York invitado nada más y nada menos que por B.B. King, para tocar un par de temas junto a otras leyendas del género como Koko Taylor, Buddy Guy, Junior Wells y Lonnie Brooks. Significó un merecido reconocimiento para el gran guitarrista argentino. En toda su carrera, Pappo se presentó en más de 60 países y hasta grabó un disco en vivo en Los Ángeles, junto a Deacon Jones.
Pero el blues argentino for export tiene otras historias, algunas más conocidas y otras no tanto. Y también tiene sus matices: hubo músicos que vivieron y tocaron en el exterior mucho antes que ese glorioso show de Pappo, aunque en muchos casos se fueron empujados por la coyuntura socio política de la Argentina.
Claudio Gabis, guitarrista y fundador del legendario trío Manal, fue uno de los primeros en llevar su vida y su música a otros horizontes. En los 70 vivió algunos años en Brasil y luego regresó a la Argentina, hasta que en 1989 decidió emigrar a España. Se instaló en Madrid y allí continuó su carrera, a la que le sumó la docencia: dictó cursos, seminarios y escribió libros y artículos sobre teoría, crítica y crónica musical. Nunca dejó de grabar y tocar en vivo. Una o dos veces por año viene al país para realizar algunos shows y visitar viejos amigos.
Miguel Vilanova también tuvo su exilio en España en los 70, cuando la Argentina era gobernada por la dictadura cívico-militar. En Madrid, grabó con Joaquín Sabina, integró el grupo Cucharada y compartió escenarios con Pappo, quien también anduvo por ese país por aquél entonces. Otro blusero argentino que estuvo por esos pagos en esa misma época fue el tecladista Ciro Fogliatta. Botafogo regresó a Buenos Aires en 1984 y tiempo después formó Durazno de Gala. En 1995, inició su carrera solista que lo llevó de gira por los Estados Unidos, donde tocó con músicos como Carey Bell y Bruce Ewan. Pero el blues lo llevó aún más lejos: en 1999 se fue de gira a Japón, donde grabó un disco en vivo.
Dos de sus ex compañeros de Durazno de Gala, Yalo López y Víctor Hamudis, viajaron juntos a Madrid en 1979. “Eran años oscuros en la Argentina, así que una opción era exiliarse. Teníamos 19 años y nuestra ilusión era llegar y armar una banda propia, pero había que comer y pagar el alquiler antes. Víctor entró como baterista del cantante Ramoncin y al poco tiempo se fue el bajista de la banda y lo reemplacé yo. La paga era muy buena y además tocábamos juntos. El trabajo intenso duró seis meses. Luego me llamó Gustavo Gregorio para avisarme que dejaba la banda de Moris y me ofreció reemplazarlo. Acepté con todo gusto: además de tocar con el maestro Moris, en la banda estaban Ciro Fogliatta y Hermes Calabria (baterista de Barón Rojo)”, cuenta Yalo.
Con el dinero ganado, los dos se fueron a recorrer en combi España, Francia y terminaron en Londres. “Agradezco haber tenido la posibilidad de irme en los momentos difíciles que se vivían aquí, la suerte que miles de no tuvieron y hoy están desaparecidos. Agradezco a la música porque gracias a ella viví todas esas experiencias inolvidables”, añade Yalo. Ambos músicos, bastante tiempo después, en 2005, volvieron a Madrid. Allí, grabaron el cd Río Místico y tocaron con la Vargas Blues Band.
Los 90 fueron años diferentes para los músicos. El blues tuvo un auge comercial y dos bandas marcaron el pulso de la escena local: La Mississippi y Memphis la Blusera. La primera se presentó en festivales en Brasil, Paraguay, Uruguay y Colombia, y en abril de 2006 realizó una gira por España. “Fuimos calurosamente bienvenidos por el público local, así como también por los numerosos argentinos radicados allí. La gira comprendió las ciudades de Madrid, Valencia, Bilbao, Guernica, y otros puntos del País Vasco”, cuenta Ricardo Tapia en su sitio de Internet. Memphis también recorrió países de Latinoamérica, especialmente después de sus discos Nunca tuve tanto blues (1994) y Cosa de hombres (1995).
A Gabriel Grätzer, con justicia lo llaman el Embajador del Blues argentino, porque llevó su country blues a muchos rincones del mundo. Al igual que Botafogo se presentó en Japón, en festivales como los de Shinkushu o Ueno, y también en Taiwán. En 2004, compartió noche junto a Corey Harris en Blues Sur Seine, en París, Francia. Pero eso no es todo: tocó en decenas de festivales sudamericanos: Colombia, Perú, Bolivia, Paraguay y Brasil. “Es hermoso que gracias al blues haya podido viajar a tantos lugares y conocer gente y culturas diferentes. Así pude comprobar que el blues es un idioma universal. Viajar es sinónimo de crecer y compartir momentos, escenarios y experiencias con otras bandas y músicos”, dice Grätzer, quien en mayo vuelve al ruedo internacional con una gira por España.