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Fotos Télam
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Ringo Starr es uno de los tipos más afortunados del mundo. Que un músico del montón haya llegado a integrar la segunda banda más enorme de la historia del rock habla de que todo es posible. Sus dotes con la batería no se comparan con la de sus contemporáneos John Bonham, Keith Moon, Mick Fleetwood o Charlie Watts, y apenas es un cantante discreto que ni siquiera baila bien. Pero el tipo siempre tuvo algo, que en su momento conquistó a John, Paul y George, y que ahora sigue emocionando a sus fans. Es alegre, muy carismático y sabe cargar con respeto una mochila muy enorme. Todo eso quedó ayer de manifiesto en el Luna Park. Durante casi dos horas, Ringo Starr regaló rock and roll, amor y paz.
Ringo presentó un combo de rocanroles y
memorabilia con éxitos de los sesentas, setentas y ochentas. El show empezó minutos después de las 21 y la banda abrió con dos temas compuestos por Ringo y uno por el legendario Carl Perkins: I don´t come easy, Choose love y al clásico Honey don’t. Recién entonces, Ringo retrocedió y se sentó para aporrear su batería y darle lugar al resto de los músicos, que no por nada conforman la All Star Band. El que más se destacó fue el guitarrista
Rick Derringer. Tal vez muchos no sepan que ese hombre pequeño, que vestía un traje plateado y que en su mano derecha tiene un tatuaje inflamable, fue un verdadero
súper rocker. Anoche, Derringer tocó sus dos máximos hits: Hang on Sloopy –tema con el que en 1965 desplazó a Yesterday del tope de los charts- y Rock and roll hoochie koo. Sus solos feroces fueron esenciales durante toda la noche, sobre todo para contrarrestar cierto desequilibrio
popero.
Otro
monstruo de los setentas que tuvo una notable actuación fue
Edgar Winter. El hermano del tornado texano Johhny Winter ya había estado en Buenos Aires al frente de su banda durante los noventas. Esta vez, Derringer lo presentó como uno de los músicos “precursores de la música electrónica” y Winter cantó Free ride y después, en el único momento en que Ringo dejó el escenario, su magnífico
electrofunkymadness, Frankenstein. Durante el resto del show alternó los teclados, el saxo, la percusión y los coros. Los ochentas estuvieron representados por Wally Palmar y el bajista Richard Page. Palmar, el único que se dirigió al público en español, estuvo a cargo de la guitarra rítmica y también tuvo sus momentos con la armónica. El ex líder de
The Romantics cantó dos canciones emblemáticas de la banda: Talking in your sleep y What I like about you. Page mantuvo el ritmo con vigor y constancia. Cuando tuvo que liderar al grupo interpretó dos éxitos de
Mr. Mister: Broken wings y Kyrie. Completaron la formación el baterista Gregg Bissonette, el percusionista Mark Rivera y el tecladista
Gary Wright, quien cantó una melosa y cursi versión de The dream weaver, dedicada a George Harrison, y luego aburrió con Love is alive y el sonido de su sintetizador.
Ringo cantó algunos de sus hits como solista: Photograph, Back off Boogaloo, Boys y The other side of Liverpool, y también algún que otro cover como Act naturally, tema que primero grabó Buck Owens y luego reversionaron los Beatles. Recién a la hora de show, le dio a la gente lo que esperaba. Los acordes de Yellow submarine empezaron a brotar desde el escenario, la platea se llenó de globos amarillos y la fiebre beatle hizo arder al Luna Park. Antes había tocado I wanna be your man. Sobre el final, Ringo anunció que a continuación seguiría "con la madre de todas las canciones". With a Little help from my friends fue un delirio y luego, a modo de bis, Give peace a chance. Ringo la pasó genial. Fue ovacionado desde que pisó el escenario hasta varios minutos después finalizado el recital.
Es probable que muchos se hayan ido esperando que cantara más temas de Lennon y McCartney. Pero eso no es lo que Ringo suele hacer. Los que fueron a pasarla bien, sin exigencias, salieron felices. Ringo les dio lo que sabe dar: buena onda y rock and roll.