Consejo para aquellos que vayan a un recital en La Plata: si viven en Capital salgan con tiempo. Anoche asistí a mi primer show en el Estadio Único. Fui con un grupo de amigos y nos chocamos con un colapso en el tránsito ni bien nos subimos a la autopista. Una maraña de lucecitas rojas copaba el horizonte. “El panorama es sombrío”, dije en ese momento. Nos sentíamos como en La autopista del sur, de Cortázar. Los minutos pasaban más rápido que el cuentakilómetros. La ilusión de llegar antes de que empezara el show se fue disipando a medida de que no avanzábamos. Recién en el kilómetro 25 la ruta se abrió: un accidente había sido la causa de semejante embrollo. Llegamos al estadio 22.30, más de dos horas después de haber emprendido el viaje. Aerosmith ya iba por el cuarto o quinto tema.
Nos bajamos del auto y empezamos a caminar hacia el Estadio. De fondo se escuchaba Living on the Edge. El gordo Fede había conseguido unos palcos gratuitos y estacionamiento preferencial. Abriéndonos paso entre los policías de la Bonaerense y la botonería de la seguridad privada llegamos hasta nuestras ubicaciones. Nos sentamos y, entre patys flacos y coca cola sin gas, escuchamos como la banda comenzaba a tocar los acordes de Rag doll.
El estadio es realmente impresionante. Hace honor a su nombre: por su estilo europeo es único en la Argentina. Nosotros estábamos ubicados en la punta opuesta al escenario, por lo que en vez de músicos veíamos miniaturas. Al menos había cuatro pantallas digitales bien ubicadas para tener un discreto contacto visual con la gestualidad irreverente de Steven Tyler. Terminado el rock and roll de de Rag doll, Aerosmith volcó una catarata de hits: Amazing, I don’t want to miss a thing y Cryin’. Luego, Tyler comenzó a cantar a cappella What it takes acompañado por el público. I used to feel your fire / But now it's cold inside. Pronunció la última palabra y un agudo potente envolvió toda la estructura imponente del estadio. La banda arremetió con una sobredosis eléctrica siguiendo los acordes que disparaba Joe Perry desde su guitarra. Creo que fue el momento más emocionante del show. Después tocaron Last child y un cover de Fleetwood Mac, Stop messin’ around, que fue la única aproximación al blues en toda la noche. La lluvia empezó a caer a raudales. Gran parte del público que estaba en el campo tuvo que escapar hacia la popular que está cubierta. Parecían hormigas en fuga.
El agua no aplacó a Steven Tyler. Empapado y excitado el tipo siguió cantando, gritando, corriendo y realizando piruetas sorprendentes para un señor de más de 60 años. La gente estaba enloquecida. Sweet Emotion fue el cierre. Vibrante y contundente. Las luces se apagaron y un minuto después la banda volvió al escenario para tocar una tremenda versión de Dream on y luego Love in an elevator. Los amigos con los que fui hasta La Plata votaron en ese momento por la retirada, con la idea de que no volver a quedar atascados en el tránsito. Salimos del estadio cuando Tyler cantaba Walk this way, el primer tema que recuerdo haber escuchado de Aerosmith en mi vida. Afuera llovía. Y llovía tan intensamente que a cada paso que dábamos la música se hacía menos audible y la ropa se hacía más pesada por el agua acumulada.
Más allá de ridículas caídas en la bañera o de su participación en American Idol, Tyler es puro rock and roll main stream. Sobre eso no hay discusión. Para mí, la tercera fue la vencida. Me los perdí en el 94 y hace cuatro años. Esta vez llegué tarde, pero llegué.